Evolet

Capítulo 21. Amigos en el palacio.

Me levanté de la cama con pesar cuando los primeros rayos opacos de sol se hicieron presentes en el cielo. Las cortinas de nubes plateadas cubrían cualquier atisbo de brillo innecesario; últimamente amanecía de un humor de perros y la luz sólo me molestaba. La verdad es que me quería quedar acostada más tiempo, levantarme era una hazaña titánica y siquiera abrir los ojos era acreedora de un dolor que recorría mi cabeza, pero el plazo que mi supuesta tía, la Reina Lydia, me había dado, acababa hoy y sabía que necesitaba moverme un poco para no desfallecer en cualquier cosa que me tenía preparado.

Oí la puerta abrirse; Nahúm entró con toda la calma que lo caracterizaba. Sigiloso, se acercó a mí, sonrió al verme despierta, sentada en la mansarda amueblada que estaba justo debajo de la ventana y que me permitía asomarme al jardín.

─Hola ─dije con la voz ronca.

─Buenos días, Alteza ¿Cómo se siente esta mañana? ─dijo muy quedito.

─La verdad, no lo sé ─Miré al monótono clima que tenía del otro lado de la ventana. Podía ver, por el movimiento de los arbustos, que había un ligero aire que arrastraba hojas secas en el suelo y hacían remolinos─ Se supone que debería estar pensando en mi futuro cargo como reina, pero aquí estoy, añorando un futuro que no va a existir a causa de esta estúpida cacería ─Suspiré con pesar.

─Alteza, si no le molesta ¿Puedo preguntarle algo? ─Llevó sus manos a la espalda, algo tímido.

─Ya lo has hecho, pero puedes preguntarme otra cosa.

─Quería saber… ─Bajó la mirada, dubitativo ─¿Cómo era ella? Hablo de la dragona por la que está llorando.

Un poco conmovida por el interés, sonreí.

─Lena, mi niña de la luna, era un poco ególatra si me lo preguntas. Se la pasaba pensando en ella y en tratar de impresionar a su padre, hace trampas en momentos desesperados y pese a ello, es la dragona más amable que he conocido jamás. Siempre estaba al tanto de mí, ya sea por curiosidad o por preocupación. No dudaría ni un segundo en ayudar a los demás, y aunque nunca lo admitió, le interesaba mucho la cultura de los humanos.

─Entonces… era ¿Buena? ─Se rascó la nuca, confuso.

─Claro que sí. Un poco atrabancada, pero es lo que me gustaba de ella: su libertad. La libertad que yo no tenía, la que yo misma me prohibí tener.

─¿Y a ella… le gustaría verla así? ─Miré a Nahúm con los ojos bien abiertos, impresionada, no esperaba aquello.

─No… ─medité un poco─ De hecho a ella no le gustaba que estuviese encerrada tanto tiempo. Salíamos a pasear por los alrededores o trataba de alejarme del encierro… ─Suspiré─. La voy a extrañar mucho, seguiré llorando por ella, pero primero, debo asegurarme que sea la última ─Llevé una mano a mi pecho y me di cuenta de algo que no había notado hasta ese momento. Me revisé el pecho con un poco de pánico.

─Nahúm ¿Dónde está mi collar? ─dije un poco paranoica.

─¿Su collar? ¡Ah! ¿Se refiere al colmillo de azabache?

─Sí ─Tardo ni perezoso, se acercó al tocador que se encontraba a un lado del espejo y sacó el objeto más familiar que he visto desde mi estadía en este lugar, suspiré aliviada─ Gracias, Nahúm.

─No hay de qué. Ahora, le prepararé la bañera, si no le importa.

Hizo una reverencia y salió de la alcoba.

Me levanté de la mansarda y caminé hasta el espejo que se encontraba a un lado de mi cama. Miré mi atuendo: un vestido negro completamente, liso, sin escote en ningún sitio y de mangas largas. La verdad es que ya no tenía pinta de niña de montaña, mi atuendo era demasiado formal y el cabello recogido sólo me daba un aire de seriedad del que no estaba acostumbrada. Tocaron la puerta.

─Alteza, el baño está listo.

El agua tibia hizo que mi piel se erizara y enrojeciera. El aroma a vainilla era un delicioso somnífero que me sumergió en un relajante trance. Extrañaba sumergirme en el agua y nadar, por lo que tomé una bocanada de aire y resbalé por el mármol pulido hasta que mi cabeza quedó totalmente debajo del agua.

Dentro no veía nada más que la obscuridad que mis parpados provocaban. El agua golpeteaba en mis oídos y hacía sonidos extraños, me sentí en el manantial donde jugaba con las ninfas y luego me dejaba llevar por la corriente. Me vi a mi misma estar en aquel lugar, era una niña que le encantaba exentarse del aburrimiento del castillo. Mi propia visión se acercó a mí y se sentó en el césped, lleno de flores de aromas infinitos. Me senté delante de ella.

─Vas a tener que ocultarte un tiempo, Roxana. Ya es hora de dejar de escapar, hemos pensado que eso es muy cobarde y pese a ello, seguimos haciendo lo mismo. Ya basta. Es hora de que yo tome el control, ya no más juegos, no por ahora; haré lo posible para que esto acabe. Hoy dejarás de ser la niña de la montaña de Wolfgang. Nos volveremos a ver apenas termine con todo. Recuerda los consejos de Sigurd y síguelos, no olvides las enseñanzas de Plata y llévalas a cabo… pero sobre todo… no olvides a Lena y no dejes que muera de verdad, acá, en tu corazón.




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