Fallen Angel || Ashes of Angels

1.

Era una mañana fría, el sol apenas estaba cubriendo los edificios de la ciudad con una fina y suave línea de luz dorada. El aroma a café inundaba la habitación donde Kathya se encontraba acomodando papeles entre carpeta y carpeta, mientras un gastado rociador reemplazaba por ratos el café a un leve olor a lavanda que daba la sensación de estar en completa calma.

Dejo por un momento lo que sea estaba leyendo con un gran suspiro y levantó la vista a la ventana, sorprendiéndose por la luz del día, no había dormido nada en toda la noche y en unas pocas horas debía de estar levantada para reunirse con una persona que le proporcionaría nuevas pistas para su investigación. Se talló los ojos con su mano y bostezó con gran exageración mientras se levantaba de la silla para estirarse.

Resignada se dirigió al cuarto de baño para dejar llenar de agua caliente la bañera, que le vendría bien para espabilarse, aprovechando los minutos salió de ahí y se sentó frente al portátil para dar los últimos detalles a las columnas semanales que debía escribir para una pequeña editorial, un trabajo que le dejaba tiempo suficiente  a la semana para realizar su investigación y tener un ingreso muy bueno. Contenta con lo que había escrito, lo adjunto al correo de los editores y lo envió para que lo revisarán.

Después comenzó a desvestirse con desgana y se metió en la bañera, pensando en lo excelente que tendría que ser su día hoy. Salió minutos después vigorizada y con muchos más ánimos, se vistió con una camisa de seda rosa, junto a sus pantalones de mezclilla y unos deportivos blancos, considerando que se veía formal pero no demasiado, se secó el cabello y lo enredó en un moño en la nuca despejando su rostro, por último se miró al espejo cuando terminó y se sonrió.

— Ya has quedado, guapa—se dijo a sí misma con un guiño.

Recogió los papeles regados y los acomodo en su bolso junto a su estuche con la cámara dentro para dirigirse a la cocina, donde comenzó a preparar pan tostado y huevos revueltos, junto a un juego de naranja fresco. Se sirvió una buena porción en su plato y antes de sentarse a la mesa recogió el periódico matutino que dejaban en su puerta todas las mañanas, se dejó caer en la silla y tomó el tenedor mientras leía la sección policiaca, su favorita.

En unos minutos, una  de las puertas de la planta de abajo se abrió y la compañera de departamento de Kathya se acercó para servirse el desayuno y acompañarla.

— ¿No dormiste nada de nuevo?— pregunto, tomando un bocado de huevo y saboreándolo.

— Absolutamente nada, Sara— respondió Kathya, dejando de lado el periódico.

— Uh, chica, a ese paso te quedarás desmayada en el suelo por cansancio.

— ¡Es que estoy tan cerca!—dijo con gran entusiasmo. —. Estoy tan cerca… hoy me reuniré con alguien.

— Esperemos que sea la pista que te deje dormir.

— Yo también.

Dio los últimos bocados a su plato y de un solo trago se bebió el medio vaso de jugo que quedaba, miro el reloj y se apresuró a recoger su plato para dejarlo en el fregadero.

— Déjalo—dijo Sara —. Lo hago yo, que se te va el autobús.

— Gracias, te debo una.

— Que va, si ya hiciste el desayuno.

Tomo su bolso y se dirigió a la puerta con prisa mientras se despedía. Llego a la parada justo a tiempo para tomar el autobús que la llevaría a la calle diez y se encontraría con un policía jubilado que trabajó en el caso de William Payne, un famoso asesino serial conocido por calcinar a sus víctimas en sus propios hogares y dejar marcas de signos antiguos alrededor del perímetro de los asesinados, de los que nadie ha sido capaz de descifrar su significado. Hasta ahora… porque Kathya estaba dispuesta a encontrar respuestas sin rendirse.

El recorrido en autobús se llevó media hora de camino hacia la pintoresca cafetería en la que se encontraría con la persona, se levantó de su asiento y comenzó a deslizarse entre la gente para poder bajar. Una brisa helada la recibió en la intemperie que le heló las mejillas y la punta de la nariz, así que con paso veloz logro entrar en el cálido lugar. Tomo una de las mesas junto a la ventana con un vaso de chocolate caliente, ya que había tomado demasiado café en la noche, no podría con otra tasa más. Minutos después apareció en el lugar el policía, era más alto de lo que recordaba desde la última vez que habían charlado para ponerse de acuerdo, su cabellera estaba llena de canas que portaba con orgullo como experiencia de sus tantos años en servicio.




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