Expediente Saturno.

xix. Diciembre.

EMMELINE HOFFMAN.

(CARTA)

31 de Diciembre de 1986.

Diciembre era caluroso y la navidad se había convertido en sueños rotos. Quería tener tiempo de mencionar que de hecho como a las personas que nos miraban desde afuera no me parecía desagradable cuando la abuela Karla se sentaba en uno de los escalones de la entrada y dejaba que toda su masa corporal se revelara a la luz. De hecho ella se reía de las caras de las personas tan desafortunadas que les daba repudio las arrugas de una anciana. Y eso que solo se dignaba a enseñarles sus brazos y piernas pero bien sabía que si no fuera ilegal andaría sin prendas y descojonada de la risa. Mamá me dijo que estaba mal de la cabeza y yo le respondí que si ser feliz era estar loca yo quería ser participe de su locura. Pero en esta casa gastas las palabras porque nadie te escucha.
Papá volvió a maldecir, perdió otro juego.
A Blair no la he visto, me pregunto si ella a mi sí.
Pero hoy no escribo por mi familia, escribo por mí. Y aunque suene egoísta o de egocéntrica no es con esa intención. Pero como ya he escrito que en esta casa las palabras sobran, las utilizaré aquí.
Recorrí el lago, no es ninguna noticia, el agua se ha vuelta mi única amiga y tengo miedo de que me traicione, por eso jamás he podido sumergirme en ella.
Pero recorriendo los alrededores noté un movimiento en la orilla, despertó mi curiosidad y mi instinto (él cuál desconocía por completo) me llevaron a remover un par de arbustos y hiervas con mucho cuidado mientras analizaba con detenimiento el perímetro. Al hacerlo hallé un regalo del río, una nueva amiga. La llamé Nefertiti porque su longitud y colores merecían el nombre de una reina, y su belleza era tan espléndida que no existía mejor que aquella. La tomé con cuidado y la llevé hasta dejarla dentro del canasto de mimbre que tenía mi bicicleta, pedalee hasta la casa, entré y busqué algo para poder transportarle sin que me vieran con ella. Así que tomé una de las vasijas viejas y coloqué a la serpiente allí adentro, caminé con cautela por casa y subí a mi cuarto. Cuando entré y cerré la puerta oí a Karla de lejos llamándome, su voz al gritarme me puso los pelos de punta y creí que me había visto en medio de mí intrépida misión. Así que escondí a Nefertiti en el armario y bajé con la vasija, miré a Karla de arriba a abajo y le sonreí con inocencia.

─ ¿Qué te ocurre? ¡Pequeña mocosa! Seguro has vuelto a tomar mis galletas, ¿eh? No intentes seducirme con la carita de ángel que llevas, que yo se bien que debajo de ese desastre que llamas cabello llevas bien puestos los cuernos ─vociferó mientras daba vueltas a la sala.

─ Yo no tomé tus galletas ¡Anciana amargada! Y que sepas que tendré cuernos pero tú tampoco andes de ángel, o le diré a papá quien ha estado hurgando donde no debe─le reclamé, ambas estábamos conteniendo las carcajadas y yo aproveché para dejar la vasija sobre la mesa ratona.

─ ¡Cría cuervos y te arrancarán los ojos! Eres una verdadera Hoffman, querida. Pero que sepas que esto no acaba aquí y pronto deberás decirme que cosa trajiste a la casa─ pronunció, en ese instante quedé helada, no me explicaba como era que había percibido la presencia de Nefertiti si ni siquiera estaba dentro de la casa cuando la ingrese.

─ ¿De qué cosa habla, Marie? ─la entrada en escena de mi madre siempre iniciaban con una posible amenaza detrás.

─ Es un juego Lucille, ¿qué tal si te tranquilizas?─respondió Karla, en mi interior le agradecí por no delatarme, mamá por otro lado frunció el ceño y salió echando humo de la sala. Le hice unas señas a mi abuela para que me acompañara a mi alcoba y me siguió a paso lento. Busqué a mi nueva amiga y con una mezcla de miedo y confianza se la entregué. Karla quedó muda por primera vez en su vida, le dio vueltas y acarició varias veces. Cuando me preguntó su nombre en su interior ya sabía mi respuesta.

─ ¡Oh, Nefertiti! ¡La bella ha llegado!─exclamó con exageración─Descubriste a una gran faraona, mi querida Emm, ¿pensaste en que tu madre se volverá loca cuando la encuentre?

─ Por eso no debe hallarla, Karla─respondí.

─ ¿Quieres que guarde este secreto por ti? ─me preguntó mientras me entregaba a la serpiente.

─No es él único que te pediré que guardes, abuela, Nefertiti no fue lo único que encontré hoy.

─ ¿Qué más hallaste, mi pequeña aventurera?

─ ¿Me prometes que no se lo dirás?

─ Jamás rompo una promesa, y menos cuando se trata de ti, Marie.

─ Y si te dijera que existe un mapa que puede llevarte a un lugar maravilloso, ¿me creerías?

─ ¿Cómo es ese lugar?

─ No podría explicarlo, solo sé que es perfecto. Podrías venir conmigo y Nefertiti, Liam nos llevará.



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En el texto hay: casos sin resolver, amor lgbt, investigacion

Editado: 16.07.2019

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