La noche cubría el cielo de su manto oscuro con titilantes destellos. Las estrellas fugaces eran símbolo del nacimiento ocurrido minutos atrás. Un Salvador acababa de llegar al mundo para esparcir su magia y cambiar aquel mundo lleno de injusticias y seres oscuros que se ocultaban entre los grises, porque las personas puras y transparentes no era lo que abundaba por aquellos territorios.
Joseph llevaba a la creatura en una cesta color turquesa, una creatura hermosa y con un poder sin fin. Su familia lo fue pero de ella no quedaba nada, solo el apellido Marshall en un árbol genealógico olvidado, porque toda esta familia debía ser olvidada. Dos elementos como lo son la luz y la oscuridad no pueden combinarse sin acabar destruidos entre sí o destruyendo a los demás.
Apesar de que Joseph consideraba a la niña la salvación de todos también podía ser el fin. Una era de dolor y desgracias. Por eso debían alejarla de la ciudad de luz, si resultaba que destruiría lo que lo rodeaba debía dejarlo en otra ciudad.
El camino era largo y cansino, pero cinco días de viaje no lo detendrían, su resistencia era envidiable sin embargo no la de la creatura y cuando comenzara a entrar en el territorio maldito las criaturas le seguirían. El olor a bebé era algo que los atraía.
Las horas pasaban sin prisa, la noche se tornaba calurosa y el cansancio alcanzaba a Joseph. Decidió acampar a las orillas del río Gefahr, las leyendas decían que monstruos nocturnos salían de entre sus aguas y decoraban a quienes yacían en sus orillas aunque no lo creía del todo una punzada de miedo lo recorrió.
Estaría bien. Los devoradores de niños no se acercarían si había agua a su alrededor, la cercanía con una corriente de agua les resultaba mortal. Joseph se deshizo de su capa, las altas temperaturas eran propias del territorio de dragones pero según sus cálculos estaban en la otra punta de la isla como para que sintieran semejante calor.
Miró a la cesta y la creatura permanecía quieta, mirando con ojos curiosos la penumbra.
— Quizás si te abandone en la tierra del fuego. Así estarás más cerca de reino oscuro. Podrás averiguar por tus propios medios si perteneces allí—. La creatura frunció el ceño e hizo un puchero como si entendiera lo que el monje le decía y no estuviera de acuerdo con ello.
—Si. Creo que mejor seguimos con el plan inicial. Te llevaré al reino de Springfell, un terreno neutral para tu crianza. Igual si destruyes un reino que sea el de ellos.
El monje no podía encender una fogata, eso llamaría la atención de las ratas mörder unos seres repugnantes con dientes tan largos y afilados como colmillos de elefantes. Las mörder tenían sus madrigueras a orillas del río porque era un lugar favorable para cazar humanos que allí acampaban. Una fogata los atraería y terminarían siendo carroña.
El sueño se apoderado de aquel monje cansado y gruñón que solo pensaba en su bienestar.
Las aguas azul cobalto se removieron de forma extraña, el monje estaba sumido en profundo sueño y la cambia formas que acababa de salir del río Gefahr miraba con ojos hambrientos a aquel hombrecillo durmiente. Hacía mucho que ella no se alimentaba. Estaba sumida en un sueño profundo que solo fue interrumpido por un olor exquisito a sangre y a cría de humano.
Observó al hombre minuciosamente. El corte en la pierna de él se veía superficial, como causado por arañazos de ramas secas. Pero la cría, no tenía descripción ese olor que emanaba por los poros. Olor a carne fresca, a sueños cumplidos y a algo perdido en el tiempo.
La cambia formas dejó atrás su aspecto marino y transformó su cola en piernas, sus escamas en piel tersa y limpia, sus mejillas tomaron un rubor adorable. Se veía como una princesa, después de todo la cambia formas debía disfrutar de su poder.
Tomó a la cría de humano en brazos y se dispuso a devorarla con lentitud para que sus papilas gustativas disfrutaran aquel manjar de los Dioses traído a su puerta. Pero algo la detuvo, la cría manaba una energía poderosa e hipnotizante que acabó alcanzando a la cambiaformas de piel brillante.
—Te llevaré a Springfell como tenía planeado ese hombre. Cumpliré tu voluntad.
Aquella princesa se sintió una sirvienta al lado de la cría de humano. Se sentía rebosar de júbilo con solo tenerla en brazos, con cumplir sus deseos y sobretodo con ser ella la elegida para llevarla al reino del agua.
El quinto amanecer llegó y con él un bebé abandonado frente a las puertas del reino de Springfell. La plebe quedó deslumbrada ante la belleza de ese nuevo amanecer y lo que traía consigo.
Editado: 14.06.2023