Miraba a mis alrededores, el pasto recientemente cegado, verde, cubierto aun del roció de la mañana, el cielo tornándose gris-azulado, asomándose la luna con gran paso. Escuchaba alegre la voz rasposa de mi padre, mientras conducía su adorado viejo coche verde, había comenzado a sonar en la radio nocturna una de sus canciones favoritas, Uncle Kracker entonaba su alegre canción “Smile” a la vaga pronunciación de él queriéndome hacer botar una sonrisa por mi parte esta vez.
Una vez por todas lo había logrado borrar mi indignación al no querer comprarme un helado en una de nuestros grandes paseos, superado el trauma de un helado de vainilla a mi estómago. Reí con él mientras daba patadas al sonido de la canción y me unía a él con gran fervor. Amaba cantar, sobre todo canciones con tonadas graciosas, llevaba mi alegría a un estado incluso más deseoso. Un momento y mi padre había detenido el auto, fruncí el ceño ante el lugar en donde nos encontrábamos. ¿Un hospital? Diablos, ¿mi padre estaba mal de salud? ¿Cómo no lo supe antes? Cerré la puerta rápidamente, corriendo entre la gravilla y la fuerte briza comenzó agitando mi cuerpo, tome de su mano con fuerza, mientras él caminaba derecho, sin expresión facial alguna. Me asuste incluso más cuando pisamos el escalón, todos parecían hablar pero en mute, me altere aún más, mire hacia los lados, tratando de buscar una respuesta a mi pregunta, mi padre, de un momento a otro, comenzó a tornarse rojo, sus ojos haciéndose pequeños, la respiración agitada y sus dientes moviéndose, pero no hablando. Sostuvo con gran fuerza mi brazo, trate de zafarme, pero parecía inútil a su fuerza, a juzgar por los gestos, estaba gritándome y no entendía por qué. Jale fuerte mi brazo, como activando una bomba su voz salió fuertemente aturdiéndome.
-¡Es tu culpa Sophia!-grito y sostuvo mis hombros-. ¡Ella se fue por tu maldita culpa! ¡Siempre tienes que ser tú!
Desperté sobresaltada, mi pecho iba a retumbados, trague saliva, retire rápido las colchas de mi cuerpo, abriendo las ventanas, para dar hasta el balcón, llena de miedo me sostuve, respiraba agitada, con el dolor acumulándose en mi interior, estaba asustada, me abrace dándome paz perdida, sabía que esta noche seria de vela, no podría dormir nuevamente.
Camine hasta el rincón, donde una sábana me esperaba, me envolví en ella, buscando un poco de calor a la soledad que me llenaba.
Mire hacia el cielo, mientras sentía pinchazos sobre el pecho, ahí estaban mis confidentes, la luna y el fiel y gran dios, guardaban secretos como ningún ser humano.
-Dime. ¿Qué significa? Díganme ambas, alguna señal para entenderlo, quiero comprenderlo, esto está torturándome.
Mire hacia abajo, dejando salir las lágrimas, corriendo por mis brazos, una línea de dolor corrió al momento de chocar la salada pequeña línea de agua que iba hacia una de mis heridas más recientes, vaya que les va sonar lo suficientemente estúpido puede ser. Incluso la gente comentaba acerca de “pig” como suelen llamarme.
Cada comentario era una marca, no solo interna, también externa expresando el odio creciente a mí misma. Comencé a delinear algunas de ellas, ya eran marcas algo viejas, tal vez de 2 semanas atrás, no lo recordaba.
Distinguía la hora que se encontraba, la madrugada era espectador de las grandes luces humanas que se daban por la cima de mi vista, se notaba hermoso, un espectáculo de esperanzas.
Parecía raro incluso, mi padre y yo solíamos decir que cada luz tenía un significado de esperanzas para seguir, depende a cualquier color con el que te encontrabas en guardarropa. Me levante del suelo, tomando la baranda, buscando un tipo de luz similar, simplemente no se encontraba, nada que realmente me impulsara, a mis 16 años todo parecía aburrido, ser la marginada del colegio parecía ser incluso más solitario que un escritor en momentos de inspiración.
Baje las mangas de mi blusa holgada, temblé un poco y decidí entrar a mi habitación, concentrando la mente en otro tipo de cosas, un tierno sueño, un paraíso en donde yo solo podía decir algo y aparecía.
Me acomode en las almohadas, dejando caer una pequeña lagrima vaga eh inservible, susurrando una canción.
“Esta es la canción de la fea, la niña que sueña con alas de cartón, la que pide en sueños un poco de amor, la canción de la fea, la vas a adorar, te vas a reír, también vas a llorar, aquí viene la canción de la fea, que te hará brincar. Ella sueña, imagina, pero no crea, sonríe al cielo, sonríe al mundo, cuando nadie la mira, cuando ella mira al vació y se pregunta, aquellas incógnitas que su tortura murmura, tiene miedo, pero quiere fingir ser fuerte, vaya la fea, que nada cambio.”