f i x - y o u

- Cap. 2 -

Sonaba sobre mis oídos la tonada de una canción conocida, seguí ridículamente el ritmo con mis piernas debajo de las sabanas, sentía los dedos aun congelados después de la tormenta de la noche. Abrí los ojos con pesadez apagando mi alarma del teléfono, suspire sacando un poco de vapor de mi boca, para terminar de enderezarme, me estire lo que pude, tope mis pies con la fría madera de la habitación, me abrace completamente, corriendo hasta mi armario. Sabía que esta tarde, nuevamente la pasaría sola, era viernes lo que significaba, que mi padre todo atareado en el restaurante, mi abuela en los juegos de canasta y mi abuelo en la pequeña biblioteca de libros usados que manejaba con los libros que él mismo leía, incluso con las donaciones que le llegaban por mes. No puedo recordar cuántos libros ya habían pasado por mis manos, lo cual agradecía infinitamente a mi abuelo. 
Usaría algo cómodo como siempre, nunca fui una llamada a la moda en adicción, de hecho no creo que el salario de mi padre, incluso mis ahorros ayudaran mucho a hacerme lucir mejor de lo que las baratas en cada tienda me presentaba. Busque entre los cajones mis típicos pantalones de mezclilla, una blusa color negro en mangas largas abrigador, sin falta mis tenis de marca Tommy que habían sido un obsequio de mi abuela hace 2 años. Termine de colocar todo en su lugar, con un poco de aroma a vainilla en mi cuello y ropa, busque el cepillo de cabello en los cajones, era realmente difícil que fuera presentable en las mañanas, mi corte de un lado más largo que otro, no favorecía del todo. 
Me mire unos cuantos segundos en el espejo, no podía tolerar tanto mi reflejo después de todo. Estire las colchas de mi cama arreglándola un poco, tome rápido mi bolso de la silla donde mi vieja laptop quedaba a media carga, la cerré con cuidado, tome mi teléfono celular, mirando la hora, 6:30am, aún tenía tiempo para tomar algo calentito.
Cerré la puerta de mi habitación, ignorando la fuerte tempestad que me toco por el cuello, camine rápido hasta la cocina, para encontrar lo usual.
Sophi te veremos hasta la media tarde, deje tu desayuno en el microondas y el almuerzo en el refrigerador, deje 10 dólares sobre la mesa del espejo.
Tus abuelos estarán en la biblioteca, búscalos y dales el almuerzo si es que lo olvidaron, ya sabes cómo son. Cuídate.
-Papá.”

Deje la nota justo en donde la encontré, camine hasta el electrodoméstico, estaba justo como lo mencionaba, una bolsa de papel con lo que yo suponía un emparedado de jamón y ensalada. Abrí la heladera, sacando un poco de leche y de la alacena un poco de chocolate en polvo. Me lo bebí en menos de 2 minutos, mirando de nuevo la hora del reloj, diablos no tenía ahora tanto tiempo para caminar. Tome nuevamente mi bolso, junto con los 10 dólares y el libro que tenía que entregarle a mi abuelo. Cerré la puerta con llave y corrí por el callejón, se escuchaban los sonidos de los autos, incluso pude ver algunos de los alumnos emocionados de una vez por el esperado viernes. 
Sentí nuevamente el frio chocar contra mi cuerpo, corrí lo más que me lo permitía, me sentía ahogada pero no podía llegar nuevamente tarde a la clase de matemáticas, el profesor Torres me mataría con otra falta y queja a mi padre.
Divise en gran edificio de la escuela, ya varios se encontraban caminando hacia las puerta de entrada, baje la velocidad al momento de unirme con ellos. Salude típicamente a los profesores que conversaban.
Subí las escaleras que daban al piso de mi clase, aun habían alumnos lo que vi como una buena señal, mire mi teléfono sobre mi bolso, justamente las 6:50am, tenía 10 minutos para conversar un rato con Amy, una completa loca para todos, pero genial a su manera. 
Camine con la cabeza gacha entre las personas, siempre lo hacía para evadir estúpidos comentarios, el cabello creaba una ventana en contra de los agresores verbales. Pero después de todo, no servía esa cortina para mi corazón haciéndose añicos. 
“Pig esta mañana decidiste disfrazarte de negro.” “Pig esa gran pancarta no lograra cubrir la grasa de tu cuerpo” 

-¡Cierra la boca Trystan!-escuche decir, Amy en definitiva.
-Ciérrala tu marginada-grito el defendiéndose.
-Yo defiendo, no suelto estupideces idiota-me tomo del brazo-, vamos Sophi, ignora a este idiota.
-Mejor recomiéndale que ignore la comida, tal vez la ayude más.

