Extraterrestre

Capítulo único (aja)

Quiero contarles una historia, no porque esta dislumbre con sus maravillosos sucesos, ni porque mi narrativa vaya a dejar a alguien asombrado. No, simplemente creo que la tarde me lo ha pedido; en los susurros del frío viento de Abril escucho el ruego del aire, que en su aburrimiento me incita a combatir el mío propio a fuerza de letras. Se bien que mi vida no interesa a nadie, por tanto ni siquiera me esforzaré en relatarla; me dedicaré a comentar la efímera vida de Sux, que aunque no fuera más que un miserable, he de confesar, su existencia dejó tal marca en la mía que su recuerdo se me evoca con demasiada frecuencia, en tardes como esta sobre todo; tan frías y silenciosas, como el tacto de su piel hablante, como sus palabras vacías que no venían cargadas de ningún sentimiento, y hacían de mí un torbellino de estos… Pues bien, dejo aquí mi descarga de conciencia, para no hacer más largo mi ocio de la tarde con la invocación del pasado.

"Tomaba el señor su taza con gesto fino, acto seguido arremetía con ansia al líquido vertido en la taza hasta que se le acababa el aire de los pulmones; y solo entonces se disponía a parar de beber. Ni bien hubo acabado se limpió risueño el bigote de leche con total descaro, valiéndose de la manga que colgaba de su remera; su madre lo observó mientras le dirigía una mirada molesta, pero no hizo absolutamente nada, no podía hacerlo, las visitas en la casa le impedían darle su merecido al pequeño diablo que se encontraba frente a ella.

 Al acabar los 2 niños la merienda la ama de casa mandó a su hijo y a mí.  

-  Ma, yo soy extraterrestre

Yo ya estaba lejos, corriendo hacia el patio, así que no alcancé a escuchar que le contestó ella, pero escuché una enérgica risa por parte de uno de los dos (no sabría decir quién), así que debía ser un chiste. No recuerdo mucho más de ese día... 

A Sux, mi amigo, le gustaba mucho hacer ese chiste; siempre que alguien le preguntaba por qué se comportaba extraño o cómo lograba aguantar 5 minutos la respiración (por ejemplo), él respondía con su chiste -"yo soy extraterrestre"-. Algunos comprendían su humor y se reían, mientras que otros solo lo miraban con seriedad, y allí la conversación acababa… A mi varias veces me dijo eso, él y yo siempre habíamos sido amigos, y cada vez que sacaba el tema yo lo tomaba con naturalidad, al principio reía a carcajadas, con el tiempo menos, y al final de nuestros años solo le dirigía una sonrisa cuando escuchaba su atípico mantra. 

 

Alto. 

Tocan mi puerta. Ya vuelvo.

Un hombrecito extraño está frente a mi, en el umbral de la puerta, su piel grisácea resultaba chocante para quien lo viera; -argiria- , me dijo sonriente, -Ah bueno, pasa- le dije yo, por decir algo nomás.

-  Que raro que vengas Sux, justo escribía sobre vos…

-  Si ya lo se, por eso vine, lo estás haciendo muy mal. Yo soy extraterrestre. 

 

Sonreí, solo por costumbre porque ya no me daba gracia; preparé el té y le dí una humeante taza, la tomó sin cavilaciones y sorbió fuertemente de a cortos períodos. No dijo nada. Yo no me iba a quedar mirándolo, sobre todo porque causaba mucha impresión su figura, estaba distinto a la última vez que lo vi, había adquirido una extraña protuberancia en su espalda y sus dientes se habían afilado como los de una fiera. Nose yo, tal vez eso es lo que ocurre al morir...

Viendo que el visitante seguía con su taza, me dispongo a seguir su relato…


 

Con el tiempo mi amigo se fue haciendo más introvertido, más cerrado y oscuro, hasta me atrevería a decir que en ciertos momentos sus brotes de locura me inquietaban. Parecía un autómata; sus gestos y sonrisas, su sorpresa, su ira; todo se veía mecánico, actuado, como si no sintiera, como si no fuera humano… Tal vez esto no parece tan grave como para la clínica, pero como dije antes, este era su estado cuando se sentía bien, el problema era cuando emergían sus descabelladeces. Una noche de eclipse, mientras todos saliamos a ver la luna roja, él se puso a gritar como una fiera; decía como si le estuviesen matando -"¡Setebos cae! ¡Setebos cae!"-, luego de 15 minutos seguidos de gritos cayó como muerto. (Su madre no quiso llamar a una ambulancia, nunca creyó en la medicina) Al cabo de unas horas despertó y continuó con total naturalidad durante el resto del día; mi desconcierto fue tal que me planteé seriamente haberme imaginado estos sucesos, pero la impresión que sus gritos causaron en mi i mpide toda duda sobre la veracidad de lo que vi. Algunos conocidos en común me contaron que él relataba extraños sueños e historias, decían que estaba loco, que decía incoherencias todo el día. Durante ese tiempo él y yo nos distanciamos; me fui a estudiar 5 años lejos de catamarca, a la capital; y no hablé con él en todo ese tiempo. Cuando volví me dijeron que su madre lo internó en un psiquiátrico obligada por los vecinos, que ya no lo soportaban. Al salir se lo veía mejor, pero ya no era mi amigo. Yo enrealidad no lo conocía, después de que salió ni siquiera hablábamos, va, él no habló más en general; quedó abstraído, casi diría que idiota. A veces lo veía sentado en plaza mientras iba hacia el trabajo, mirando al cielo sentado, con unos ojos vacíos, que en ciertas ocasiones parecían llorosos, pero no tristes. Como si su alma lo hubiese abandonado y solo quedara el recipiente, lamentándose por morir tan joven y en vida. Finalmente su envase también decidió matarse, junto a su hermano el mar, tan calmo, tan frío y asesino como atrayente a los ojos de los hombres; con ese paisaje interno amorfo, extraterrestre, extraño, igual que mi amigo...  

Ahora que lo pienso tal vez no es tan interesante lo que de él escribo, sino triste. Entonces, ¿acaso sólo fue loco? No hay más, solo un triste desquiciado que perdió su vida a causa de la locura, que solo fue un grito ahogado por el ruido de las calles, que al final, nunca fue nadie… 




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