Mientras Albus maneja, notas que el joven que está detrás no quita la vista del detective. Parece como si quisiera devorárselo, tal vez no de manera tan literal.
–¿Qué pasa, Lector/a? ¿Tienes todavía dudas sobre lo hecho? –pregunta Albus sin dejar de ver al frente, con una gran sonrisa en el rostro.
–No, en realidad. Sólo que me parece mucha coincidencia que haya encontrado a un sospechoso así de fácil. Este caso lleva ya seis años, casi siete, sin ser resuelto. Muchos lo han intentado, y trabajan con cada pista para conseguirlo, pero no hay nada. Parece como si quien asesina a las bestias fuera un fantasma o algo así. –Cuando dices eso, Linda y Albus intercambian una mirada seria por medio del espejo retrovisor, cuya expresión del lobo ahora parece una de gallardía.
–Desde que entraste a la universidad este caso está abierto. ¿Decidiste estudiar criminología por ello?
–No, siempre he querido ser una detective. –Tu respuesta a Albus no le hace cambiar su sonrisa pretenciosa, secundado aquello por Linda.
–Tienes agallas para llegar hasta acá y creer que puedes resolver un caso tan difícil como este –menciona la híbrida, cosa que no te molesta, sólo te hace reflexionar.
–Bueno, no es que tenga el ego para decir: «yo lo resolveré». Pero alguien debe de hacerlo. Cuando el profesor Jaime me recomendó, me dijo que ésta sería la verdadera prueba que necesito para descubrir si esto es para mí. Me esforzaba demasiado en la escuela y claro que me intriga el caso. Tanto que he investigado mucho sobre lo sucedido y voy al corriente con todo. –Esa confesión provoca que Linda sonría un poco, para luego dirigir su mirada al prisionero.
–¿Por qué no interrogas al joven? –invita la híbrida, algo que extrañó al detective.
–¿Linda?
–Déjala, Albus. Debe aprender a hacerlo. De igual manera, todo está siendo grabado –confesó la zorro, permitido aquello por el lobo tras un suspiro de molestia.
–¿Cómo te llamas, joven? –preguntas, a lo que el chico responde con timidez.
–Eliazar Keeves.
–Hola, Eliazar. Yo soy…
–Ve al punto, Lector/a –expresa Albus, lo que te molesta un poco.
Al momento, volteas hacia el joven girando tu cuerpo y colocándolo entre los asientos delanteros, cosa que llama la atención del chico hacia ti.
–¿Qué edad tienes, donde vives y con quién? –El chico mira hacia el espejo retrovisor y, con una expresión menor, Albus cruza miradas y asiente hacia el suricato, lo que le hace hablar.
–Tengo 19 años, vivo en la colonia de al lado de donde me hallaron, con mis padres. –La sinceridad es notada por todos, para proseguir el chico. –No tengo nada que ocultar, en realidad. Sólo soy un chico normal al que le encargaron cuidar esa casa.
–¿Por qué? –preguntas, algo que llama la atención de Albus.
–Muchas personas la usan para hacer cosas malas. Algunos se drogan, otros van a vandalizarla e incluso se meten vagabundos o transeúntes que buscan tener privacidad. Todos saben que los Marina jamás regresarán –explica Eliazar. Esto hace hablar a Albus.
–No hiciste la pregunta importante –reclama el lobo más serio.
–Apenas iba a preguntar que quien se lo ordenó –aclaras al instante, respondido por el arrestado.
–El señor Henn. Es el juez de barrio. Es un señor que vive a unas diez cuadras de la casa de los Marina.
–¿Conociste a la víctima? –En eso, Albus frena, por lo que te das cuenta que ya llegaron a la comisaría. –Eso fue rápido.
–Basta de juegos y vamos a interrogarlo de verdad. De igual forma, no estuvo mal, Lector/a. –Albus bajará del auto y abrirá la puerta donde se haya el joven, tomado aquel de inmediato y llevado al interior de la comisaria, a la par que bajas del vehículo.
–¿De verdad pasaremos vela? –preguntas al aire, cansada.
–Puedo pedirte un taxi si estás cansada –dice Linda desde detrás de ti, cosa que te parece raro, pues no la escuchaste abandonar el auto en ningún momento.
–No, tengo que quedarme. Es parte de mi trabajo.
–Entonces déjame invitarte un café. Te falta callo con las preguntas, pero creo que vas por buen camino.
–¿Tú también estudiaste criminología o algún tipo de secretariado? –La pregunta hace reír a Linda, dadas unas palmadas amigables en tu espalda por ella y comenzado su avance sin responderte.
–¿Negro o con leche? –cuestiona la híbrida al verte de reojo. Aquello te genera cierta confianza.
–Negro. Y que tenga azúcar.
–Justo como me gusta. Negro y dulce –dice la mujer al momento que la alcanzas, notada cierta picardía en sus palabras, para luego tu ver hacia el cielo nocturno y pensar por unos momentos en todo lo que tuviste que hacer para llegar hasta ahí.
Crees entender lo que Linda quiso decirte en un inicio. Las cosas parecen en verdad difíciles para una principiante, pero estás segura que puedes con esto si te enfocas en lo importante. Un pequeño interrogatorio fallido no te detiene, sólo te alienta a seguir aprendiendo y hacer de ti un detective de verdad.
Tal vez mejor que Albus.
(Procede a "Capítulo 4-B")