BLAIR HOFFMAN.
A veces creo en ideas erróneas, que van en contra de mis principios y mi estilo de vida. Pero cuando Arya Morton me dijo que el infierno era por demás mejor que el cielo, no dudé ni un segundo en creerle.
Últimamente la veía más sonriente de lo normal, me refiero entonces a que de hecho jamás sonreía, y ahora de vez en cuando se le pueden observar ciertas expresiones de alegría leves, pero ahí están, existen. Y ver a una persona, como ella, ser feliz te hacía sentir cosquillas por todo el cuerpo. Durante la clase de Historia, habló como sí su vida dependiera de ello, se veía por demás animada y muy informada respecto al tema. Yo por el contrario no había estudiado ni prestado atención a ninguna clase. La historia no era lo mío, nunca me agradó eso de tener que recordar el pasado de gente que no me interesa y no me afecta, entonces jamás le presté el interés que debía recibir. Por otra parte, se notaba a kilómetros que a ella le fascinaba. Entonces sentí que era una artista en ello. Me acomodé en mi pupitre y apoyé mi cabeza sobre mis manos mientras oía al diablo hablar sobre el infierno.
¿Era posible contar algo con tanta pasión y que dejara de hacerlo aburrido?
Cuando se tomó un momento para recuperar el aliento, y pensar mejor lo que seguiría contando, me observó y me dedicó una sonrisa con todos sus dientes, yo se la devolví e hice un ademán con la mano para que prosiguiera con su obra de arte.
─ Está bien, Arya. Es suficiente por el momento ─habló Mr. Feraud, desconcertada por su actitud miré a Arya quien se veía desilusionada y había perdido los ánimos.
─ Aún me falta finalizar con las consecuencias de la crisis, solo unos minutos más, por favor ─suplicó, pero la profesora negó con la cabeza y Morton no insistió, tomó sus cosas del escritorio y volvió a su asiento. Respiré profundo y solté un largo suspiro.
¿Cómo se atrevía esa arpía a cortar el tallo de la flor cuando apenas estaba floreciendo?
─ Hoffman, es tu turno, pasa.
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─ ¿Por qué el infierno?─pregunté, ella se levantó de su lugar, hasta llegar a la puerta de salida, me observó y con su dedo índice hizo una señal para que la acompañara afuera. Yo la seguí, comenzamos a recorrer los pasillos del Instituto, las miradas de los estudiantes que antes evitaba ahora estaban clavadas en cada paso que dábamos, yo intenté actuar con normalidad, pero por dentro la presión me carcomía.
─ ¿Cuánto dinero te dan estos infelices por renunciar a tus sueños?─interrogó segundos después de detenerse en la puerta que daba al comedor, por un momento me vi desconcertada, porque no lograba comprender a quienes se refería, hasta que la miré observar por la ventana que había directamente a las cocineras sirviendo en las bandejas la comida del día, con sus redecillas en las cabezas y sus uniformes lilas. Parecían más prisioneras que empleadas pero prefería no verlas mucho al pasar.
─ Debo subsistir de alguna manera, si quiero ser feliz debo hacerlo─respondí apartando la mirada de la escena para mirar fijamente el suelo. Sentí un suspiro de decepción por parte de Arya, con su mano levantó mi mentón para que la mirara directamente a los ojos y me sonrió levemente, pero no era una sonrisa de felicidad, era de compasión.
─ Mis padres trabajan todo los días y no los ves con una sonrisa de oreja a oreja, de hecho creo que lo último que les interesa es subsistir─respondió al cabo de unos segundos, empujó la puerta y yo la seguí de atrás. Se aproximó a la extensa fila y tomó una bandeja, yo hice lo mismo y me ubiqué a su lado.
─ ¿A qué te refieres?─pregunté casi en un susurro.
─ A que si tuviesen el valor suficiente ya le habrían pagado a alguien para que los maten─respondió tan naturalmente que me causó escalofríos.
─ Que irónico.
─ ¿Qué cosa?
─ Quien cobre por asesinarlos, lo hará por la misma razón que por la cual ellos trabajan.
─ ¿Y el infierno aún te parece una tortura? ─preguntó, la miré aún más confundida y esperé a que continuara─ Dime, Blair, ¿quién seremos nosotras en un futuro, mis padres o el asesino?
─ ¿Y qué interesa quién seamos? Si ambos buscan lo mismo no hay diferencia.
─ La diferencia es que uno se va al infierno─la fila comenzó a avanzar y dimos unos pasos hacia adelante.
─ ¿Asesinarías por dinero?─escupí la pregunta sin pensarla ni digerirla, ella me miró de reojo y luego volvió la vista al frente.