«Exactamente... ¿En qué momento pensé que coger un taxi por la vía pública sería una buena idea?», meditó Lynn mientras se removía en el asiento trasero del taxi.
—¿Puede ir más rápido? —inquirió de nuevo, clavando sus grandes ojos grises en el androide metalizado que conducía el coche.
—Disculpe señorita Weaver, pero el tráfico no me permite ir a más velocidad. — respondió el robot sin dejar de sujetar el volante.
La joven miró a través de la ventana, estaban en medio de un atasco descomunal en medio de la ciudad.
Era extraño, aunque la vía pública era la que solía sufrir más atascos —debido a que era la única ruta en la cual podían conducir los vehículos terrestres—, era la menos concurrida.
¿Por qué? Fácil. En días laborables, la gente solía optar por la vía aérea, las autopistas inteligentes o los canales de alta velocidad.
Soltó un bufido de exaspero.
—Llegaré tarde a trabajar —se quejó malhumorada.
—Le pasa por no controlar la hora ni mirar las noticias —comentó irónicamente el androide.
—¿Disculpa?
«Ahora resultará que hasta un androide puede tomarme el pelo», pensó.
—No necesita disculparse —dijo soltando una risa mecanizada— No es su culpa, es su sistema nervioso que no ha reaccionado al sonido emitido por el despertador.
La mirada metálica del androide, que consistía en dos agujeros con un chip sensor visual, se encontró con los ojos enfurruñados de Lynn.
—No me mire así, parece que quiera desintegrarme con la mirada y, ambos sabemos, que, siendo humana, usted no puede hacer eso.
—¿Tienes algún desajuste de tuercas o algo así? —preguntó la chica cruzándose de brazos. Hacía tanto tiempo que no cogía un taxi por la vía pública, que casi había olvidado lo divertido que era conversar con los androides, a cada cual más disparatado.
—Por supuesto que no —contestó mientras avanzaba lentamente unos pocos metros —. Sólo acentúo los rasgos que son agradables para los seres humanos, para eso he sido programado.
—Como consejo, te diré que bajes tu nivel de ironía, no es precisamente agradable a las nueve de la mañana.
—¿Tan desagradable como preguntarle a una mujer por su peso? —dudó el robot pasándose una de sus manos por la barbilla— ¿Peor que preguntarle por su edad cuando ya ha pasado de los cuarenta?
Lynn lo miró con reprobación. Los androides ya no eran como los de antes, casi los prefería cuando no hablaban.
Exasperada, miró el dispositivo dorado que le sobrecogía la muñeca, un reloj que hacía todas las funciones necesarias, incluso detectar el nivel de azúcar en sangre, la presión arterial o el estado anímico del sujeto que lo llevaba.
Miró la pantalla, eran las nueve y media, es decir, llegaba tarde. Hacía ya diez minutos que debería estar en su puesto.
«De esta no me libro», asumió Lynn recogiendo su largo cabello negro en una cola.
El holograma sobresalió de su dispositivo tan pronto como su dedo se posó en la pantalla.
—Llamar a Matt —pronunció haciendo que el dispositivo la detectara. Un "marcando número" resonó dentro del vehículo.
—Qué voz tan lasciva —rio el androide mientras el holograma dejaba sonar los pitidos de la llamada en espera. Lynn le lanzó una mala mirada. — No me refería a usted, sino al sensual dispositivo que lleva en la muñeca.
—Oh, cállate —clamó con desespero.
—¿Hola? —preguntó una voz saliendo al otro lado de la línea.
—Matthew, soy Lynn —contestó mirándole a través de la pantalla. Su cabello chocolate y sus ojos verdes acaparaban toda su atención—. Estoy en medio de un atasco, llegaré tarde a trabajar, ¿puedes cubrirme?
—Sabes que lo haría encantado, pero será imposible, Dion está formando filas para la celebración.
—¿Celebración? —preguntó ingenua— ¿De qué hablas?
—El ascenso del presidente Lawson al Gobierno. ¿Acaso no viste las noticias anoche? —dijo Matthew regañándola.
—Eso mismo me pregunté yo —intervino el androide.
—No, no vi las noticias. Lo extraño es que tú las hayas visto, ¿no duermes o qué? —suspiró nerviosa— Me dormí en cuanto llegué a casa.
—Está bien, eso ya no importa. Ven rápido, todos los miembros de la Brigada hemos de estar presentes en la celebración, no puedo cubrirte más de cinco minutos —Matthew miró a su alrededor, vestía con el vestuario típico de la Brigada: pantalones y camiseta de color oscuro, botas militares y chaqueta con estampado de camuflaje de color azul, en ella se podían divisar varias medallas y el logo de la Brigada del Éter— Ven tan rápido como puedas.