Expediente W

Capítulo 4-C

–¡Comisario! Disculpe la molestia, pero me gustaría hablar con usted sobre algunas cosas que sucedieron mientras trabajaba en campo con el detective Albus. –Tu tono de preocupación hace que Keneth te tome muy en serio, por lo que te pide acompañarlo a su oficina, donde se encerraron.

–¡Dígame, oficial! ¿Qué le mortifica? –cuestiona el hombre con ambas manos postradas sobre su escritorio, casi sentado sobre él.

–Bueno… Para empezar, y sé que ya debe de saberlo, mas quiero estar segura. ¿Usted está enterado de que el detective puede usar magia? –Aquello hace reír a Keneth, cosa que contesta de inmediato.

–Sé que es extraño en nuestro país, mas no es el único que sé puede hacer algo así en el mundo. Conocí en mi juventud a una mujer muy hermosa del clan de canes de Aspania. Tenía una habilidad con la magia indudablemente envidiable, y ejecutarla era todo un espectáculo visual para los presentes. Cuando tu antiguo maestro me comentó sobre Albus, lo primero que me dijo es que era un excelente mago. No lo he visto en acción, mas estoy enterado –acertó a decir el hombre ya de brazos cruzados, despreocupado.

–Bien, eso ya me quedó completamente claro. Ahora, sobre sus… «métodos» de interrogación y captura de los sospechosos. Pasó algo… ¿cómo podría decirlo? ¿Inusual? –Es entonces que el comisario parece preocupado y confundido, cuya mueca expresaba interés genuino.

–Oficial, téngame confianza y dígame: ¿qué es lo que le mortifica? No me importa quién sea, no voy a permitir mala praxis en mis subordinados –asegura el hombre, lo que te da el valor de hablar claro. Es ahí donde, con algo de pena, describes lo sucedido con cierto detalle, cosa que provoca una cara de impresión en el comisario, mas luego la seriedad se transformó en risas al final de su parte– ¡Ja, ja, ja! ¡Conque de eso se trata! –exclama el hombre de manera jovial, algo que no saber cómo tomarte–. Una pregunta: ¿qué tanto ha convivido con gente bestia? –La pregunta provoca que te sonrojes, para luego lanzar tu mirada lejos del comisario.

–P-pues no mucho. Pertenezco a la zona media baja de la ciudad. Hay algunos híbridos, pero muy pocos de raza pura. Tuve un par de compañeros en la secundaria, sólo uno en la preparatoria y en la universidad había seis compañeras. Sólo algunos maestros, como el señor Jaime Galván, eran raza pura –explicas con cautela, para luego el comisario sonreír un poco y denegar con la cabeza sobre ello.

–Me impresiona que no les enseñen sobre esto en la escuela. Sobre todo, en criminología. Voy a hablar muy seriamente con Galván –comenta Keneth de momento–. Oficial, es muy común entre las bestias someterse de dicha manera para propósitos de subyugar o vencer al oponente. Obviamente sólo lo verá cuando uno quiere imponerse sobre el otro, mas es normal que, por ejemplo, los jefes hagan esto con sus subordinados en la oficina en favor de mantenerlos a raya, al igual que maestros y otras figuras que merecen respeto de los demás. Es una forma de hacerlos completamente sumisos ante ellos y es algo que nuestras leyes, en su totalidad, aprueban desde siempre. –La noticia te deja sin palabras, pues no tenías la más mínima idea de ello. –Claro, hay reglas, como que es sólo es aplicable entre adultos y debe ser sólo por motivos de poder, no de placer. Hay muchas personas que ejercen esto sobre un grupo en específico, lo que los vuelve lideres de sus asociaciones y de más. Investigue del tema llegando a casa. Es de tarea. –El comisario se despide y abandona la oficina al terminar la explicación, no sin antes aclarar algo. –Por cierto. No son de mi agrado dichas prácticas, pero es algo «normal» para ellos. Eso nos diferencia de las bestias como humanos. ¿No lo cree? –Sin más, Keneth se retira.

Minutos después, reaccionas a lo dicho y te dispones en abandonar la oficina para regresar a casa a cenar y descansar. Cuando abandonas el edificio, afuera, te encuentras con Eliazar y sus padres, cosa que te hace sonreír un poco.

Eliazar, al verte, pide a los adultos esperarlo y es entonces que se acerca a ti muy alegre, para hablar antes de irse.

–¡Oficial! Muchas gracias por su amabilidad. Es usted muy buena –expresa el joven, cosa que te deja impresionada, hallada calidez en tu corazón al ver alegre y libre al chico.

–No hay de qué. Estaba muy preocupada por ti después de como el detective… Bueno, tú sabes. –Al decir eso, el chico se sonroja, mas su respuesta es algo que no esperabas.

–El detective Albus es un hombre ejemplar y muy apuesto. Parte de mí se siente muy afortunado de haber sido rendido por él. Fue bastante increíble y amable conmigo también. –Esas palabras te dejan congelada, sin poder entender ni un poco la situación. –¡Por favor! Agradezca al detective Albus de mi parte. ¡Nos vemos y muchas gracias de nuevo! –El chico, contento, se retira una vez que le aseguras que le darás su mensaje a su jefe, sin poder decir algo más de momento.

Al regresar a casa, agotada, pides comida para cenar a un restaurante cercano, pues aquel te llevará el pedido a tu departamento sin problema alguno.

En la espera, abres tu laptop y buscas en «Zoozle» sobre el subyugo de las razas puras y su uso, lo que lanza muchos artículos en demasía interesantes del tema. Tantos que rápido te empapas de la información y todo lo que conllevaba dichas acciones.

Estás bastante intrigada, más porque hay muchas personas no bestia que piensan como tú: que es una práctica salvaje y una violación que ya no debería ser empeñada. Aunque, por otro lado, se nota que son más quienes están de acuerdo con que continue, pues parece ser efectivo en muchos aspectos que hacen al mundo un lugar menos caótico, asegurado que es una seducción, no ultraje.

«No puedo creer esto», piensas luego de leer varios artículos del tema, buscados videos de lo mismo, aunque terminas sólo hallando contenido para adultos, lo que te lleva a investigar un poco más profundo el asunto de manera visual.




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