— ¡Llegamos! —celebra Sky.
Ese viaje duró casi seis horas, mis piernas están entumecidas y no puedo esperar para salir del auto y estirarme. Justo como Sky me dijo, aquí el clima es totalmente diferente.
Aquí sí necesitaré un suéter.
Las personas llevan chaquetas, botas y bufandas. No está nevando pero podría suceder pronto. El lugar está lleno de árboles muy largos y altos, podrían ser pinos o podrían ser otro tipo pero a mi parecer son pinos.
Cuando bajamos respiro profundo, huele justo como lo imaginé. A hierba, fresco y a tierra mojada. Aunque hay varias personas, la mayoría familias caminando y hablando, este lugar representa algo pacifico.
Levanto la mirada, varias nubes se han acumulado sobre nosotros. Los rayos del sol ya no apuntan directamente, tienen que pasar a través de las nubes y de las ramas.
El lugar tiene un camino de madera, a donde muevas tus ojos hay algo de madera. Carteles, postes, bancas, cercas. Se mira justo como un campamento debería lucir.
—Mira —señala Sky bostezando—. Osos.
Leo un cartel, es una advertencia sobre dos tipos de osos. Avisan que no debemos dejar comida en los autos, en las cabañas y que deberías alquilar una “caja para osos” una caja de seguridad que protege tus pertenencias.
Tampoco puedes dejar desodorantes, productos de belleza e higiene personal por el olor. Básicamente, nada. Y si el oso entra a tu auto, el lugar no se responsabiliza por los daños o pérdidas.
—Genial —arrugo mi nariz.
Sky saca las bolsas de comida, ya no queda más que dos paquetes de papas y dos latas de soda. —Mejor prevenir que lamentar.
Miro a mí alrededor, dudo que esta sea el área con osos. Además hay más autos estacionados. —Bien, ¿Ahora qué?
Se encoge de hombros. —Nada, esperar que encontremos cabañas desocupadas.
Ambos caminamos a la puerta principal, de madera y vidrio. Espero que sea blindada, por los osos. Cuando entramos al lugar veo que hay un árbol de navidad grande, decorado con osos pequeños y peces de colores. El mostrador del frente tiene más luces, esferas navideñas colgando de la guirnalda y dos Santa Claus sentados en cada esquina.
La mujer del frente lleva un gorro navideño, nos acercamos y Sky sonríe. —Hola, ¿Cuánto cuestan las cabañas?
La mujer lo mira irritada. — ¿Otras personas sin reservación?
Miro a Sky, él no parece afligido. —Sí, lo sé. Una experiencia improvisada —se inclina un poco—. Veras, Claudia, mi esposa y yo hemos tomado la tonta decisión de casarnos en vísperas de navidad y ahora no tenemos ningún lugar donde pasar nuestra luna de miel, estamos desesperados.
Un momento, ¿Qué? Miro el gafete de la mujer, en efecto se llama Claudia. Luego pienso en lo que él acaba de decir, ¿Esposa? ¿Luna de miel?
Claudia entorna los ojos. — ¿Y qué les hace pensar que puedo hacer algo al respecto?
Sky saca sus labios, como si estuviera haciendo un puchero. —Porque pareces ser una mujer razonable, una que comprende a las personas como nosotros.
Ella levanta una ceja. —No hay habitaciones, lo siento muchachos.
Sky asiente sin su sonrisa. —Lo entiendo, lo siento —me mira por un segundo—. Su papá tenía razón, soy un fracasado que no puede darle nada en su vida. Mi esposa merece a alguien mejor —peina su cabello—. Yo solo quería ser un buen hombre pero todo me sale mal, lo lamento por molestarte Claudia. El problema soy yo, no tú.
Tengo que morder mis labios para no reír.
—Oye… no digas eso, no es tu culpa —Claudia lo consuela—. Todo está lleno, chico.
Sky asiente y cubre sus ojos. —Lo entiendo, lo siento mi amor. Te he fallado, creo que… aún podemos anular nuestro matrimonio, casarte conmigo fue un error, ni siquiera puedo darte la luna de miel de tus sueños.
Claudia me mira y yo hago una mueca. —Bien —suspira— miren, ahora mismo no hay nada pero a las seis se irá una pareja antes, normalmente no damos las cabañas hasta el siguiente día pero podría hacer una excepción —accede finalmente—. Mientras tanto pueden pasar al resto de las instalaciones y al restaurante, yo les avisaré.
Sky se inclina sobre el mostrador y la abraza sobre los hombros. —Claudia, ¡Muchas gracias! Eres la mejor persona del mundo.
Ella se ajusta el gorro cuando Sky la suelta. —No hay problema, de todas formas estamos en época de navidad —nos sonríe un poco—. Ahora necesitaré sus datos, ¿sí?
Yo miro a Sky, sin duda, sigue sorprendiéndome.
— ¿Luna de miel? —le pregunto mientras tomamos té y galletas.
Él se frota los brazos. —Es parte de la aventura.
—Mentir.
Rueda los ojos. —Actuar, Petal, actuar.
En este momento Last Christmas se está escuchando por las bocinas del lugar. Yo bajo la mirada, esa canción solo trae los peores recuerdos a mí. Tiro de mi cabello y suspiro, solo tengo que aguantar 3 minutos que dura la canción.
— ¿Quieres salir? —pregunta Sky.
Lo volteo a ver, él se ve preocupado por mí. —No, estoy bien.
Pero no lo estoy.
Se frota los brazos de nuevo. —Debí usar un suéter, ¿me acompañas por él?
Miro mi taza, aun me queda casi todo el té. —Solo… mi té, el tuyo también, se van a enfriar.
Sky toma su taza y se levanta, da la vuelta y se sienta a mi lado en el asiento corrido de madera. Yo lo observo y él me sonríe, acerca su mano a la mía y la toma. —Tengo frio, ¿Puedes darme un abrazo?
Sonrío. — ¿Qué?
Se acerca un poco. —De todas formas estamos casados.
Ruedo los ojos. —Sky, no —coloco mi otra mano sobre la suya, en efecto está fría—. ¿Trajiste ropa para este clima?
Hace una mueca. —No, no tengo mucha ropa de frio. Ahí donde vive mi hermana no existe el frio.
—Lo sé —afirmo.
Sky hace un puchero. —Me estoy congelando, ¿Me das un abrazo?
Mi corazón se acelera, claro que quiero abrazarlo pero debería dejar de acercarme a él. No hablo de físicamente, hablo de sentimentalmente. Gracias a Sky dudé al momento de irme, si esto sigue creciendo solo saldré mucho más lastimada.