Extinción, la resistencia avanza.

CAPÍTULO VIII: Saldremos victoriosos

Capítulo VIII: Saldremos victoriosos.

CLEMATIS

Después de que Trya terminó de hablar lloré durante un largo rato.

Comencé a temblar, mis manos estaban sudando y sentía como algunas gotas de sudor estaban bajando por mi frente y la respiración poco a poco me resultaba más dificultosa.

Estaba teniendo un ataque de ansiedad.

La última vez que había tenido uno fue aquel día donde perdí a mi amada Camelia.

Trya me ayudó a estabilizarme, entendía a la perfección de que esto no estaba resultando fácil para mí. Mi sueño siempre había sido ser madre y formar mi propio hogar, pero aquello era algo que jamás podría concretarse.

Con gentileza, ella me sostuvo entre sus brazos y me acunó como si fuera una niña pequeña. Acarició mi espalda con delicadeza y trató por todos los medios posibles que yo no me diera cuenta de que ella también se sentía mal.

No supe con exactitud cuanto tiempo había transcurrido, pero para cuando estuve completamente calmada, y mis ojos no estaban tan hinchados por el llanto, ambas subimos a la superficie.

Por la noche, William, Cael, y yo fuimos a pasar la noche en la casa de Trya.

Al llegar para mí todo lucía completamente diferente, y aunque Trya juraba que no había remodelado el interior de su vivienda yo sentía que nada era igual.

Ella me preguntó cual era mi platillo favorito, le respondí, y William se ofreció para ayudar a preparar la cena. Para cuando la cena estuvo lista nos sentamos en la pequeña mesa, William sirvió los platos de cada uno y comenzamos a degustar de su comida, aunque para ser franca, en ese momento estaba comiendo por cortesía.

Aunque lo que acababan de preparar tuviera un buen sabor… yo simplemente no lograba distinguir nada de lo que llevaba a mi boca. Mi hermano, intuitivo como era, sabía que algo me pasaba, pero leyó perfectamente el ambiente así que optó por no arruinar el momento y se lo agradecí enormemente.

No tenía la fuerza suficiente para decirle que era lo que me estaba pasando.  

Desde hace meses había perdido mucho, y poco a poco aquella alegría que siempre me caracterizó se estaba apagando.

Me estaba consumiendo y únicamente era movida por el deseo de salvar al resto.

¿Pero cuando todo terminara que seguiría?

No podía ver un panorama más allá, y eso me deprimía. Aquellos pensamientos negativos se instalaban uno tras otro en mi cabeza y lograban afectarme.

La cena continuó sin contratiempos, Trya y William le contaban a Cael todas las cosas que podía hacer en Demarrer, y el pequeño niño estaba más que embelesado. Para cuando terminaron de comer cada uno se levantó, William se ofreció a lavar los platos y Trya nos acompañó a nosotros a la habitación.

Fui la primera en cambiarme, Cael al poco tiempo comenzó a desvestirse y fue dejando su ropa cuidadosamente sobre una pequeña silla que había cerca, era una especie de ceremonia que realizaba día a día, y la vez que le pregunté porque lo hacía, me dijo que sus papas le habían enseñado que debía ser ordenado a cualquier lugar que fuera.

Luego de dejar mi vestido colgado en un perchero tomé asiento justo al borde de la cama, suspiré, y con mis manos comencé a frotar mis ojos con fuerza.

—Mami, ¿te sentó mal la comida? —oí que preguntó Cael mientras se colocaba su camisón.
—No, mi cielo, es solo que estoy cansada por el viaje —le sonreí, pero él ladeo ligeramente su cabeza.

Cael se acercó y colocó su cabeza sobre mis muslos, luego de eso volvió a incorporarse y mientras juntaba las manos en señal de rezo a la altura de su pecho, cerró los ojos, contó hasta tres, y acto seguido colocó sus palmas sobre mi frente.

—Te voy a regalar un poco de mi energía —me dijo, y no pude evitar reir—. No puedo hacer mucho porque soy chiquito, pero siento que haciendo esto puedo ayudarte.

En cuanto terminó de decir esto lo tomé entre mis brazos y deposité muchos besos sobre su cabeza, él rio a carcajadas mientras se retorcía, pero poco a poco dejó que siguiera propiciándole mucho más mismos mientras jugaba con los cordones de mi camisón.

—Mami, el tío William es un poco raro.
—¿Por qué lo dices?
—Siempre se ve enojado, pero es buena persona ¿por eso me trajiste acá? —preguntó.
—Sí, mi cielo. William es una buena persona, es amable, gentil, y muy cariñoso —sus pequeños ojos me observaron cuando dije esto—. Además ¿sabes algo? No conozco mejor narrador de cuentos que él.
—¿De verdad? —tras escucharme su mirada resplandeció— ¿Es mejor que tú o que papi Argon?
—Es mejor que yo, eso te lo puedo asegurar, pero serás tú el que decida si le quita el lugar a Argon como el mejor narrador de cuentos.
—Papi Argon es maravilloso —acotó—. Pero si es un digno rival entonces sabre admitirlo.

Cael volvió a sonreírme y sentí como una pizca de color volvía a mi vida. Él había representado aquella luz al final del sendero, y si no fuera por Cael, posiblemente al día de hoy yo ya no me encontraría aquí.

—Mami, quiero agua.
—Iré por un vaso, pero será solo un poco, no quiero que te levantes en medio de la noche, podrías resfriarte.
—Está bien —me dijo mientras se metía bajo las cobijas.

Mientras él se arropaba caminé hacia la mesa donde habíamos cenado, tomé un pequeño vaso tallado de madera que reposaba al centro, y luego sujeté la jarra del mismo material de su haza, llené hasta la mitad el vaso, pero antes de que comenzara a caminar en dirección la habitación, unas pequeñas risillas llamaron mi atención.

Venían de la cocina.

Al acercarme moví ligeramente la tela que separaba ambos ambientes y vi a Trya con William riendo, desde hacía mucho tiempo no veía a mi hermano así de feliz, ella se recostó ligeramente en su pecho y el la rodeó con sus brazos.

Así que mis sospechas eran ciertas, había algo raro entre ellos y acababa de confirmarlo.




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