Ex Mortis

CAPITULO 20.

«Tyra»

Busco a Caín con insistencia, siento las hachas que él creo para mí golpeando contra mi cadera en cada paso que doy, pregunto por él y nadie sabe que decirme, así que decido subir a la catedral, cuando no está acá abajo esta allá arriba rezando. Subo por unos pequeños pasadizos y muevo una pared falsa para poder entrar. El lugar está prácticamente vacío, es raro ya que es un lugar muy visitado por turistas. Veo a Caín sentado en una de las bancas, parece pensativo y no puedo evitar acercarme de manera tranquila mientras que los guardias de seguridad me ven con asombro, creo que tuve que dejar las hachas descansando en mi cuarto, para mi suerte cada guardia de seguridad es un cómplice, pero eso no evita que me vean con desagrado por mi cinismo. Me siento a lado de Caín y suspiro profundamente.

—Déjame adivinar, lo de las puertas te tiene perturbado— intento no verlo directamente, desvío mi vista viendo cada detalle de las paredes y columnas.

—¿Sabes por qué Abel las clausuró? — Su voz es apenas audible, me mantengo en silencio, creo que es de esas preguntas que en verdad no esperan una respuesta. —Habrá una purga Tyra, viene a purificar la tierra y no quiere que nadie tenga tiempo de huir.

—Habrá guerra— mi estómago se retuerce, siento como la adrenalina empieza a salir por mis poros.

—No entiendes la gravedad del asunto, es como iniciar una guerra contra el cielo— cuando volteo a verlo me doy cuenta que en verdad está preocupado, me había acostumbrado a su rostro sereno que siempre mostraba ante la adversidad, siempre parecía calmado y con la conciencia de saber qué hacer en cualquier situación, pero esta vez noto a un niño asustado, preocupado.

—No hay mucho que podamos hacer, solo enfrentarlo.

—No temas por tu hijo Tyra, no temas por los que están en el cielo o en el infierno, ellos están lejos de la primera línea de batalla, aquí en la tierra es donde las cosas se pondrán feas, Abel no parará hasta que considere que las “amenazas” han sido neutralizadas, advierte a tus amigos, a los lobos y a los vampiros, advierte a las sirenas y ondinas, advierte a cada hada, sátiro y elfo, cada criatura que viva cerca de los humanos pagará con su vida, hechiceros, chamanes, nigromantes, todos estarán en la mira.

—No estamos mancos Caín— me empieza a molestar como habla, como si en verdad estuviera todo dicho, como si no fuéramos capaces de hacerles frente a Abel y a sus hombres. —Tu mataste ya una vez a Abel, no creo que no puedas hacerlo una segunda vez— me levanto y lo veo fijamente.

—La envidia se apoderó de mí y me arrepiento de eso Tyra, nunca debí haberlo hecho, es mi hermano, no tenía por qué hacer lo que hice.

—¿Necesitas otra quijada de burro para matarlo? Yo te la consigo, las cosas son muy diferentes Caín, si ya no tenemos forma de huir entonces pelearemos hasta el final, así se harán las cosas, peleamos por nuestra libertad o morimos por ella, no hay más.

—Siempre una guerrera, siempre enfrentando los problemas a golpes.

—¿Hay otra forma? ¿Crees que si le pido a Abel que conversemos en una cafetería me tome la palabra?

—Alea jacta est… la suerte está echada mi querida inmortal, tendremos que prepararnos para lo que se avecina— se levanta de su asiento y pone su mano en mi hombro antes de regresar hacia una de las paredes falsas que llevan de nuevo a dentro, los de seguridad hacen una ligera inclinación con la cabeza a modo de respeto para después verme con su mirada de desaprobación.

—¡Lo tengo! — dice Caipora entrando por la puerta principal de la catedral agitando en su mano el mapa que tenían que conseguir mientras que Warlock le da un golpe en la nuca y lo obliga a bajar la voz.

              Caminamos de regreso hacia el escondite, pero me siento algo incómoda, como si me estuviera costando respira, supongo que necesito un descanso. Le doy una palmada en la espalda a Caipora y empiezo a retroceder, me ve por un momento con confusión, pero después asiente con la cabeza y retoma su camino.

              Salgo de la iglesia y empiezo a caminar sin un rumbo fijo, la gente camina a mi alrededor y ven maravillados la arquitectura, es una de las zonas de Florencia que más afluencia de gente tiene. Un grupo de chicas intentan sacarse una selfie a mi lado y estoy segura que salgo en ella, me acerco y con una sonrisa en el rostro decido hablar con ellas.

—Hola, ¿les tomo la foto?— me muestro sonriente y agradable.

—¡Gracias!— me dice la chica del celular ofreciéndomelo. En cuanto lo tomo me meto a su galería y borro la foto anterior rápidamente antes de tomarles la foto a su grupo.

               Les regreso el celular y ellas me agradecen con una sonrisa, las veo irse felices por mi amabilidad, no me gusta que me tomen fotos, por seguridad busco no salir en ellas. Me alejo de esa zona turística y de sus flashes, camino entre los pequeños callejones buscando un lugar donde relajarme. Llego a un punto donde solo escucho mis pasos retumbando contra las paredes, causando un eco que termina de repercutir en mi corazón, la tristeza y el dolor caen de nuevo sobre mí, me siento abrumada, como si un gran peso cayera sobre mis hombros. Busco con la mirada un rincón, una esquina alejada de todo, oscura y vacía, recargo mi espalda y me resbalo hacia el suelo envuelta en llanto.

               Desde que sé mi condición de inmortal me hice una promesa y era no hacer lazos sentimentales con nadie, no tener hijos no rodearme de personas de las cuales me doliera despedirme y todo se fue a la mierda cuando regresé para ser inquisidor, cuando conocí a Lucifer consideré que era una suerte impresionante haberme enamorado de alguien con naturaleza inmortal, sabía que podría estar con él eternamente y no me faltaría, no tendría por qué llorar su muerte al ser quien era, pero no contaba con tener hijos, no era algo que yo quisiera en lo personal, pero cuando vi a mis niños por primera vez, pequeños, indefensos, ese pedazo de mi carne y de mi sangre, me enamoré de ellos profundamente, me sentí con la obligación de protegerlos, de instruirlos y con forme los vi crecer se volvieron mi orgullo, siguieron mis pasos, buscaron ser unos guerreros y lo lograron, formidables y temerarios guerrero, llevaban en su sangre la esencia nórdica, la fuerza de un vikingo, pero la confianza traicionó a Fiore, confió en Tony, después de los malos tratos convertidos en flores y buenas acciones ella se volvió ciega y eso dejó huérfano a mi nieto, no hay momento en que su perdida no caiga sobre mí con dolor y fuerza, cada momento que respiro la veo con su sonrisa, la veo enamorada de Hariel o mimando a su pequeño Oriel, pero ahora las cosas han cambiado, solo me queda mi amado nieto y mi hijo Leo, me siento tranquila que esté con Zanza en el cielo, ahí estará protegido, pero temo por Abel, no lo conozco, pero es un mal presagio, le temo más a él que incluso a los híbridos. 




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