Una nueva mañana. Pronto Sharyl Fisher se convertiría en una sanadora. Se alistó temprano, necesitaba ir al mercado y comprar los ingredientes para preparar una sopa de tomates e hinojos frescos. También necesitaba Ylang Ylang y saúco, su abuela Myrna había despertado una tos a la debía poner fin, no sabía con exactitud de que se trataba pero sus tónicos era los mejores para sanar.
La calle del mercado estaba a unas cuadras de la casucha donde vivía. Su trayecto se vio interrumpido por los pueblerinos que corrían en dirección a la entrada. Se dijo que no le interesaba lo que fueran a ver, sin embargo al escuchar las palabras "niño" y "abandonado" en la misma frase quiso correr junto a los demás y así lo hizo. Corrió tanto que llegó en un par de minutos acalorada, con las mejillas rojas, despeinada y sin aliento. Dejó descansar las manos sobre sus rodillas e inhaló profundamente. Cuando se hubo recuperado apartó a empujones a la plebe que se interponía en su camino.
Todos quedaban sorprendidos, no era común que allí abandonarán a los niños sino en la tierra del fuego, por su cercanía a los territorios oscuros. Abandonaban a los niños allí con el objetivo de que fuesen asesinados en honor al rey oscuro pero ...Springfell no era el lugar indicado para dejar niños huérfanos. Niños que podrían crecer y aventurarse en el mundo para buscar a sus padres, nadie abandonaba a un hijo para que éste lo fuese a buscar al cabo de los años. A menos que hubiese alcanzado una fortuna considerable, cosa que rara vez sucedía así que era preferible entregarlos como alimento para las bestias. La Isla Exil tendía a ser un lugar donde la crueldad abundaba.
En una cesta de mimbre color turquesa se encontraba un bebé dormido tranquilamente, ignorante a todo el revuelo que estaba causando. No obstante las personas solo pasaban a verlo y se marchaban, nadie quería una boca más que alimentar, suficiente tenían con los hijos que debían cuidar para que el hijo de otro llegara a casa a disminuir la ración de comida ya de por sí insuficiente.
Pero Sharyl no tenía hijos, si muchas deudas y trabajo mal pagado pero no hijos. No es que quisiese tener uno pero no podía dejar de lado a aquella creatura taciturna que comenzaba a despertar, con ojos grises como los de ella y cabello dorado como el sol de la mañana.
Lo tomó en brazos sin pensar y se encaminó a su casa por aquellas calles empedradas y farolas antiguas. Todos se le quedaban viendo como si fuese una desquiciada que acogía a un animal salvaje, que la podía morder en cualquier momento.
Sharyl no lo consideraba así, se veía así misma como la niña que cargaba en brazos. Porque si, ahora que la tenía en frente se daba cuenta de que sostenía a una preciosa niña. Sentía magia en su mirada.
El trayecto se le hizo corto mientras esquivaba a los transeúntes que vendían especies y condimentos a bajos precios. La población pasaba por sus peores momentos, la carencia de alimentos aumentaba y aún así algunos pueblerinos rebajaban los precios para poder llevar algunas monedas a casa.
Al llegar a casa pensó por primera vez lo que Myrna, su abuela, le diría. No quería que tomara a mal el echo de llevar una niña a casa cuando no se podían sostener ni ellas mismas.
—¡Abuela! ¿Abuela?—. Le pareció raro que Myrna no contestara. ¿Le habría sucedido algo? ¿Su tos había empeorado?
Corrió hasta llegar a la habitación de Myrna. Estaba sobre su espalda, con los ojos cerrados y la respiración pausada. Dormía como un bebé. Suspiró aliviada, Myrna dormía. Era perezosa como ella sola y aún así no podía evitar amarla.
La bebé se removió entre sus brazos y la miró inquisitivamente como si le preguntara que sucedía.
—Supongo que no tienes nombre. O tal vez si....déjame buscar.
Introdujo la mano en su mantita color cerezo en busca de alguna nota. Se estaba al rendir hasta que tocó una superficie arrugada. Un papel.
_Querido desconocido_
_La bebé que tienes en tus brazos se llama Eryn. Llegará a tus manos, la persona indicada, como el destino lo decidió. Cuídala es tu sangre y la sangre atrae._
No lo entendía. ¿Cómo esta preciosura de ojos color tormenta seria de su sangre? Es imposible que alguien pronosticara semejante casualidad. Tenía que ser una broma de mal gusto.
—Bueno creo que ya sabemos como te llamas. Eryn—. Saboreó el nombre y juraba que ya lo había escuchado antes—. Tu nombre es de la nobleza al igual que el mío. ¿Sabías que no es legal en los reinos llevar nombres de nobles? Sin embargo al no pertenecer a este reino no tienes de que preocuparte. Te llevaré a conocer a alguien.
La niña la miraba con admiración. Sharyl ocultó a la niña entre su túnica y avanzó con paso calmado, nadie podía sospechar hacia donde se dirigía. El bosque era su más fiel compañero y se relacionaba con él como si fuera un hermano de toda la vida. El bosque se encontraba al suroeste del reino y era aconsejable no acudir a él.
Apesar de que el reino del agua era un lugar al que las criaturas no frecuentaban visitar sin embargo había una gran posibilidad de que en el bosque si. Pero a Sharyl nunca le pareció ser observada como en esta ocasión. Los árboles se apartaban para abrirle el paso hasta el claro donde Lupo la esperaba.
—Hola Lupo. ¿Cómo has estado?
Lupo era un lobo gigante negro con unos ojos almendrados interesantes y curiosos, siempre curiosos. Un lobo que conocía desde que tenía uso de razón. Lo conocía a él y Madame Ombre quienes la apoyaban y ayudaban tanto como era posible.
El lobo oscuro comenzó a olfatear el aire. Sabía que no la devoraría, confiaba demasiado en él. Lupo inclinó la cabeza inquisitivamente.
—Se llama Eryn, la han abandonado en la entrada del reino. Nadie la quería ayudar así que la he cogido y la he llevado a casa.
—_Su sangre huele a la tuya._—. Lupo le hablaba telepáticamente.
—¿Si? Pues con ella venía una nota—. La sacó de su falda—. Mira.
Editado: 14.06.2023