Esa noche de noviembre no hacía mal tiempo. Lizzy había obligado a Jane a ir a cambiarse de ropa antes de tener una cita con el apuesto mozo, que poco antes había estado en revisión médica. Bueno, ya no era un mozo, era parte de la armada de Pearl Harbor. Era un hombre—decía Lizzy.
La rubia había elegido para Jane un vestido más ajustado de lo que ella solía llevar. De un solo color, un azul claro para que su pálida piel no se notara tanto.
Al llegar a la cafetería Philips, Lizzy saludó con la mano a un chico rubio que estaba en la barra. La rubia siempre era efusiva, aunque acabara de conocer al chico, como era en esa ocasión. Jane le observó y según se iban acercando contempló por qué Lizzy se había lanzado así de rápido a sus brazos. El chico parecía perfecto.
—Jane, te presento a Jaime Ramsey. — sonrió orgullosa ante esa inquisición. El chico rubio estrecho la mano de Jane—. ¿Y tu amigo? — preguntó la rubia dirigiéndose a su nuevo amigo.
—Está en el baño— contestó el chico con una voz muy grave dirigiéndose a Lizzy, luego se giró y miró a la morena—está entusiasmado de conocerte.
—No lo dudo—añadió Lizzy, que enseguida volvió a echarse en los brazos de ese chico. Jane se sintió fuera de lugar y esperaba que el amigo de este llegase pronto o se iba a morir de la vergüenza. El rubio apartó los labios de su mejor amiga y saludo a un chico rubio que llegaba.
—Liam esta preciosidad es Jane.
Liam miró a la morena de arriba abajo y sonrió maliciosamente.
<<Genial Lizzy, me has conseguido una cita con un niñato pervertido>>—pensó Jane que sonrió falsamente
No se podía creer que deseara que llegaran las once y media para que Andrew Gibs viniese a salvarla, y seguramente que la conversación con el doctor también seria muchísimo más interesante de lo que podía hacer con ese niñato.
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La morena intentó sacar varias veces un tema de conversación, aunque no fuera muy profundo. El chico parecía que solo quería liarse con ella, al igual que estaban haciendo sus amigos.
—No lo aguanto más. —Jane se acercó a su amiga que negó con la cabeza, pero no fue a impedir que se fuera.
Jane salió a dar un paseo mientras esperaba a su jefe. Ya tendría que estar a punto. Pero no fue así. Espero hasta las doce, a lo mejor le había surgido un imprevisto. Después de tanto tiempo detrás de ella no creía que la dejara plantada.
— ¿Qué haces aquí fuera? — Una voz masculina la distrajo de volver a pensar de nuevo en Clay.
—Andrew—saludó feliz.
—Por fin me llamas por mi nombre. Así me justa más Jane.
—A mi igual.
— ¿Entramos y tomamos algo?
—Claro— aceptó gratamente, cualquier cosa que no fuera volver ni con Liam ni con sus pensamientos.
Ambos volvieron a entrar. Jane fijo su mirada en su querida y alocada amiga, que estaba a punto de salir por la puerta de atrás con su nuevo ligue, mientras que Liam, el chico que supuestamente era la cita de Jane se estaba dando el lote con otra enfermera.
La morena y el doctor pasaron una agradable velada hablando de muchas cosas. Aunque el único tema que no salió a la luz fue la de su prometido.
Habían pasado varias semanas de la cita de Jane con el doctor Andrew Gibs y parecía que la cosa podía ir bien. Ella se sentía a gusto a su lado, pero eso para la morena no era suficiente.
¿Sería que siempre le comparaba con Clay en su cabeza?
Jane seguía sintiendo un gran vacío en su interior. No quería seguir sintiéndose así por lo que decidió, aunque la doliese, dar una oportunidad al doctor.
— ¡Andrew! —Saludó efusiva Jane. Estaba sentada en una mesa del café Philiphs esperando al hombre para tomar una copa.
—Jane, querida— la saludó dándola un cariñoso beso en la mejilla lo que hizo que la joven sonriera.
— ¿Qué tal se te ha dado el día? Casi no te he visto por los pasillos.
—Tuve que irme a atender un parto— eso si que no se lo esperaba la chica que le miró asombrada.
—Y cuéntame ¿Cómo fue? — Jane apoyó los brazos en la mesa a la espera que la respondiese.
—Pues como es un parto—la morena le miró extrañada, eso había sonado un poco borde y no muy típico de él— perdona, quiero decir que desde el punto de vista médico es asqueroso como todos, pero mirándolo de otra manera…es un gran milagro.
— ¿Él niño y la madre están bien?
—Jane, no me puedo creer que seas dulce. Que te preocupes así por alguien que ni siquiera conoces.
—No es para tanto.
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Jane abrió los ojos, esta vez el despertador se encargó de que lo hiciera. Pero no la importaba. Se levantó de su cama, como todas las mañanas.
<<Como todas las mañanas>>—pensó.
Editado: 27.12.2018