Expediente Saturno.

xviii. Abdomen.

ARYA MORTON.

"La teoría de la vida consiste en ver cuanto puedes soportar entre tanta mierda. Perder el juego te cuesta la vida y ganarlo tu alma y pecados." Así terminaba el libro de Frankenstein, pero Blair se había negado a seguir leyéndolo porque comprendió que lo que le había entregado no era un libro de fantasía sino uno de historia. Cuando comprendió las metáforas prefirió devolvérmelo con la mentira de que lo había terminado. Obviamente no le creí, su rostro me hubiera dicho que sintió temor por cada página que avanzaba y el final había sido tan perturbador y humano que tendría pesadillas por el resto de las noches que le quedaran. Pero su rostro no me dijo nada. A Blair dejé de verla por un tiempo luego de lo que pasó en el lago, ella necesitaba tiempo para decidir lo que quería hacer, de Jacob no tenía idea, se desvaneció en el aire luego de esa noche y no diré mentiras porque su ausencia la he podido sentir más que cualquier otra a lo largo de mi vida. Desee que volviera, llamé y volví a llamar a tal punto que me dolían los dedos de marcar en el teléfono. Cuando pasaba por su casa su padre me negaba cuando pedía hablar con él o saber su ubicación. Jacob ya está grande, dijo, pero de seguro que anda de vago, si no quieres que se te vuelva a perder ponle una correa.

No reí y tampoco le sonreí. Si Jacob quería evitarme de la nada no era sorpresa, yo tampoco podría soportarme tanto tiempo. Me tragué las ganas de llorar, tenía un nudo en mi garganta y en mi nariz sentía un cosquilleo, sabía que si otra cosa me pasaba en ese instante iba a estar bañada en lágrimas, pero me las aguanté a cada una de ellas y regresé a mi casa a pie. Sola otra vez.

Doce minutos de caminata me habían parecido una eternidad. No recordaba que el sol fuera tan imponente en Houston, probablemente no lo sabía porque solía salir por las noches como los vampiros. Del instituto por otra parte no tenía noticias, comencé a faltar regularmente y nadie en mi diminuta familia lo había notado. Cuando llegué a casa me saqué mis zapatos, los lancé al sofá de la sala y corrí escaleras arriba hasta mi cuarto. De pronto sentía que una fuerza invisible comprimía mi abdomen. Entonces la idea de una ducha se había vuelto realidad, mientras esperaba que se llenara de agua me desvestí, la presión aún seguía y no veía el momento de sumergirme.
Sentí un aire fresco recorrer mi cuerpo desnudo y desee que fuera eterno. Adoraba el frío del suelo de mármol, caminé unos pasos hacia atrás hasta recostarme sobre el muro. Observé el techo y me quedé así por unos segundos. Me quedé hipnotizada por la caída del agua y cuando me percaté que ya estaba lista cerré el grifo. Me sumergí dentro de ella y me perdí en mis pensamientos por un rato.

Sí a Emmeline la secuestran no es posible que siga en el pueblo. La niña con su bicicleta amarilla va a recorrer las calles de Houston, sale de su casa, pasa por el lago y llega hasta el estacionamiento de la escuela, quién sabe que hace y poco tiempo después regresa al lago. Allí se desvanece con bicicleta y todo. No existen registros policiales de asesinos o secuestradores en el pueblo excepto el posible raptor de Emm y el pirómano de la granja. Y de esos dos no hay nombre ni rostro, son como fantasmas, o en mi mente es uno solo. Mi ser desea que ellos sean la misma persona para poder conciliar el sueño esta noche. Porque sí hay más de un demente en Houston deberíamos considerar abandonar el pueblo, porque la locura se contagia. La inconsistencia en el caso de Emm daba vueltas mi cabeza. Una niña pobre, sin futuro en un lugar como este, y conflictos familiares no tenía mucho por lo que luchar. Y el pueblo no movió un dedo cuando desapareció.

Salí del agua porque sentía que me ahogaba, tomé una toalla y me sequé rápidamente, la presión en mi abdomen se había desvanecido pero ahora sentía un peso en mis hombros del cual jamás me había percatado. Entonces decidí vestirme, tomé una camiseta blanca y fue suficiente. No estaba preparada para abandonar mi libertad aún. Tomé una silla y la arrastré hasta que estuviera frente al espejo, me senté en ella y recorrí con la mirada la longitud de mi cabello, determiné que aquel era el peso. Tomé unas tijeras, entrelacé mis dedos con el cabello y los llevé hasta mis hombros, comencé a cortarlo y repetí lo mismo del otro lado. La larga llama que antes era mi extenso cabello comenzó a caer en mi regazo y en suelo. Luego de esto debería volver a bañarme. Cuando terminé me miré al espejo, recorrí mis facciones y por un momento sentí que ya no era yo quién se reflejaba.
Me giré y sobre la cama se hallaban las cartas de Emmeline. Por mi mente pasaron mil ideas, entre ellas confesarle lo que había descubierto del 21 de Diciembre y del breve expediente policial a Blair. Pero la castaña no estaba en sus cabales para comprender lo que significaba Saturno para el alma en pena que era su hermana. La primera vez que leí su carta, creí que estaba desvariando y se me cruzó la idea de que había escapado, pero estaba segura que había sido un secuestro. Porque Emmeline sabía que no estaba lista para aterrizar y Liam se la llevó a la fuerza.



#12561 en Thriller
#7094 en Misterio
#5118 en Suspenso

En el texto hay: casos sin resolver, amor lgbt, investigacion

Editado: 16.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.