Eugenesia: La voz de los espejos rotos.

Capítulo VII El grito de la flor marchita de verano.

"Un dios compasivo hizo al hombre hermoso y atractivo, a su imagen y semejanza; pero mi forma es una parodia inmunda de la tuya, más horrorosa por su parecido mismo. Satanás tenía compañeros, otros demonios como él, que lo admiraban y lo animaban; pero yo estoy solitario y aborrecido"  

Frankenstein. 

 

¿Acaso podía existir ser más desdichado que yo en este mundo? La felicidad parecía ser un sentimiento que no estaba destinado a sentir a la larga, puesto que por más que me engañase con falsas esperanzas, siempre sucedía algo que eliminaba aquel bienestar pasajero y se convertía en un malestar casi que eterno. 

Creí que todo mejoraría, que la suerte de los mismos dioses se había puesto a mi favor, pero parecía ser más cercanos que cada vez que soñaba con salir de este hoyo, solamente me volvía a caer más hondo y me hallaba más herido que antes. El dolor seguía igual de intenso que antes, las heridas causadas por el incidente seguían a brote de piel, mi consciencia apenas se había recuperado hace unas horas, luego de descansar en hermosos sueños en los que todo era perfecto. 

Mis hermosos sueños en donde podía ver a vuestra querida madre, su sonrisa tranquilizadora, sus ojos tan benefactores hacía mi pobre y desdichado ser. ¿Para qué he sobrevivido? ¿Por qué realmente sigo respirando y siendo consciente cuando seré tratado como un criminal? Al despertar, lo primero que pude sentir fueron las esposas en las muñecas de mi mano, que me decían que no todo iba bien. 

No entendía, porque siendo yo la víctima, era tratado como el criminal, el que provocó todo esto, cuando no hice nada malo. ¿Qué hice yo de mal si recibí todos los golpes? ¿Qué mal yo si solamente intenté detener mi propio dolor? El hospital era un lugar nuevo para mí, nunca antes había estado en un lugar como este. 

Tan limpio, tan lujoso y espacioso. Era tal como me imaginaba las salas de experimentación a las que tendría que ir, sino fuera por la benevolencia de un acumulador coreano que se apiadó de mi alma y me dio un trabajo, me dio de nuevo razones por las cuales debía de vivir. Y ahora, cuando pensaba que sería finalmente feliz, la desgracia tocó a mi puerta para quedarse para siempre, los oficiales de policía vienen de vez en cuando a verme, preguntan por mi estado de salud, nada más para organizar el día en el que seré removido de esta cama hacia un celda en prisión. 

La tristeza se ha estancado en mi corazón, mi Hyungnim me ha visitado un par de veces, preocupado por todo lo que se dicen en las noticias, en los medios de comunicación, las redes sociales, todos hablan acerca de mí. El Incompleto que cruzó la línea, el anormal que atacó a un consumidor clase alta, los que  tiene más poder entre los de su misma casta. Todos hablan de la bestia salvaje que fui, solamente por defenderme de su ataque, él fue quién me comenzó a pegar, pero nadie lo ve así. Todos ven directo al chico que está en sus completos sentidos, al chico que nada más se ha roto una pierna pero me tratan a mí como si fuese un asesino. 

Nadie confía en mí, la Fiscalía ha ordenado investigarme por supuesto desacato, irrupción del orden en la calle e inclusive, intento de asesinato. Todo eso, solo por un simple golpe que terminó dándole una herida menor de lo que yo he recibido. ¿Acaso el mundo de verdad se esfuerza por hacerme infeliz? ¿Acaso debí de haber muerto en aquel basurero? Me siento una basura, me siento impotente ante el poder de los hombres, quiénes mueven todo según su conveniencia, y nos dejan a nosotros los débiles e imperfectos a la merced de las consecuencias de sus acciones. 

Ningún abogado desea tomar mi caso, todos dicen que de igual manera seré hallado culpable, no importa que en mi registro aparezca como un Consumidor, siempre seré para ellos primero un Incompleto. Un ser que no está en sus facultades, alguien que es menos que un animal y por lo tanto no tiene derechos, es débil y lo pueden usar para lo que sea. La felicidad de la que alguna vez me vi provisto, se ha esfumado, ha dejado mi alma quizás para siempre, ahora llena la desesperación en mí aquel vacío que quedó. 

Me sigo riendo al ver los cargos de los cuáles soy acusado, todos son exagerados, pero nadie me escuchará, nadie en este mundo donde el dinero, donde la belleza y perfección son lo que mandan, nadie me dará la razón o ayudará una vez más. Quisiera que el mundo me diera una señal de que estoy en lo incorrecto, quisiera que aquel ser que se apiadó de mi alma volviera a hacerlo, pero es jugar con el destino, es hacer más grande mi deuda con él, quién me salvó ya una vez de la muerte. 

  —  Deberías dejar de ver las noticias y comentarios Taeyang, son nada más tonterías, ellos no te conocen en verdad, vas a salir de está, no te preocupes hermano  —  Me intentaba consolar mi Hyungnim en lenguaje de señas. 

Desde que supo de la noticia había venido por mí todos los días, me veía las horas que le permitía su trabajo y estudios hacerlo, nunca perdía la esperanza de que podría salir de esta. No como yo, cuya vida había sido socavada y había perdido todo aprecio por ella.  Sería condenado a pasar el resto de mi vida dentro de cuatro paredes con suerte. Sino es que me condenaban de un solo a pena de muerte. A pesar de que se había eliminado aquella ley en la Constitución, solo se podía dar en casos muy especiales y las reglas de estratos sociales son algo que debe ser respetado para seguir las normas de la sociedad que nos rigen. Romper una ley de estrato, es de los mayores pecados que se puede cometer en contra del Estado. 




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