Extinción, la resistencia avanza.

CAPÍTULO XXX: Conteo regresivo.

A R G O N

Los concejales y yo nos observamos en cuanto la gente comenzó a gritar el nombre de Clematis. Era la primera vez en toda la historia donde presenciaba de primera mano, que híbridos, humanos, e inclusive Hanouns estaban reunidos y mezclados en un mismo lugar apoyando de esa forma a su regente.

Normalmente los regentes imponían tal sensación de miedo en su pueblo, que únicamente bastaba con que dieran una orden para que los demás los acataran. Pero Clematis había salido al frente a hablarles, aún sabiendo que ellos podrían haberle dado la espalda e ignorado sus peticiones.

Esa era la principal diferencia entre Giorgio y ella. Giorgio siempre sacaba provecho de los demás, pero Clematis creía fervientemente en la voluntad de las personas y apostaba todo lo que tenía cada vez que podía.

—Nunca pensé que vería algo similar —dijo Rey desde atrás, nosotros volteamos a observarlos—. Es la primera vez que veo a un humano con tal convicción dispuesta a hacerle frente a un Hanoun.

—Y no a un Hanoun cualquiera —acotó Lorke—. Está que le planta batalla al mismo Giorgio Wolfgang. Esto es algo sin precedentes, aunque no hay garantía de que sobrevivamos a esto, habrá quienes se encargaran de preservar ese momento y hacerle saber a todos, que ella, una simple humana fue capaz de hacer lo que nadie pudo hacer hasta ahora, enfrentarlo.

—Ella nunca fue una simple humana —les dije, ambos sonrieron.

En cuanto Clematis bajó del podio el jefe de la guardia se acercó y hizo una reverencia, ella le dio unas indicaciones finales acerca de la distribución de los soldados en los bordes del muro, y tras recibir las órdenes él se marchó junto a dos se sus más fieles hombres. Clematis pasó por mi lado y fue directamente a los concejales para que fueran a los puntos de vigía y dieran las indicaciones, Lorke, Rey y Luciu asintieron, pero antes de que estuvieran a punto de marcharse Clematis trastabilló ligeramente, por suerte llegué a atraparla.

—Debería descansar —le dijo Luciu—. Lleva muchas horas despierta, no es algo bueno para su salud.

—Lo haré luego —respondió ella mientras volvía a erguirse, rompiendo de esta forma el contacto entre los dos.

—La esperaremos en el palacio, iremos a los puntos de control tal y como ordenó —dijo Lorke mientras daba la vuelta, y los demás no tardaron en imitarlo.

—Iré a ver a Sefiro —soltó cortante mientras se alejaba.

—Iré contigo.

Ambos comenzamos a caminar en silencio. Un frío y cortante silencio. Clematis no tenía ganas de hablar conmigo y era completamente entendible, pero la indiferencia de su mirada y trato era algo que dolía demasiado.

Luego de un rato llegamos a la pequeña cabaña de un piso donde vivía Sefiro, Clematis tocó la puerta con gentileza y el mismo curandero que lo atendió en el palacio abrió la puerta. Ella entró y él comenzó a contarle el estado del paciente. Por suerte iba mejorando, pero pasaba la mayor parte del tiempo sedado para evitar que sintiera tanto dolor.

—Sefiro ¿volvió? —escuchamos que dijo la madre de Sefiro sentada en una silla de ruedas desde una esquina.

La mujer se veía mayor, muy mayor, posiblemente era la abuela de Sefiro, aunque él siempre se refirió a ella como su mamá.

—Hola, disculpe la intromisión a su casa —le dijo Clematis con voz suave, la anciana que era parcialmente ciega observó en dirección a su voz.

Clematis se sentó al lado de la mujer acomodó la manta que ella tenía en sus piernas, el curandero aprovechó el momento para comentarme que la mujer tenía varios males. Desde la perdida de memoria hasta la ceguera parcial.

—¿Le dijeron lo de Sefiro? —pregunté.

—Lo hice, pero producto de la enfermedad que tiene olvida las cosas, incluso olvida que su nieto está en la habitación contigua. Es algo triste de ver la verdad.

Luego de un rato la mujer se quedó sentada en su silla, Clematis, en compañía del doctor entró a la habitación donde se encontraba Sefiro recostado en su cama. Ya estando cerca tomó asiento en el borde y aprovechó para cambiar el paño que él tenia en la frente, el curandero nos dejó solos nuevamente sumidos en ese silencio.

—Su abuela piensa que él está de viaje —dijo dándome la espalda.

—Sí, el curandero me dijo que ella olvida las cosas con rapidez.

—¿Sabes lo que me dijo su abuela? —preguntó, luego de observarme—. Su nieto siempre zapateaba en el piso de forma alegre cada que llegaba a casa, así ella sabe que regresó con bien de sus misiones —no pude evitar agacharla mirada luego de oírla—. Ella está esperando escuchar nuevamente ese zapateo alegre de su nieto.

Mientras hablaba Clematis volvió a observar a Sefiro quien yacía casi inconsciente sobre la cama. Sujetó su mano y desde donde me encontraba pude ver como ella estaba temblando.

—Siento demasiada impotencia —añadió sin dejar de observarlo—. Giorgio hace de las suyas y lastima a muchas personas inocentes.

—Eso es porque siempre se le dio la libertad de hacer lo que quiera cuando quiera.

—No pienso descansar hasta que Giorgio tenga una bala metida en medio de las cejas —dijo, y aquello provocó que me estremeciera.

—Clematis…

—Lo único que merece ese mal nacido es estar diez metros bajo tierra, aguardando que los gusanos devoren su carne.

Una vez que dijo esto ella se levantó, acomodó los cobertores de Sefiro para asegurarse que no pase frío, y pasó por mi lado y comenzó a caminar en dirección al palacio. Al llegar al punto alto de la colina y dio un vistazo hacia atrás, observó al pueblo, y al ver aquellos ojos cansados y apagados sentí mucho miedo.

Había vuelto el dolor su fortaleza, y no había permitido que la tristeza la venciera, pero en lo que se estaba convirtiendo era algo que me daba pavor descubrir.

Al llegar al palacio las sirvientas ofrecieron darle algo de comer, ella las rechazó gentilmente y fue directo a una de las habitaciones de la planta baja y se encerró dentro.




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