Expediente Saturno.

ix. Enero.

BLAIR HOFFMAN.

"He visto cosas aterradoras en la madrugada. Por eso no me gusta permanecer despierta. Pero el insomnio me persigue y es inevitable. Era algo normal últimamente, no poder dormir, no poder soñar. Ya no recordaba de hecho como eran los sueños buenos, los interesantes. No me creo en posición de poder soportar los problemas que estoy viviendo, no los deseo, nadie lo hace. Por las noches nuestra familia se cae a pedazos, mi padre sale de casa a ver a quien sabe quien, y mi madre comienza a beber cerveza, de la barata, si fuese de la buena ya nos hubiesen fundido. Al menos había sido considerada con nuestra economía para emborracharse hasta el tope."

Ese solo era el primer párrafo de una carta de Enero, casi todas eran de ese mes. Ninguna había sido enviada a destino.
El filo de una daga recién pulida traspasando mi delgada piel probablemente dolía menos que las palabras escritas por mi hermana desaparecida.
Me ahogaba, a los pies de mi cama, frente al espejo de mi habitación, mi reflejo y las cartas me ahogaban. Esa noche era la cena de Arya, y no faltaría. Pero mi imagen en el espejo solo estropeaba todo. Estaba destrozada, lo podía ver en mis ojos, ya no me quedaban lágrimas por llorar y aun así mi rostro parecía apaleado. La furia y la angustia recorrieron mi columna tan rápido que no me dieron tiempo de analizar opciones, tomé el cepillo y lo lancé al espejo con toda la fuerza que mi pequeño cuerpo poseía. Los pedazos salieron disparados por toda la habitación y un par me dieron en las piernas desnudas y mi abdomen. No sentí dolor.
Estaba demasiado furiosa para sentir otra cosa, ahora sin reflejo y ensangrentada decidí volver a sentarme.
Karla no me había oído, estaba mirando su programa de televisión favorito. Mi madre se había ido de parranda, otra vez.

Tal vez debería contarle sobre las cartas.

¿Para qué? ¿Para que siga ahogando "sus penas" en alcohol?

Hasta Emm lo sabía. Ni de eso pude protegerla. Aún estaba furiosa, pero romper más cosas no era la solución, y debía tranquilizarme para la cena, me quedaba aun una hora. Y tomé un lienzo.
A un lado estaban mis pinceles, y no tenía mucha pintura, el dinero no alcanzaba para eso, pero por suerte me había quedado mucha del color que menos utilizaba; el negro. En ese instante el color era perfecto. No sabía lo que pintaba, solo que mi mano iba a la velocidad de mis pensamientos, desaté en el lienzo una bestia y solo rogaba por poder detenerme luego de ello.

¿Y si no quiero detenerme?

A Emmeline no le hubiese gustado verme así; semidesnuda, lastimada, y pintando con todo el dolor que había en mí. Creo que a nadie le hubiese gustado.
Pero lo necesitaba, aun necesito, poder gritar. Mi mano aumentaba su velocidad y solo pensaba en rostros desconocidos, rostros autores de su desaparición, en el bosque de Houston, en el lugar donde esconderla, en lo que le estaban haciendo, o lo que le hicieron.
El lienzo se rompió y me detuve.

Enero no tenía la culpa de ser el peor mes del año. Emmeline tampoco.

Mamá y papá sí.

¿Acaso ignoraremos todo? ¿Cuántas veces la volveremos a eliminar?

Miré a mi lado, Enero 2, otra carta. Para quién sabe quién. No comprendía y solo quería acabar con todo eso pronto.

"Extraño los momentos en que las cosas eran sencillas, vivíamos ajustados, pero la avaricia no había sido ningún problema hasta aquella noche. Llegó gente rica al pueblo. Gente importante. Nunca entenderé eso, papá dice, que hay personas más importantes que otras. Cuando le pregunté el por qué me respondió que, quien más dinero posee en sus manos, más alto que el otro es. Entonces le pregunté donde nos quedábamos nosotros, me dijo que no nos quedaríamos mucho tiempo donde estábamos, que el dinero nos llovería una vez que terminara con un par de negocios. Pero perdió todo en las apuestas y junto al dinero también la cabeza. Tal vez no debí preguntarle sobre la gente importante. No sabía que esos papeles verdes eran rangos."

Creo que será mejor ducharme y vestirme, ver a Arya y a Jacob. Olvidarme un poco de esto, o explotar más. Quién sabe. Aún así no me cabe duda de que Emm hablaba de la familia Morton. Papá se enloqueció al oír de su llegada. De hecho, papá ya estaba loco, solo había que soltarle la cuerda. No fue el único que desapareció luego de Emm. Él se fue de forma galante, nos insultó por ser una horrorosa familia, escupió un par de groserías más, tomó sus llaves y se fue en la camioneta. Desde entonces no usamos el garaje, pero es más sencillo decir que la tía Karla vendió el coche.
Las cajas llenan el vacío. Papá falleció por borracho y por andar en cosas feas. Mamá también murió, pero eso ya es otra cosa. La persona que era murió. Ahora quién sabe en lo que se habrá convertido. Quién sabe en lo que me convertí yo. Karla por otro lado siempre fue la misma. Nunca ocultó lo que era, y siempre confió en que Emm regresaría. Hasta hace un par de semanas.



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En el texto hay: casos sin resolver, amor lgbt, investigacion

Editado: 16.07.2019

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