—María es hora de despertar. —Jane abrió las inmensas cortinas de la habitación de la reina de Escocia.
Aun no se podía creer que estuviera ahí, con la famosa María Estuardo. Que estuviera allí en la escocia del siglo XVI y que estuviera formando parte de la historia como dama de confianza de la reina.
María gruñó como una niña pequeña cuando el sol la dio en la casa y se revolvió en la cama.
—Majestad, su hermano y ese insufrible de John Knox le esperan para desayunar.
Hacía unas semanas que habían llegado al castillo y Jane se había adaptado bastante bien. María había ordenado a las costureras que le hiciesen varios vestidos a Jane, que aceptó contenta. Nunca la habían entusiasmado los vestidos, pero tenía que reconocer que esos eran increíbles, aunque fueran más sencillos que los de cualquier dama de alta cuna.
A pesar de ser la doncella de María, la reina la trataba como si fuera algo más, una amiga.
—Al llamarle insufrible John Knox no hace que tenga muchas ganas de levantarme.
—Majestad, si pudiera ir yo en su lugar lo haría, pero no puedo, así que, aunque solo sea por su hermano, no les haga esperar más.
—De acuerdo Jane. — Se destapó—. Prepáreme el baño.
—Ya lo tenéis— sonrió Jane. Esto se le daba realmente bien.
—Sois increíble Jane.
—Ahora vamos, que no se le peguen más las sabanas.
María era cuatro años más pequeña que Jane. En parte, la pelirroja le recordaba muchísimo a su amiga Lizzy. Aunque María no tenía el problema de pensar en salvarla de los hombres de la manera que tenía que hacer con la rubia, María tenía la misma fuerza y carácter de Lizzy. Podía ser infantil en un momento y al siguiente hablar de una forma extremadamente madura.
—Jane, ¿me puedes hacer un favor? — Preguntó la reina educadamente mientras bajaban las espaleras para reunirse con Jacobo y John Knox.
—Dime María, ya sabes que estoy para servirla.
—Busca a un cura en el pueblo y pídele que me espere en la capilla, preparadla, me gustaría escuchar misa en el castillo— Jane asintió— llévate a mi cochero— ordenó— aunque el viaje no sea largo, no quiero que andes sola por los caminos.
—Claro.
—Si el cura me agrada, me gustaría que cada domingo viniese. Le pagaría por los inconvenientes del viaje.
—Por supuesto— volvió a asentir. Llegaron al comedor— ahora María, con su permiso me retiro a hacer lo que me pidió— Suerte con los temas políticos tras el desayuno— se despidió Jane— No se deje incomodar por esa serpiente de John Knox.
—Claro que no querida, las mujeres tenemos que ser fuertes— ambas se cogieron de las manos como hermanas— suerte a ti también, ambas sabemos que hay que tener cuidado con algunos protestantes.
Se despidieron con un beso y un abrazo. Mientras que María entraba en el comedor con una sonrisa fingida, Jane se fue hacia su alcoba para coger una capa para el viaje.
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Jane había leído en los libros y sobretodo visto estos días lo peligrosa que podía llegar a ser Escocia si eras católico.
Suerte que uno de los pueblos cerca del castillo estaba ocupado mayormente por población católica. Jane había calculado que habían sido unos diez minutos con el carruaje, cosa que agradeció. Aun no se había acostumbrado a esos trastos.
Cuando el cochero avisó de que habían llegado Jane se bajó y comenzó a preguntar a la gente donde estaba la casa del cura.
Muchas de las iglesias se habían quemado y otras se habían prohibido, por lo que los católicos celebraban en casas, por el miedo a los protestantes y en especial al odioso John Knox.
Cuando por fin lo encontró fue con el carruaje y lo paro frente a la puerta. Se bajó con la intención de que le costaría convencerle de que hiciera ese viaje al castillo.
Tras entrar en la casa y una pequeña charla después el padre no su pudo negar en volver al castillo con Jane.
Jane salió de aquella casa mientras el sacerdote preparaba las cosas que eran convenientes para celebrar misa en un lugar que llevaba mucho tiempo cerrado.
Desde la muerte de María de Guisa, la Regente antes de Jacobo y la madre de María, el protestantismo paso a formar parte del país y la misa no se volvió a celebrar en el castillo.
—No sé cómo se ha atrevido a venir sola lady Jane— la morena se fijó en el hombre que estaba apoyado en el carruaje, era Jacobo.
— ¿Vos no deberíais de estar con María en la reunión política?
—No requiere de mi ayuda— su encantadora sonrisa se asomó en su rostro una vez más.
—Pues lo dudo mucho. Debería apoyar a su hermana, Knox es una víbora, y por muy lista que sea no se ha enfrentado a hombres como él.
— ¿Y vos sí? — preguntó el moreno con curiosidad.
Jane no quiso responder, no era de su incumbencia. Pero había leído sobre Knox y sabía que iba a hacer de la vida de María un infierno.
Editado: 27.12.2018