BLAIR HOFFMAN.
"Desterrada de ideas claras, el cuerpo de la joven yacía en tierra muerta y sus manos se habían hecho ramas en el suelo, donde ella estaba era donde el césped y la vida crecía como premonición de la catástrofe que se aproximaba, ¿cómo se ama a un monstruo? se preguntó. Pero la verdadera pregunta, era ¿cómo se podía amar?"
Las cartas de Emmeline eran puros cuentos, entonces en vez de cartas o experiencias de vida se convirtieron en manuscritos aleatorios dentro de una caja vieja. Tal vez el director Max tenía razón. Si no me alejaba del pasado me perdería del presente.
Pero Arya y Jacob ya habían comenzado con todo esto, el día de la biblioteca se llevaron las cartas y me pidieron que buscara todo lo que tuviera que ver con mi hermana. Tenían teorías, pistas, creían en la esperanza. Yo no había tenido de eso en años.
Estaba de pie ante una montaña de recuerdos que habíamos dejado en el garaje para que se pudran allí. Las cajas se deshacían por la humedad y no me sorprendería de que hubiera un animal muerto por algún lado. Apestaba como todo en este lugar. Comencé a dar vueltas, al principio de mala gana, realmente no estaba buscando nada. Luego me reprendí a mi misma por ser tan egoísta, ¿soy su hermana y ni siquiera tengo los ánimos suficientes para buscarla?
Desempaqué cajas, abrí bolsas y desarmé estuches. Nada.
El tiempo comenzaba a hacerse pesado, cada minuto era una eternidad y no hallar cosas útiles era un castigo. Entonces divisé entre el montón una bolsa de tela rosada algo maltratada. Al principio la había desestimado, me parecía el único lugar donde alguien como Emmeline guardaría sus pertenencias.
─ ¿Qué buscas, dulzura? ─su voz ronca hizo que me sobresaltara y diera unos pasos hacia atrás, miré a Karla de arriba a abajo, y me tranquilicé al ver que se trataba de ella.
─ Cosas ─respondí algo alarmada aún, ella desconocía mis intenciones, y era suficiente que una persona de la familia pasara por esto otra vez.
─ Tu madre me dijo que te notaba algo distraída últimamente ─farfulló mientras tomaba un cigarro de uno de sus bolsillos, lo acercó a su boca y luego con el encendedor que tenía en la mano derecha intentó encenderlo, una, dos y a la tercera funcionó. Guardó el fuego e inhaló su humo, alejó el cigarrillo de su boca y tosió un par de veces.
─ ¿Mamá me notó? ─pregunté sarcástica, oí una risita salir de los labios de Karla antes de regresar el cigarro en su boca y me miró con sus ojos almendra.
─ No encontrarás nada por aquí ─destacó, la miré estupefacta, y di unos pasos hacia atrás ─Ya te he dicho donde está, ¿por qué insistes, carajo? ─preguntó irritada.
─No es lo que tú crees, sólo buscaba unos libros viejos, para el instituto ─respondí angustiada.
Lanzó el cigarrillo al suelo y dio un paso al frente para pisarlo con su sandalia y así apagarlo.
─ ¿Crees que no conozco todo este circo? Pasas una semana sin salir de tu habitación y ahora investigas mi garaje, no eres la primera, dulzura. ¿No has visto a tú madre? ¿Qué es lo que quieres encontrar?
─ No lo sé, sólo... ─me sentía ahogada, no sabía que contestar o como reaccionar y solo me quedé tiesa, esperando a que me dejara ir y olvidarme de esta locura.
─ ¿No crees que sea hora de dejarla ir? ¿Cuánto más la ataran a este mundo? ─escuché como su voz se desmoronaba y observé como sus ojos se cristalizaban.
─ ¿Y si no quiero hacerlo? ¿Por qué debería? Era lo único que me quedaba en Houston, ahora no tengo nada, ¿no me ves? Vivo para recordarla y siento que el vacío me carcome, quiero explotar, quiero destrozar todo, Karla, maldita sea, ¿no me ves, acaso? ─las palabras salían de mi garganta amontonadas y desordenadas, sentía una gran presión en mi pecho y solté un par de lágrimas tímidas que oculté con mi cabello, me limpié el rostro con la parte de la tela más suave que tenía mi suéter y recuperé el aliento luego de un par de segundos.
─ Si la deseas tanto, tal vez deberías buscar donde la perdimos ─ahora sonaba más hostil que de costumbre, no dejó corromperse y se negó a soltar lágrimas en frente de mí.
─ ¿Y dónde la perdimos? ─ enervé irritada.
─ Los niños y niñas que recorrían los alrededores del lago Fark en mil novecientos ochenta y siete conocen el secreto detrás del bosque ─confirmó, se aproximo a la bolsa rosada y desató el nudo que tenía, la abrió y dejó a la vista un conjunto de flores marchitas de diferentes tipos. Me acerqué y me senté frente a ellas, Karla comenzó a auscultar dentro, y de entre montón sacó otra bolsa, más pequeña y más cuidada que las demás ─ Quiero que me prometas una cosa ─siguió mientras me tendía aquel saco ─ Si no encuentras a Emmeline en el próximo mes, no la busques más.
Tomé el costal y ella me observó.