Me jalo del brazo con fuerza mi mejor amiga, llevándome adentro del salón, boto su bolso a la mesa donde ambas nos situábamos, hice lo mismo con ella.
-No entiendo porque no te defiendes Soph, son unos idiotas.
-No sirve de nada discutir con la pared Amy, tú bien lo sabes. Aparte no dicen ninguna mentira, soy gorda.
-Deja de decir tantas idioteces Soph, estas bien así, tu altura favorece mucho.
-Eso no quita mi estómago Amy.

Frunció el ceño molesta, me daría un nuevo sermón al que yo terminaría callada, sin decir nada o de la misma manera contradiciéndola, se situó a mi lado, jalo la manga de mi blusa, llenándome de pánico; entonces el timbre sonó. Respire aliviada, el profesor llego con su típico maletín pequeño, quedando con su estatura de 1.50, me quede pasmada al momento en que comenzó a explicar el nuevo tema, sentía que solo movía los labios, ya que no lograba entender una sola palabra de lo que hablaba. Nunca fui buena en matemáticas, era un completo fracaso en esa maldita materia. 
Amy me hablaba entre susurros de cualquier idiotez que por su mente pasaba. Me reía a pequeñas veces, cuando el timbre sonó dándonos libertad, caminamos entumidas después de 45 minutos de estar sentadas. Pasamos las próximas 3 clases de la misma manera, solo que prestando más atención.
Llego el receso, entonces tomamos nuestros almuerzos y caminamos hasta el árbol de siempre. Mientras ella devoraba sus burritos de queso, yo comenzaba a sacar la mayonesa del pan y unos pedazos de jamón evitando que Amy lo notara. 
Al momento de sacar sus bolitas de queso, comenzamos a hablar de más anormalidades de lo usual, reíamos de algunas imágenes que había encontrado por Internet, comentarios de los alumnos en las redes sociales, solíamos reírnos ciertas veces. 
Entonces paso lo que suponía era la presencia del equipo de futbol americano de la escuela. Paso el gran equipo corriendo con el silbato del entrenador a todo lo que daba.
-Algún día Kennan pedirá ayuda para química, entonces me buscara-suspiro pasando una bolita de queso por su boca-, sé que él me desea, la manera en que me ignora lo delata.
-Por dios Amy, estás loca-le dije riendo-. Sin ofender pero él apenas sabe que va a la misma clase que tú.
-Eres una pesimista, yo sé que él sabe quién soy. Me miraba intensamente el otro día en lengua, hasta se sentó a mi lado.
-Eso fue porque teníamos una prueba y sabiendo que estabas a mi lado y yo te pasaría el examen.
-¡Woo! Sí que sabes cómo desanimarme-me lanzo una bolita de queso.
-Sabes que bromeo-le dije mintiéndole.

Estaba más que consiente que Kennan, nunca voltearía hacia las marginadas sociales, que éramos ambas, al parecer el rubio ya tenía los ojos puestos en la exuberante Kissha. Miraba a mi amiga con burla al momento en que el equipo seguía dando vueltas corriendo por todo el sitio. Todos los idiotas de la escuela tradicionalmente formaban parte del equipo, comenzando por Trystan que nos aventaba musarañas con el rostro, lo ignoraba o eso trataba, al igual que las risas de los demás. La campana sonó me levante del pasto, ayudando a Amy con la mano, me hizo una mala juagada soltándola en el instante en que se levantaría, llevándome a tropezar con la banqueta. Mi espalda choco contra el brazo de él. 
Su mirada miel topo con la mía, con desinterés me miro, me corrió de él rápidamente, como si una bomba fétida fuera sobre él. 
Se alejó corriendo con Trystan riendo de mi torpeza provocada, mire a Amy con enojo, ella sabía que venía corriendo antes de soltarme. Mi amiga no entendía mis aclaraciones de “nunca sucederá” 
Ella tenía una sonrisa burlona sobre sus labios, tome una bolita de queso de su bolsa y se la lance a la nariz. 

-Si no fueras mi mejor amiga, te golpearía-le dije con rostro serio.
-Me amas mujer, ya deja el drama que aunque sea te noto 5 segundos.
-Nunca pasara Amy, solo en mis sueños-le dije-, olvida este tema por favor. ¿Me acompañas a la salida a la librería? Tengo que entregarles el almuerzo a mis abuelos y entregar el libro que me prestó.
-Claro bebé lo que sea por ti-me guiño el ojo y caminamos.

