CLEMATIS
Cael y yo atravesamos unos matorrales llenos de espinas. Nuestra ropa se enganchó por apenas unos segundos, pero luego de tirar de ella con fuerza, logramos liberarnos por completo, aunque algunos retazos se quedaron atascados.
Corrimos cada vez más rápido, y cuando estábamos un poco más alejados, escuchamos aquellos matorrales quebrarse producto de la fuerza de aquel animal que nos venía persiguiendo desde hace largo rato.
Todo había ocurrido hace pocos minutos. Despertamos con normalidad, nos sentamos uno junto al otro mientras comíamos unos frutos que encontré el día anterior, y de un momento a otro, Cael se puso pálido de golpe y señaló a mis espaldas.
Al observar en la dirección donde él estaba mirando pude ver a un enorme animal observándonos. La criatura se encontraba desnutrida, incluso a la distancia podía ver a la perfección sus costillas, pero eso no quitaba el echo de que fuera peligroso; sus patas eran grandes y el largo de sus garras sobresalía fuera de estas, clavándose en la tierra. Y sus colmillos se veían intimidantes, tranquilamente podía arrancarte un brazo con ellos.
Miré a Cael y como si ambos estuviéramos conectados telepáticamente, supo que debía hacer. No era prudente, ni mucho menos inteligente, tratar de hacerle frente.
Comenzamos a retroceder lo más lento que pudimos, pero cada vez que dábamos un paso hacia atrás, el animal daba un paso hacia el frente. No nos tomó mucho tiempo entender que era lo que estaba buscando.
Nosotros representábamos un sustancioso aperitivo que posiblemente no volvería a ver en semanas, y éramos la única oportunidad que tenía para no morir de inanición.
Me encontraba corriendo detrás de Cael, él pegó un brinco para alargar aún más la distancia, pero trastabilló un poco en cuanto cayó al suelo, y el corazón prácticamente se me detuvo, pero por suerte se repuso con agilidad y siguió adelante.
Tratar de mantener un ritmo constante en este terreno era imposible, la excesiva cantidad de matorrales, vegetación reseca, enredaderas, y piedras, terminaba desestabilizándonos y generaba que el cansancio fuera aún mayor.
Viré el rostro y vi al enorme animal justo detrás, al verme, salivó, y unas enormes gotas de baba terminaron impregnándose en el suelo.
—¡Sigue corriendo Cael, no mires atrás! —grité con fuerza, los pulmones estaban comenzando a dolerme producto del esfuerzo que estaba realizando.
Al haber comenzado a huir con tanta prisa dejamos atrás las pocas cosas con las que habíamos partido, y lo único que tenía para tratar de defendernos, era una navaja que mantenía fuertemente sujeta en mi mano.
Luego de un largo rato Cael comenzó a disminuir la velocidad, estaba cansado, y no lo culpaba, llevábamos mucho tiempo en medio de esa persecución, y era probable que sus pequeñas piernas ya no pudieran más con todo el esfuerzo que estaba realizando.
Analicé rápidamente el entorno y a lo lejos pude ver un árbol con un tronco lo suficientemente grueso y con abundantes ramas para poder escalarlo, era el único lugar aparentemente seguro que nos serviría para descansar.
—¡Trepa ese árbol, rápido! —le ordené, y enseguida, él a tropezones escaló las ramas hasta que se encontró una distancia lejana del suelo.
El animal emitió un gruñido, casi como si se estuviera quejando, volteé a observarlo y aún parecía estar lejos.
—¡Mami, cuidado! —gritó Cael.
Antes de que pudiera reaccionar la trenza que traía se quedó atorada en el matorral de espinos que acababa de cruzar, y por más que trataba de soltarme, mis rulos se habían enredado tanto que me era imposible liberarme.
Comencé a sudar frío, el animal estaba cada vez más cerca, Cael estiraba sus pequeñas manos haciendo un ademán de querer alcanzarme, pero él no llegaba hasta donde yo me encontraba. Todos los ruidos que me rodeaban parecían haber parado de golpe, el animal se acercaba cada vez más y más, mis ojos estaban fijos en aquella bestia que estaba próxima a devorarme.
—¡Mami, escapa! —escuché los gritos de Cael y volví a la realidad en ese preciso instante.
Observé la navaja de mi mano y sin pensarlo dos veces corté mi cabello hasta la altura de mi nuca. Luego de eso trepé con rapidez el árbol, escapando del zarpazo que aquel animal había lanzado para poder agarrarme.
—¡Mamita! —lo escuché decir, yo aún estaba reponiéndome del schok. Cael me abrazó y yo me limité a corresponderle— ¿Estás bien, te lastimó? —preguntó mientras me analizaba.
—Estoy bien, cielo —le dije mientras aún trataba de recuperar mi aliento.
Observé mi larga trenza colgando de la rama, y no pude evitar sentir mucha tristeza, ya que el largo de mi cabello representaba para mi él último recuerdo que tenía de mi madre.
Desde que era niña a ella siempre le había gustado hacerme diversos peinados, y conforme fui creciendo, ella siempre continuó desenredando mis rizos. El momento en el cual ella cepillaba mi largo cabello era un momento único, ya que volvía a sentirme pequeña... y sentía que nada podía lastimarme.
Pero ahora acababa de perder también eso.
—Tu cabello... —Cael tapó con sus manos su boca, y seguidamente, estiró su pequeña mano a esa zona.
En cuanto sus dedos tocaron los mechones desiguales que colgaban algunas hebras terminaron cayendo sobre mis hombros, y posteriormente cayeron al suelo golpeando al animal en el hocico.
—Tranquilo —le dije porque parecía que quería llorar—. Es solo cabello, volverá a crecer con el tiempo.
—Pero... —masculló él y yo me vi obligada a interrumpirlo.
—Lo importante es que ambos ahora estamos a salvo —respondió, y él agachó la mirada—. Lo hiciste de maravilla, mi cielo —una de mis manos sujetó su pequeño mentón para que me mirara.
—Pensé que no podría hacerlo —dijo mientras limpiaba unas pequeñas lágrimas que lograron escapar de sus ojos.
—Pues te equivocaste —sonreí—. Estuviste sensacional. Ya te li dije antes, ¿no?. Puedes hacer muchas cosas si te lo propones.
—Gracias, mami. No hubiera podido hacerlo sin ti.