—¿Por qué ella no puede hablar con nosotros?
—Pues supongo que no tiene el chip traductor que nos mencionaron… ¿pero por qué? —se preguntó Jan en respuesta a mi pregunta—. Tengo tantas teorías pero a la vez no tengo nada.
Estábamos sentados en el piso, formando un triángulo entre los 3. Jan y Stella estaban en la misma posición, acto que me causó un poco de gracia. Al parecer a ella le gustaba imitar.
Ya una situación relajada y apreciándola de cerca, pude notar detalles de los que me había perdido la primera vez.
Para empezar, consideré la cuestión de que estaba desnuda. Era algo fácil de pasar por alto debido a que su piel parecía ser una especie de traje protector. Sin embargo, decidí traerle ropa la próxima vez que la viera, arriesgándome a que la idea le gustara.
Su rostro era fino y sus movimientos agiles, lo que le daban un aspecto elegante y peligroso. Noté que sus ojos no eran completamente negros; contaban con un discreto iris, el cual se dilataba cuando nos miraba. Por arriba de la cuenca de sus ojos había rebordes que simulaban las cejas. Al inició pensé que éstos solo eran parte del hueso, pero tenían movimiento en ciertas expresiones fáciles, por lo que los debía conformar músculos también. De la misma forma que en los humanos.
Otro aspecto importante que me sorprendió cuando noté, fue ver sus hombros elevarse al respirar, ¡respiraba nuestro mismo aire!
—Stella es muy inteligente —empezó Jan, después de dejarme analizarla por un tiempo prolongado. Él me veía a mí, por lo que me esforcé en devolverle la mirada—. Entiende rápido lo le decimos. Aunque se le dificulta forzar su garganta para decir nuestras palabras, ¡pero hasta eso ha logrado!
—Es como si pudiera escuchar pero no hablar —respondí para cerciorarme de haberlo entendido.
—No tanto como escuchar, creo que deduce de nuestra expresión corporal y tono de voz. Algo así.
De las finas líneas que recorrían los brazos de la pequeña alíen se desprendió un destello sutil, sabía que Jan estaba hablando de ella. Cosa que me parecía graciosa, ¿de verdad podía entendernos?
—Stella, ¿podrías ponerte de pie? —pedí para confirmarlo.
Ella no quitó su vista de Jan, sus pupilas estaban atentas a él.
—No, linda. Dale lenguaje corporal que leer. Mira —me instruyó Jan al ver que mi solicitud había sido ignorada. Estiró las piernas para ponerse de pie y alzó la voz en dirección de ella—: Pararse.
La miraba de Stella siguió inmersa en la de él mientras se levantaba. Jan todavía no terminaba de hacerlo cuando ella ya lo estaba imitando. El contacto visual entre ambos era fuerte, se sentía una vibra impenetrable. Contuve la respiración.
Stella profirió un grito incomprensible, abriendo y cerrando su boca tortuosamente. Jan dio un paso hacia ella y repitió la palabra "pararse", ésta vez articulándola con mayor lentitud y claridad.
—erse —logró pronunciar con esfuerzo. Tanto Jan como yo sonreímos. Unos minutos más tarde, él volvió a sentarse y a repetir la dinámica. Ella lo volvió a intentar con un progreso extraordinario—; parerse.
—¡Eso estuvo genial, Stella! —exclamé emocionada.
La pequeña alíen me atrapó con su mirada al instante y Jan no se quedó atrás. Esto me atrajo, haciendo que me pusiera de pie y me les incorporara.
Jan se colocó a mi lado y entrelazó sus dedos con los míos. Su contacto me puso nerviosa, todavía no asimilaba que ahora podíamos hacer eso cada vez que quisiéramos.
Estaba tan embelesada por su cercanía, que me tardé en notar que Stella se había acercado. Sobrepuso su mano en el dorso de las nuestras, materializando la electricidad que ambos sentíamos.
Giré a verla por la sorpresa y por el nerviosismo que se incrementó en la boca de mi estómago. Algo se movió dentro de mí en ese momento.
—¿A ti también te hizo tocarla cuando la conociste? —preguntó Jan en voz baja. Supe a qué se refería; la unión de mi pulsera con el diamante dorado de su pecho. Asentí mordiendo mi labio inferior—. Menos mal, porque no sé qué concepto tengan ellos del amor, pero eso me pareció tan íntimo que casi me sentí infiel contigo.
Solté una risa nerviosa con cierto toque de alivio. Coincidía en que era algo muy íntimo, tanto yo no pretendía mencionarlo porque hasta me era vergonzoso.
—No creo que catalogue como infidelidad si se trata de un ritual alienígena —afirmé disimulando mi pena, no por haberlo hecho sino por haberlo disfrutado—, además ni siquiera andábamos.
—Pues yo ya me sentía tuyo —argumentó sonriente.
—Jen, Meddie—interrumpió Stella de nuevo, aproximando un paso más hacia nosotros—. Humenos.
Los 2 le respondimos con una sonrisa. Me liberé parcialmente de Jan para sujetar uno de los dedos de Stella, cuya mano seguía rosando las nuestras de forma superficial. Soltó un pequeño quejido pero no se apartó.
—Parece que a Stella le viene bien la compañía.
—Pues yo encantada, desde que la conocí me gustó esa idea —respondí, presionando un poco ambas manos. Stella volvió su mirada a mí—. Con gusto seremos tus amigos, pequeña.
—Amigos —repitió con una claridad inesperada.
Jan y yo suspiramos. Solté el agarre de nuestras manos por la sorpresa, pero al contar con el de Jan; mis dedos permanecieron en su sitio. La voz de Stella era muy dulce, sin embargo la claridad repentina me resultó perturbadora.
—Le habías explicado ya la palabra, ¿verdad? —pregunté por telepatía a Jan, asumiendo que la palabra no era nueva y eso explicara su avance.
Jan pegó un diminuto brinco ante esto mi pregunta. Jamás habíamos recurrido a hablar por telepatía estando uno al lado del otro, lo que justifica su exalto. Aun así le hacían falta unas clases de como controlar expresiones y gestos, porque su cara lo revelaba todo.
—Si pero en singular y no lo había dicho tan bien —explicó una vez que se familiarizó con la situación.
#3181 en Ciencia ficción
#9046 en Thriller
#5109 en Misterio
extraterrestres y susesos raros, encierro, conflictos morales
Editado: 31.08.2020