Henry se quedó alelado frente a la gran explosión que acababa de ver, y que había dejado las campanas de aquel edificio sonando como si del más grande terremoto se tratara. Se encontraba en la calle principal revisando cada escaparate y auto estacionado en busca de su hija. Ahora estaba parado frente a la columna de humo que se conectaba con la nube sobre el pueblo, sin llegar a deducir si las partículas ascendían o descendían, o quizá ambas. Entró en pánico al ver cómo más y más remolinos empezaban a formarse anunciando la llegada de nuevos meteoritos. Agarró un bote de basura y lo estrelló contra uno de los escaparates dejando una telaraña grabada en el vidrio, lo intentó una segunda vez, una tercera, a la cuarta los fragmentos cayeron como si de una cortina se tratase, no saltó ninguna alarma, de todas formas nadie lo oiría por encima del estruendo del ayuntamiento. Se escondió detrás del mostrador, fue allí cuando se enteró de que había ingresado a una farmacia. Paseó su mirada por los oscuros estantes en busca de algún frasco con analgésicos fuertes, quizá opioides, cualquier cosa que le calmara las ardientes ampollas en los pies. Estaba a punto de incorporarse cuando su celular empezó a sonar, contestó antes de que hiciera más ruido. No era Katty, era el colega al que había llamado antes.
—¿Henry? —dijo la voz al otro lado de la línea al no tener como respuesta otra cosa más que la respiración agitada.
—Ri... Ricky, aquí estoy.
—¿Está bien? Ya llamé a la policía varias veces, nadie me dice qué está pasando.
—Todo está mal —empezó a sollozar—, algo le pasó a Annie. Nos quieren matar a todos.
—¿Su hija está bien?
—No lo sé, ¡no lo sé!
—Respire, intente calmarse. Tiene que contarme lo que está pasando, estoy con mi esposa aquí, está en el altavoz. Estamos grabando la conversación por si algo sucede.
—Hay una puta secta que nos está intentando matar a todos, ¡nos están cazando!
—¿Ya llamó a la policía?
—No hay policía aquí, Ricky, estamos solos. El único que estaba de nuestro lado se ha ido. No podemos salir del pueblo, todas las salidas están cortadas.
—¿A qué se refiere con lo de las salidas?
—Algo muy extraño está pasando aquí, nada tiene sentido, Ricky. No podemos salir del pueblo. Tengo que encontrar a mi hija.
—¿Y qué hay de Katherin, ella está bien?
—Nos... —se detuvo, acababa de comprender la estúpido que había sido separarse— nos separamos, Dios mío, no sé si está bien.
—Escuche, Henry, fue difícil encontrar el pueblo. No está en casi ningún mapa, los buscadores no arrojan ningún resultado sobre el nombre —otra voz murmuró al lado de Ricky, era la de una mujer—. Vea, Henry, le voy a pasar a mi esposa.
—¿Henry? —dijo ella, la había visto unas cuantas veces en los eventos de la empresa y una vez en el cumpleaños de Ricky.
—Sigo aquí.
—Cuénteme más sobre esa secta.
—No sé casi nada, hay un tipo al que le dicen Marshall, ése debe ser el líder. Quieren completar un ritual esta noche, quieren matarnos a todos para eso.
—El pueblo, Henry, el pueblo no aparece ni en Wikipedia.
—Es pequeño, muy pequeño.
—No, Henry, esto va más allá. Aunque sólo hubiese veinte habitantes debería estar registrado en el mapa, es como si no existiera.
—Es un maldito pueblo de mierda, eso es lo que es. Está lleno de paletos asesinos.
—Henry, no me está entendiendo. Escúcheme con atención, este asunto no es sólo de paletos asesinos, es algo mucho más grande. Alguien no quiere que la gente vaya a este sitio, alguien poderoso. Hay algo oculto allí.
—¿Y qué se supone que debo hacer?, ¿debo esperar a que llegue la ayuda?
—Yo no me fiaría, la persona que ocultó al pueblo de la vista pública también podría desviar la ayuda. Por ahora dese cuenta que está solo, y trate de salir de allí por sus propios medios. Nosotros estamos haciendo lo que podemos desde aquí, estamos tratando de mover influencias, Henry, pero todos están durmiendo y casi nadie atiende el teléfono a esta hora. No falta mucho para que amanezca, manténgase a salvo.
—Henry —dijo Ricky antes de que la comunicación empezara a fallar. Luego sólo hubo ruido blanco. Alguien había cortado la llamada.
00
El agua del lago no se movía, parecía una tina gigante que había permanecida quieta por mucho tiempo. Katty se apoyó en la barandilla de madera y observó el oscurísimo cuerpo de agua que más bien se veía como un pozo sin fondo. No había nada de viento, ni una sola perturbación en la atmósfera más que esos remolinos en el cielo. No podía andar más, sus pies estaban tan cansados y lastimados que de seguro quedaría incapacitada un par de semanas. Se sentó en la banca a sus espaldas para recomponer la respiración, volteó la cabeza cuando escuchó las campanadas y luego la explosión. Le sorprendió no ver una bola de fuego, y en su lugar ver una cosa negra que parecía no seguir las leyes dela física. Sus ojos se le encharcaron. Estaba tan exhausta que incluso llegó a pensar que era un sueño. Una aberrante y mórbida pesadilla que la haría despertar sudorosa en medio de la noche como en las películas, pero que al menos estaría en su cama y sabría que todo estaba bien. Regresó su mirada hacia el lago, algunas ondas se marcaban sobre la superficie del agua y avanzaban hacia la oscuridad de la nada por culpa de aquella explosión. El agua se estremecía con cada campanada hasta que poco a poco la calma pareció regresar al lugar. Sin embargo eso no duró mucho, fue necesario sólo un suspiro para que el gélido aire le recordara que nada esto era mentira, que no se despertaría en su cama, que si quería llegar a un lugar seguro tendría que hacerlo por sus propios medios.
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Editado: 26.07.2018