Corrieron hacia la posada y entraron. Cecil se quitó el tabardo empapado y lo escurrió afuera, entró nuevamente y observó a Dorian, que hablaba con una mujer joven. Cecil se acercó de inmediato y abrió su bolsa con monedas para poner unas cuántas en las manos de la mujer.
—¡Necesitamos una habitación! —dijo mirándola fijamente.
—Le decía a él que solo nos queda una.
—La tomaremos —dijo Cecil con determinación y Dorian asintió.
La mujer guardó las monedas en la caja destinada a eso y los guio a la habitación, al subir las escaleras se cruzaron con el malabarista y su ayudante. Cecil murmuró por lo bajo al pasar por su lado.
—Farsantes…
Ninguno lo vio venir, pero en un instante Patricio estaba sosteniendo a Cecil del cuello contra una pared.
—¡Patricio! —le gritó Fray.
—Te dijo farsante.
—¿Qué? ¿Eso dijo? —dijo Félix que salía de su habitación en ese instante.
—Déjalo hablar —Fray miró a Dorian queriendo disculparse cuando Dorian estaba ya inmovilizando al hombre que sostenía a Cecil.
Félix tocó el brazo de Dorian y el de Patricio en un intento por apaciguar las aguas: —Esperen todos, hablemos con calma, detengan sus muestras de hombría o como lo quieran llamar.
Dorian fijó la vista en el joven y luego miró a Fray, ambos reflejaban bondad, miró nuevamente a Cecil, que incluso siendo asfixiado por Patricio, le sonrió. Cuando Dorian liberó a Patricio, ambos hombres se deslizaron al suelo. Cecil tosió y Patricio se puso de pie de inmediato, se posicionó tras Fray.
—Lo que dice es verdad, Patricio, somos farsantes en la magia, ¿para qué mentir?
—Son trucos de ilusionismo —dijo Félix.
—¡Lo sabía! —Se jactó Cecil mientras se ponía de pie mirando a Dorian y además se ganaba una mirada furiosa de Patricio.
—Me gustaron los malabares —dijo Dorian felicitando a Fray.
Fray le sonrió y dijo con entusiasmo: —¡Gracias!
—Fray —dijo Patricio como advertencia posando ambas manos en la espalda del joven.
—Solo estoy siendo amable —dijo y permitió que ahora lo sostuviera de la cintura. Luego se dirigió a Dorian y a Cecil en un susurró y rodó los ojos al decir: —Es muy celoso. Pero así me gusta…
Cecil tuvo que preguntar: —¿Y el mono?
—Lo de Ganímedes es magia real… —dijo Fray.
—¿Cómo?
—Una bruja lo hizo como agradecimiento…
—¿Por qué? —dijo Cecil.
Patricio sostuvo con mayor entusiasmo la cintura de Fray indicando que deseaba ir a la habitación y ya no hablar con los desconocidos.
—Es una larga historia —dijo Fray y Félix lo interrumpió.
—La bruja fue salvada por Patricio y Fray y les pagó con su magia…
La olvidada joven que los había dirigido a la habitación se había hartado de esperarlos y regresó sobre sus pasos, les dijo: —Es la última al final del pasillo —Se alejó murmurando un insulto.
Cecil sostuvo la mano de Dorian y caminó delante pasando entre los otros tres hombres. Fray los miró y le sonrió despidiéndolo y deseándole buena suerte en el asunto que supuso la pareja iría a concretar en la habitación.
Cecil entró primero y soltó la mano de Dorian mientras cerraba por dentro. Dorian buscó con la mirada telas secas o alguna vestimenta para cambiarse, pero no halló nada. Se recogió el cabello para quitarle el agua y luego lo sostuvo con una tira de tela en una cola alta. Cecil se quitó la camisa dejando que su piel se expusiera a la vista de Dorian, al ver la piel de Cecil y sus brazos fuertes, las mejillas de Dorian comenzaron a ruborizarse. Enseguida, Cecil también se quitó el pantalón. Dorian lo observó y luego le dio la espalda, observó la cama, era una individual, las únicas telas secas que necesitaban estaban allí. Su idea no había sido la de pasar la noche, realmente Dorian no podía saber en qué había estado pensando cuando le sugirió a Cecil que fueran allí. Se heló cuando sintió a Cecil tras él, muy cerca, Cecil se había pegado a su espalda y lo estaba abrazando. No, Cecil lo estaba desvistiendo.
—¿Qué? —jadeó al sentir las manos de Cecil moverse sobre su pecho.
—Te enfermarás si sigues mojado…
—Ahh… sí —Dorian reaccionó y rápidamente se deshizo de la ropa y la dejó caer al suelo. Se desnudó de espaldas a Cecil siendo plenamente consciente de que no podía enfermarse.
Cecil se quedó sin habla y balbuceó.
—Oh, no esperaba eso… Estoy demasiado vestido ahora —dijo mirándose, aún vestía el pantalón interior. Dorian se abrazó a sí mismo y miró por encima del hombro hacia atrás, se encontró con la mirada de Cecil, que intentaba controlarse—. Métete… a la cama… o…
—¿O qué? —dijo Dorian desafiante.
—O… o… o te enfermarás —Cecil dio un paso atrás.
—Nunca me enfermo, tú te enfermarás, solo eres un humano… Soy inmortal.
—No. Es porque no quiero tocarte, me lo haces muy difícil estando así.