11 años y un amor sin fin.
Eso eran los once años.
Siempre fui la sobra de cualquiera persona en clase, pero cuando Carter Dadvison, el amigo cercano de Ryan se sentó a mi lado, creo que sentí cierta cercanía que me perturbaba. Carter Davidson me gustaba desde que llegué a este colegio llena de problemas. Y que él me hablara de forma tan fluida, casi cercana, me llevó a tener confianza, una que se borró de mi existencia en el pueblo donde yo nací.
—Oí que los canadienses creen en los duendes —Su sonrisa era hermosa y esa mirada al achinarse, me encantaba aún más.
—Sí, hay letreros que lo indican —Le comenté, devolviendo la sonrisa.
—Me alegra haberte elegido para el trabajo, Ely —Arqueé las cejas y él se inclinó—. ¿Puedo llamarte así? Creo que tu nombre es precioso de esa forma.
—Claro que sí.
—¿Sabes hermosa Ely de ojos turquesa? —Tocó uno de mis mechones y lo enrolló en su dedo índice—. Será nuestro secreto, esta será nuestra pequeña amistad secreta.
—¿Por qué lo dices?
—Porque llamaste mi atención desde que llegaste a este colegio.
—¿Y por qué tiene que ser un secreto? —Pregunté de manera ingenua y soltó mi cabello.
Bajó lentamente con su dedo índice por mi cuello y llegó a la cadena de mi abuela adornada en mi pecho. Tomó el pequeño dije y lo miró detenidamente.
—Porque te mostraré cosas que nadie lo puede saber, solo tú y yo.
—Sí —Le sonreí devuelta, imaginándome lo poco que lo conocía en realidad.
Cerré mis ojos por un momento, intentando evadirlo o tratar de cruzármelo, lo menos posible. Quise a toda costa evadir esto y creo que la única vez que lo enfrenté, me tocó la peor parte de la historia. Me enrollé en mi propia inseguridad y abrí los parpados, encontrándome con un chico sentado a un costado de la cama mirando hacia el piso de su cuarto.
—¿No puedes dormir? —Me preguntó de pronto.
—No es común que duerma en las madrugadas —Le respondí y él se levantó de la cama, rodeándola y tomó mi mentón para que lo viese a los ojos—. ¿Qué hay de ti?
—Si tú no duermes, no creas que yo dormiré —Acarició mis labios y sonrió.
—¿Quieres un vaso de agua o leche?
—Agua.
—Vuelvo por ella.
Lo esperé en el mismo costado notando lo rara que era su habitación, por un lado, una estantería se llenaba de libros y por otro lado había un tiro al blanco donde habían ¿cuchillos? Debí suponer que era su forma de vida, ¿No dicen todos que su padre es un asesino y aliando de la mafia? Tal vez él se crio en ese ambiente. Si bien al principio me pude haber causado un susto tremendo, ahora esa barrera de cercanía que traspasamos logra aferrarme más al alma que se encuentra en su interior, que el horror que los oculta.
Llegó con un agua a la habitación y me la entregó. Al ver que yo bebía, se sacó el sweater de la escuela, se abrió su camisa y la dejó caer al suelo. Al notar su espalda ejercitada mientras buscaba algo en su cajón me hizo verle de otra forma. Tiene un físico bastante imponente, pero lo hace parecer tan diferente, como si le faltaran vitaminas. Al voltearse, el agua se evaporó en mi boca por esa tableta de chocolate blanco en su cuerpo. El contraste de su cabello negro y su cuerpo casi al filo del blanco, me hizo darme cuenta de que ese chico puede no hacer nada en el colegio, puede pasar desapercibido, pero cuando se propone llamar la atención o aparentar alguien a quien el mundo le importa una mierda, puede hacerlo en un cerrar de ojos. Todo su cuerpo, su mirada y sus palabras, son el signo de peligro en todo su alrededor.
—¿Te quedarás viéndome o solo romperemos esta complicidad? —Me sonrió y se acercó de manera atrevida a mi vaso de agua, casi hipnotizándome al instante. Tocó mis manos y yo por inercia dejé que se lo llevará. Lo colocó en la mesilla del lado, tomó mi mentón con dulzura, acercó sus labios a los míos y sus comisuras saborearon las mías. Su beso fue cálido, casi lujurioso, como si algo en mi interior me hiciera sentir que ardo en un diminuto fuego y que si lo sigue haciendo se convertiría en un verdadero incendio. Era todo lo contrario a lo que alguna vez experimenté, esto no era oscuro, era otra cosa—. Quiero tenerte así para mí, para nosotros dos.
Mordió mi labio inferior y me llevó a su cuerpo, donde yo subí a su regazo.
—Y qué pasa si mi pasado no te gusta, si yo no soy lo que esperas —Le comenté con un poco de miedo.
Se negó, chasqueando la lengua.
—Ningún pasado es más horrible que el que transciende en mi familia.
—Como sabes que yo no soy de ese tipo.
—Qué más da si no —Se encogió de hombros y jugó con mi cabello, como si ese pequeño gesto desatara muchas cosas en mi estómago—. Te acepto con toda esa mierda, no soy quien para juzgar.
—No soy perfecta, nunca lo seré.
—¿Quién quiere perfección? Si te tengo para mí —Volvió perderse en mis labios mientras yo lo rodeé con devoción, hundiéndome en su boca—. Lo que nos unió ahora, es un lazo que nunca se romperá.
—¿Por qué lo dices? —Pregunté apenas sus besos cayeron por mis comisuras hasta terminar por mi mentón. Sus ojos se alzaron a los míos, destruyendo todo signo de desconfianza, él era mi metamorfosis.
—Porque me hechizaste y ese hechizo dura para siempre.
—Nada dura para siempre, Herian —Le reclamé.
—Pero yo haré que dure para siempre.
Rodeé los ojos, este está demasiado loco como para llevarle la contraria y este día ha sido una completa basura así que quiero dormir y olvidarme de es todo esto.
—Tengo sueño.
—Tienes que descasar —Acarició mi mentón, me abrazó y nos hizo caer en la cama, sacándome una sonrisa—. Ahora descansa.
—Eres bruto, ¿lo sabias? —Le dije al acomodarme a un costado, dándole la espalda.
—Lo sé, pero haremos que esta mierda funcione.
—Y no romántico —Comenté.
—Entonces, voy a ser más...
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Editado: 27.11.2021