Era divertido volar, pero me preocupaba ver que Lee se tensaba al acercarnos al punto de entrada al agua. Este sitio estaba marcado por una boya roja, comenzamos a guardar las alas y activar las máscaras, caíamos en picada hacia el punto y entrando oí a Lee gritar aleta.
Me puse nerviosa, pero antes de que pudiese reaccionar, Lee ya estaba sobre mí protegiéndome. Me asusté, al verlo ponerse en la línea de fuego por mí. Pude calmarme porque Anjil nos tocó y dijo.
—Tranquilos, es una Orca.
Los ojos de Lee estaban fuera de órbita y me apretaba con fuerza, a tal grado que no podía respirar. Lo empujé y fue cuando reacciono, se dio cuenta de que había entrado en un estado de pánico.
—Perdona. —Dijo y luego comenzó a nadar—. Gracias, chicos todo bien.
Respondió, cuando Dael pregunto si todo iba bien. Anjil se acercó y me hizo señas de que, si estaba bien, a lo que asentí. Sonrió y tomó mi mano, para acercarnos a la ballena, al principio estaba algo tensa, sin embargo, cuando se pegó para que la acariciara me relaje. La chica de África se comunicaba con ella, era increíble, ambos nos enganchamos a la aleta dorsal. Rápidamente, nos acercó a la orilla, les pasamos a los chicos y noté que Lee iba preocupado.
Las ballenas en cautiverio eran muy parecidas a las de tierra antigua, pero un poco más evolucionados en tamaño y otras características. Aunque, aun así, no superaban a las que estaban afuera. Las cuales a mí creer, tuvieron que hacerse grandes para sobrevivir y poder dar una pelea adecuada en manada, al nuevo tiburón de la era. Desgraciadamente, los delfines no corrieron con la misma suerte, solo quedando aquellos que criamos los seres humanos en cautiverio. Muchas especies hermosas desaparecieron y nada más quedaron algunas que se rescataron. La tierra fértil era poca para humanos y animales, segura menos todavía.
Al llegar a la orilla debíamos reportarnos en una estación que, había allí donde nos esperaban, ya había algunos que habían llegado antes. Fuimos devueltos al centro, nos dieron 2 horas de descanso para asearnos, almorzar y prepararnos para las siguientes clases. Estaba cansada, pero debía seguir, Lee no me busco en ningún momento.
Al terminar las clases fui en busca de Kim, a hablar sobre lo que pasó, para ayudar a Lee, bueno eso salió mal. Se apareció en mi cuarto como fiera.
—Quien te dio derecho a buscar a mi tío.
— Me preocupé, te vi mal.
—No te metas en lo que no te importa, no conoces nada de mí, así que no interfieras más.
Aquello me molesto, pero respire y hable con calma.
—Entendido, tienes toda la razón, no volverá a pasar. Ahora si no tienes nada más que decir, por favor sal. Necesito hacer deberes, buenas noches.
Su cara se suavizó y frunció los labios.
—Perdón Alexa, yo…
Sonreí, no obstante, nunca llego a mis ojos.
—No pasa nada, por favor necesito hacer cosas.
Se marchó y cuando la puerta se cerró, ya las lágrimas corrían sin poderlas detener. Como podía pedirme que no me inmiscuyera en su vida si era la segunda persona que más amaba, por no decir la primera, ya que es un amor distinto. Así que entendí que ese era el problema, amor, cuando uno ama como lo hacíamos nosotros, en una situación de peligro nuestro cerebro solo piensa en la persona amada.
No teniendo en cuenta la supervivencia del grupo. Quizás Dael y Anjil tenían la clave a esto, pero nosotros no, por lo que me había dicho que aquella noche debía entrenar mi cerebro. Separar sentimientos del sentido de supervivencia y esta vez debía cumplir sin excusas.
Comencé a realizar mis deberes, me quedé dormida y el sonido del comunicador me despertó. Era Lee y me moría de ganas de escuchar su voz, pero no podía, debía aprender a controlarse conmigo. Al otro día me desperté algo hinchada, nada más era día de clases por suerte ninguno cayó junto.
Paso la jornada y en la noche verifiqué mi comunicador y estaba lleno de llamadas. Tocaron a mi puerta, sabía quién podía ser así que no abrí, más no desistieron por lo que esta vez conteste, abrí la puerta y puse mi cara de cero sentimientos. Sabía que debía acabar con esto, aunque me destruyera.
—Lee por favor no me llame más, no toques mi puerta a no ser que sea por estudio o entrenamiento.
—Estás terminando.
—Así es, somos tóxicos uno para el otro, no sabemos cómo comportarnos en situaciones de estrés o peligro. Si vamos a hacer esto no podemos darnos el lujo de poner en riesgo a los demás.
Hubo un largo silencio.
—Tienes toda la razón, perdona por haberte hablado de esa manera la otra vez. —Sonrió de forma melancólica—. Tú me has dado una lección, no insistiré más, no podemos estar juntos. Bien Ale, que sepas que te quiero con la vida, pero es mejor decir adiós.
Asentí y lo vi irse, cerrando esa puerta me derrumbe y no pare de llorar. Los primeros días fue difícil verlo, pero con el tiempo se fue haciendo más tolerable y nos hicimos amigos.
En los entrenamientos, luego de seis meses, llegamos a compenetrarnos tanto que solo debíamos mirarnos las palabras sobraban. Luego de un año el grupo se redujo, de cuatro grupos nada más tres quedaron. En entrenamiento aún faltaban muchas cosas, aun así, íbamos avanzando y mostrando en lo que éramos buenos.