Narra Regian:
A veces el sentimiento de querer avanzar por el bien de la persona que amas, conlleva sacrificios enormes. Tener el valor de olvidar, de soltar a eso que tanto se aferras, quema por dentro, pasan los años y sigue teniendo el mismo calor irritante en la piel. Cuando regrese tenia bien pensado las consecuencias, los actos que veré a futuro y la revelación que tendré que hacer a toda mi familia, solo por ella, porque al fin pueda tener un futuro que me arrebataron en el momento. Ella puede sobrevivir, si las personas adecuadas están a su alrededor. Pero yo no nací en el lugar de las oportunidades, desde pequeños me enseñaron una sola responsabilidad y velar por mi familia, respetarla y seguir creciendo un negocio asqueroso o la muerte es mi sentencia.
Darme cuenta de que esas dos lagunas opacas tiene las ganas en lo profundo por sobrevivir, me llevó a sacrificarme por ella. Si ella lo logró, será porque ambos logramos ser felices, ella sonriendo y yo viéndola sonreír desde lejos. Así es como lo he pensado en estas horas de infierno en el jet privado. No quiero morir en angustias que sé que no pasaran, mi tío debe estar lejos y no creo que haya llegado, además esa bruja maldita no estaría con el puerco o de ser así voy y le planto un tiro en los sesos. Si algo he aprendido de mamá que lo que se ama no se toca jamás por alguien, mucho menos ella.
El vuelo descendió en la misma noche. Reviso mi reloj al aterrizar y me bajo sintiendo los copos de nieve caerme en el saco del baile. Arriendo cualquier auto en el aeropuerto para no levantar sospecha, tiro la pistola cargada en el asiento del copiloto y acelero rumbo al pueblo de Iskut. El corazón me palpita y mis venas se contiene cuando aprieto el pulso en el volante. Todos festejando que se acerca navidad con sus estúpidas luces navideñas, ignorante a lo que le sucede ella viéndolas. La desmoronan, la quiebran en pequeños trozos de vidrio.
Acelero más entre la noche y me toma una hora llegar al pueblo, donde en su mayoría son pueblos indígenas, aunque se codean con gente común. La casa queda a un kilómetro del pueblo, por lo que dejo el auto en el lugar pagando una habitación en un hostal para no levantar sospechas. Saco mi cazadora del maletero del auto, me la coloco, cargo las balas en la pistola, saco algunas cosas que solo las llevo por si esto empeora y emprendo camino hacia arriba, hacia una colina cerca de la montaña. Corro todo lo que puedo y cuando no lo hago, camino con desesperación. El sonido de los lobos aullando a la intemperie y la nieve derritiéndose en mis pantalones, son lo menos importante. Cada paso que doy lo sé de memoria, lo analicé un montón de veces, incluso desactivo los aparato anti-movimiento, sin que parpadeen, ya que corto el cable con unas pinzas. Sabe que llegaría, sé que está ahí el cobarde de mierda que se le ocurrió traerla. Esta vez no salvaré una vida, esta vez la bala se irá directo a la cabeza.
La rabia es algo que me cala los huesos, tanto como la nieve quemándose en mi piel. La luna está en lo alto y el sonido casi es algo pausado. Los copos de nieve caen por mi impermeable y mis pies se entierran en la nieve.
Unos pasos más y la luz desde lo lejos la diviso. Comienzo a acercarme y los gritos me llevan acorrer con desesperación, tropezándome muchas veces que me inmuto a seguir con la misma tranquilidad. Los gritos cada vez son más fuerte y desgarradores que me hacen perder la paciencia. Muchas veces he planeado como este día llegaría, pero no puedo presenciarlo, no tengo las agallas para fingir de que nada de esto me duele, porque sé que me está matando.
Mis pies se mueven como si estuviera corriendo por mi vida y es justamente lo que hay detrás de esa cabaña. No dejo de moverme y cuando tengo la casa a solo metros. Me escabullo entre las personas que la rodean. Son dos guardias que están custodiando las posibles entradas. Saco el silenciador de mi parca, lo cargo a mi pistola y apunto al primero que se gira a ver los demás rincones de la cabaña de piedra. Mi mente se enfría, apunto y el hombre desfallece con un tiro certero en la cabeza. El otro no entiende lo que sucede y de me deslizo hacia el otro árbol que me tapa. La luna me ayuda mejor con la visión y cuando lo tengo a solo centímetros de mí, suelto el gatillo, la bala viaja y cae en directamente en la nieve, tiñéndola de rojo carmesí.
Los gritos dejan de existir. Me alerto. El tiempo se acaba. Me desplazo con sigilo por la cocina mientras camino por la mesa de centro, encuentro un cuchillo entre los cubiertos limpios, lo guardo en mi espalda y el corazón me palpita. Abro la puerta con sigilo y lo que mis ojos comienzan a notar es el pequeño cuarto de nuevo con ella en el piso tirado, en la misma alfombra sin zapatos que la cubran. Al continuar abriendo la puerta, noto sus piernas desnudas y el vestido llegando hasta la cintura mientras toda su intimidad está a la vista de todos. Su cuerpo muerto débilmente tirita mientras sus ojos vivos se empañan, el horrible color de sus muslos, manchados de moretones me hace palpitar mis sentidos y la persona que veo abrochándose los pantalones solo me hace reventar de rabia que desfundo mi pistola de mi bolsillo y apunto al malnacido, pero un clic me detiene.
—Alto ahí, sobrino —su asqueroso aliento a cerveza, me retiene de enojo mientras con el fusil me golpea la nuca—Suelta el arma.
Me hace avanzar mientras yo la tiro en el suelo y Herian sin su cara llena de sorpresa, me mira con los brazos cruzados.
—¿Creíste que no sabía nada? —Me preguntó Herian con ironía—. Yo sé que no olvidas a esta zorra. —Comenzó acercarse y tensé la mandíbula viéndola sollozar en silencio—. No sé cómo te encaprichaste con esta ramera, ni siquiera calienta tanto. Hace el peor sexo en mi vida. No cierto, ¿mi ange?
El desgraciado inhumano la golpea justo en el vientre y ella se inmuta, como si su mundo ya no valiera más. Por inercia intento avanzar para que la deje, pero mi tío vuelve a golpearme con el arma, dejándome caer en el piso. Me levanto furioso al verla y Herian se acerca tomándome por el impermeable.
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Editado: 27.11.2021