Experimentos Proyecto Escape

VI

El mundo estaba ante mis ojos. Era más grande de lo que recordaba; se veía repleto de sorpresas y, al ver a mi grupo avanzar, supe que debía seguirles al mismo ritmo, siendo advertido.

    —Vamos, Doce, no te separes —mencionó Holly, ella me hablaba únicamente durante el trayecto herboso aunque lodoso.

    Ella iba un paso detrás de mí para que no me perdiera entonces de su vista, se aseguraba de que yo sujetara mi cuchillo en todo momento ya que era el único elemento servible en esos momentos. Y aunque no sabía cómo se utilizaba, estaba seguro que iban a explicarme en unos momentos, pues íbamos por peces y éste me serviría para maniobrarlos en cuanto saltaran del agua. O peor aún, podríamos toparnos con alguna criatura y debíamos de utilizarlo.

    Holly se esforzó mucho para que pudiera caminar al costado de ella, pues se mantenía vigilándome mientras avanzara, eso me hizo pensar que ella deseaba verme reconocer el mundo que recorríamos juntos. Sin embargo, estaba seguro que eso no me quitaría el pavor que sentía entonces, pues podría caer en alguna trampa o tener un problema en el más mínimo descuido, y eso sería algo perjudicial.

    Los árboles eran grandes aquí y me sentí igual que un  enano, exactamente al que vi en uno de los libros que disfrutaba; además, había muchos animales alrededor; no dejaban de mirarme; quería acariciarles y al ver cómo se encontraban: Esponjosos, peludos y hermosos, pensé en acercarme. Pero para mí desgracia, no podía, íbamos a capturar peces para comerlos en cuanto volviéramos a la cueva.

    No obstante, muchos de los animales que vivían en los árboles se acobijaban sobre algunos agujeros y ramas, en semejanza a varios nidos, algunas otras se escondían allí dentro para evitar a los animales asesinos como pumas o serpientes.

    Durante mi trayecto observé a varios insectos sobre el terreno, pero no dejé de mirar hacia adelante para andar precavido, y sobre la tierra, descubrí que los caracoles y orugas se remolcaban despaciosos para adentrarse a sus huecos, los cuales eran nidos muy pequeños y singulares. Mucho más adelante, entre varios helechos, vi especies de frutos que crecían sobre los arbustos, unos que reconocí inmediatamente, pues en alguna ocasión, Holly me había proporcionado unas cuantas para probarlas durante la comida.

    Pero nada de lo que había visto en el trayecto, parecía compararse con la sorpresa que nos esperó en cuanto llegamos.

    —Hemos llegado, Doce —me dijo Holly, deteniendo sus pasos—. Bienvenido al lago de La Flor. Como ves, es maravilloso.

    Contemplar el lago de La Flor me hizo recordar otro de varios libros que leí durante mi estancia en “La Zona”, sin duda.

    Pero este lago poseía un panorama repleto de flores de muchos colores; orquídeas, rosas rojas, violetas y verdes fosforescentes, todas se conectaban con una catarata que generaba un hermoso sonido húmedo y refrescante. De inmediato sentí cómo la brisa del agua llegaba hasta mis cutículas.

    —Ese sonido es a lo que yo llamo corriente —dijo Kai, emocionado—. Siempre escucharás ese sonido y no el de avecillas, pues el silbido de los pájaros no se puede ni distinguir.

    —¿Pájaros? —pregunté, pensando que debía tratarse de algunas avecillas que vi con anterioridad durante este recorrido.

    —Así es —respondió Kai—. Los que tienen plumillas y vuelan —hizo un ademán con las manos, como si éstas las moviera de arriba hacia abajo—. Éstas suelen venir a beber agua, de hecho, nosotros también venimos en muchas ocasiones.

    —Este sitio es increíble —les dije, mirando esa agua cristalina, la catarata y el reflejo del sol sobre el líquido refrescante.

    —Este es uno de los pocos sitios en donde encontraremos agua sin toparnos con los aborígenes o mutantes —contó Kai—. Aquí hay toda clase de peces y, además, por esa cascada caen todos los nuevos, como pasó contigo hace semanas.

    —Ya veo —dije dubitativo—. ¿Pero qué hay del resto de esta jungla? ¿Acaso no hay agua potable alguna en esta… zona?

    —La hay —respondió Lex, con tono apático—, pero son áreas peligrosas y no queremos perder a otro miembro del grupo —se dirigió solo a mí ya que fui quien preguntó, o quizá lo hizo para que me callara—. Pero en fin. Chicos, debido a las circunstancias, de que no sabe cómo pescar alguna criatura marina, creo que vamos a tener que ir en grupos de dos —explicó, indicando con la mirada y siendo indiferente conmigo, tratándome como a un niño—. Nos separaremos para encargarnos de las tareas de siempre; ustedes dos —miró a Kai y a Holly— se encargarán de pescar...

    —Perfecto —afirmó Kai.

    —Usen la red que tejimos, pero por favor no jueguen, ¿correcto?

    Yo estaba callado para no meter la pata, no quería que enfureciera Lex debido a un comentario, ese no era buen momento.

    —En cuanto a ti —se dirigió a mí con un tono de voz molesto.

    —Doce —dije, recordándole que ese era mi nombre de siempre.

    —¿Doce? —dijo ella, sonriendo con ironía, pero todavía molesta.

    —Sí, Doce, así me llamo —aseguré nuevamente, pero tranquilo.

    —Muy bien, “Doce” —dijo «Doce» como si se estuviera burlando, pero no hice caso omiso a ello—, tú vas a estar a cargo del agua. Rellenarás los termos que trajimos, además cuidarás la pesca para que ningún otro animalillo pueda llevársela.



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En el texto hay: mentiras, dinosaurios, jungla

Editado: 18.10.2020

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