Las horas pasaron lentamente del reloj, 5 horas después del estudio caminábamos hacia calle abajo para ir a la librería de mi abuelo, el frío seguía. Amy seguía en deliro a Kennan, yo solo me reía, entendía por una parte lo que sentía.
Soñar con algo, tenerlo tan cerca, pero tan lejos de tus posibilidades dolía.
Abrimos la puerta de la librería, mi abuelo se encontraba sobre su típica silla devorando un nuevo libro, mientras mi abuela terminaba de adornar los brownies en bolsas de celofán, deje sobre la mesa de entregas el almuerzo y los salude con un beso en la mejilla, Amy hizo lo mismo.

-Esta vez que habrá mandado tu padre para nosotros, espero no sean sobras-dijo mi abuela con voz queda.
-Seguro les gustara abuela-le dije y camine hasta donde mi abuelo se encontraba.

La luz daba a su cabellera blanca, me miro y sonrió dulcemente, cerro su libro y me miro nuevamente. Deje su almuerzo sobre el pequeño mesón.

-Tengo una nueva lectura para ti pequeña-me dijo y se levantó.

Lo seguí con el libro pasado sobre mis brazos, lo deje sobre uno de los estantes, me quede parada esperándolo de la trastienda. Se escuchaban algunos sonidos y pasos sobre todo, lo vi caminar encorvado hasta mí nuevamente sonriéndome.

-Sé que te gustara pequeña-tomo un mechón de mi cabello sobre sus manos-, ve a casa ahora y abrígate, solo estaremos unas 2 horas más y nos iremos.

Le medio sonreí y le di un beso en la frente, mi abuelo era especial para mí en todo el sentido de la palabra. 
Encontré a Amy y mi abuela jugando una guerra de pulgares, rarísimo a mi parecer, me reí, interrumpí su juego y nos despedimos de ellos.

-¡Vamos a la dulcería!-soltó como niña-, hoy es viernes bebé, Maggie nos espera.

Corrimos como 2 pequeñas hasta “Wonderland” mi lugar favorito desde que tengo uso de razón, sonaron las campanas del lugar ingresado. Ya habían unas cuantas personas escogiendo dulces de a montón sobre sus bandejas. Tomamos cada quien una, llevándola hasta el estante de dulces, dulce-picoso, mis favoritos. Tomamos buenas porciones, fuimos hasta la caja en donde se encontraba mi buena amiga Maggie O’Donnel, una mujer fuera de su edad, con su ropa rosada tierna y un sombrero de caramelo sobre su blanco cabello, algo que una anciana cuerda de 62 años no usaría. 

-Mis adictas favoritas vinieron-dijo sonriéndonos alegremente-, vaya que las extrañe.
-Nosotras a ti Maggie, Wonderland es mi paraíso y lo sabes.
-Lo sé regaliz, disfruten esta ronda que yo invito.

Bromeamos un poco y fuimos hasta la parte de los asientos, en forma de caramelo, entonces después de unos cuantos dulces recordé.

-Ahora vengo Amy, no tardo.

Tome unos cuantos dulces en mis manos, camine hasta la trastienda en donde solo yo tenía acceso gracias a Maggie que lo permitía, escaleras abajo, ahí estaba el pequeño Guachipelín, en su jaula. Camine hasta el árbol donde se encontraba colgada, apenas me miro la pequeña ave, comenzó a mover sus alas con emoción, ya sabía quién era yo.

-Hola hope-le llame y acaricie su pequeño pico-, ¿lista para unos cuantos dulces?
Agito sus alas fracturadas nuevamente y le di los pequeños caramelos de manzana que tanto le gustaban por más extraño que sonara. 
-Algún día serás libre pequeña, cuando las heridas sanen-sonreí-. Entonces conocerás el hermoso mundo, una vez que estés bien.

Suspire mirándola, recordando aquella noche tormentosa que había encontrado a la pequeña ave, suponía había caído de su nido, pero la tempestad había fracturado sus ligeras alas desde que era solo un polluelo. 
Decidí proteger al inocente animalito color café, con puntos negros sobre sus alas, era hermoso si te detenías a mirarlo. 

-Ese animalito es como tú-hablaron a mis espaldas-, valiente y fuerte.
-No soy así Maggie, ella es libre.
-No es verdad. Pronto descubrirás la razón por la cual son tan parecidos bonita.

Sin más se fue, así como Maggie podía ser una niña, bien podría ser una persona muy sabia. Le di una última mirada al ave y me levante, regresando con Amy, la mitad de mis caramelos había desaparecido, en otra ocasión, supongo me hubiera indignado, pero esta vez, se lo agradecí, no quería ser más una “pig” no más.




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