Como es costumbre en mí, me desperté antes que Roxana. Estábamos en su cama, sin una prenda puesta. Sentía su pierna sobre la mía y su brazo sobre mis hombros. Le di un beso en el cabello, agradecida que la pesadilla que había tenido no hubo regresado. Me levanté, me puse mi ropa (o bueno, la de Eithne) y me transformé en ella. Fue en ese momento en el que oí que rascaban la puerta, era obvio que se trataba de Ryū, no habían vuelto en toda la noche, así que abrí sin preguntar… mala idea: el mozo de Roxana estaba detrás de él.
─¿Eithne? ¿Qué haces aquí? ─Llevaba una charola en las manos.
─Eh… ah… es que… ─Ryū pasó por debajo de mis pies descalzos, el muchacho lo notó y enrojeció de golpe.
─¿¡Te acostaste con la princesa!? ─Susurró alarmado.
─¡Shhhh! ─Le tapé la boca y lo hice entrar.
─¡Eithne, no puedes hacer eso, eres de clase media! ─dijo alterado.
─Yo no soy Eithne ─imité su tono, asegurándome de que Roxana no se despertara.
─¿Qué? ─entrecerró los ojos.
─Te enterarás tarde o temprano ─suspiré.
Delaté mi cuerpo, lo más humanizado que pude, sin alas ni cuernos ni nada Dragonico. El muchachito, tan rápido como enrojeció, perdió toda gama de color.
─¿Q-Quién…?
─No te lo voy a decir, no aún. Solo necesito que te mantengas callado ¿de acuerdo?
Mi respuesta lo dejó un poco asombrado.
─¿Cómo te llamas? ─Le pregunté.
─Na… Nahúm.
─Escucha, Nahúm: estaré merodeando por aquí por un tiempo, así que si alguien pregunta, soy la dama de compañía de Su Alteza ¿De acuerdo? ─Él asintió─. Bien, ahora dejemos a la princesa dormir un rato, yo le daré esto ─Le quité la charola de las manos.
─Pero… pero ¿Tú cómo te llamas? ─Pensé en mi respuesta. Sabía que Roxana le había hablado de mí un par de veces porque ella misma me lo había dicho.
─Por el momento, dime “Luna” ─contesté.
─Luna. No eres una humana ¿Verdad?
─Estoy muy lejos de ser una, pero créeme: nunca le haría daño a nadie, muchísimo menos a Roxana.
─Me conformo con eso ─Hizo una pequeña reverencia y dio la vuelta para irse─ Por cierto. Dile a Su Alteza, cuando despierte, que Su Majestad El Rey Auguste, quiere verle.
─Se lo diré. Nos vemos, muchacho.
Me sonrió y luego cerró la puerta.
─¿Lena? ─Oí la voz ronca de Roxana, al parecer Ryū la había despertado.
─Buenos días, dormilona ─Besé su frente y ella sonrió.
─Hola ─Se frotó los ojos y se sentó. Aproveché para dejar la charola sobre sus piernas─ Gracias… ─Miró la charola con ojos bien abiertos y luego a mí.
─Tu amigo me descubrió, pero dijo que no diría nada.
─Debes ser más cuidadosa, Lena ─Se cubrió el rostro, exasperada.
─Si me hago pasar como “la nueva sirvienta” No habrá problema ─calmé.
─Lo que quiero es que pases desapercibida ─Recargó su cabeza en mi hombro─ Si te descubren y te pasa algo…
─No me pasará nada, cariño ─Besé su cabello─ Ahora come que se enfría. Y después tienes que ir con ese tal Auguste.
─¿En serio?
─Nahúm me lo dijo ─Tomé un vaso de jugo, estaba delicioso.
─De acuerdo… ─suspiró.
─Por cierto, Ryū ¿Qué sucedió con el dragón? ─pregunté.
─Sobre eso quería hablarles ─Agachó las orejas─ Le he perdido el rastro; los Scaird trataron de buscarlo, pero no había señales de él. El señor Edmund creyó que se escapó por miedo a que lo atrapasen de nuevo.
─Espero que así haya sido ─dijo Roxana, esperanzada.
─Y por lo visto, si ese dragón fue capaz de cambiar de forma, no creo que esté tan mal. El cambio de forma es signo de buena salud.
─Mas tarde nos reuniremos con los Scaird y Karîm para seguir con lo planeado ─decretó mi novia.
─Así será.
Nos tomó poco tiempo arreglarnos para salir. La verdad es que la ropa de Eithne era muy cómoda: un único vestido color crema, con mangas hasta las muñecas, sobre el que tenía que usar un delantal corto color marrón. Me até el cabello sobre la nuca y procuré quitarme la joyería extra.
─¿Qué te parece? ─Le mostré mi atuendo a Ryū, que ladeó la cabeza a un lado y al otro para verme mejor.
─Se ve igual que las señoritas que trabajan en la cocina ─admitió.
─Pero más hermosa ─Intervino Roxana quién salía del cuarto de baño.
Llevaba un vestido rojo y dorado, de mangas en forma de cuchillas, largas hasta las rodillas. Dejó su cabello suelto, aunque se sostuvo lo que le molestaba con un par de horquillas a cada lado de la cabeza.
─Wow… ─Fue lo único que atiné a decir.
─¿Qué?
─Tú ─Se miró al espejo─ Te vez… wow…
─Gracias ─Se acercó y me besó en los labios─ Pero tú también eres muy guapa.