En la mañana del día siguiente, un rayo de luz travieso despertó a Bennett, su amante dormía tranquila en su lecho desnudo.
Él estaba marcado por ella, su cuerpo tenía el delicioso aroma de la pelirroja y su piel marcas rojas provocadas por sus labios, se retiró con cuidado, de tal manera que no se levantara, cerro las cortinas buscando su ropa.
Al final se organizó en el baño, peinando su cabello con agua.
Salió de la habitación en dirección a sus aposentos, donde en el camino se encontró a su esposa luciendo un hermoso vestido azul pizarra, y el collar de esmeraldas el cual le había regalado.
—Buenos días. ¿Durmió bien? —preguntó la emperatriz
—Alysa… Buenos días —respondió
Sin lidiar muchas palabras ambos solo caminaron siguiendo su recorrido. Su cabello estaba húmedo, pero tenía la ropa del día anterior lo que significa que no durmió en su habitación, Alysa apretó sus labios temiendo lo peor.
Al pasar varios minutos, el emperador entro a la oficina que compartían, se sentó en su escritorio y revisó los documentos referentes a la economía del imperio.
Del mismo modo, la comunicación entre ellos se cortó, no había razón para hablar u comentar solo se concentraron en sus labores como si ninguno de los dos estuviera en la habitación, su insolente ignorancia hacia que ambos pensaran en cosas distintas.
Alysa en la posibilidad de quedar embarazada nuevamente y lograr sentir aquel peso de un bebé recaer sobre su cuerpo.
Bennett en su amante y la magnífica no que habían tenido, ella desertaba en él ilusiones que había olvidado, caricias vacías como las de su esposa no eran nada comparadas con la fidelidad y lujuria de su amante.
Eran pensamientos distintos, pero ambos llegaban a una conclusión sólida, tener un heredero que marque el imperio con gloria, y dejar de ser presionados; sin embargo, esto no será suficiente para despertar el amor de una pareja sin comunicación.
Luego de dos horas de silencio, el emperador con su voz quebró el silencio.
—¿Podrías pasarme la carta que enviaron? —preguntó mientras organizaba unos documentos
—Ya la respondí
—¿Por qué la respondiste sin mi consentimiento?
«De verdad cree que necesito su consentimiento para responder una carta. Si hubiera estado interesado la hubiera leído cuando se la entregue»
—No necesito tu consentimiento para responder cartas.
Bennett golpeó la mesa, haciendo saltar algunas cosas del escritorio que luego cayeron al suelo. Alysa al escuchar el golpe se sobresaltó.
Se levantó del escritorio caminando a paso fuerte hasta tenerla en frente.
—¿Qué fue lo que respondiste? ¿Acaso aceptaste? —por su expresión estaba furioso, pero eso no le importo
—Sí
—¡¿ACASO ESTAS EN TU SANO JUICIO?! ¿Sabes al menos que pueden hacer esas Bestias? ¿Se te olvido que sin mi palabra no puedes hacer y deshacer?
Alysa puso las manos sobre el escritorio, se levantó de este y le frunció el ceño a Bennett.
—Yo soy la emperatriz de este imperio, y como tal puedo hacer y deshacer en este. No necesito tu aprobación para decidir que es mejor para el imperio.
El cuello de Bennett quedó al descubierto y Alysa se dio cuenta de las marcas que tenía,
—Algunas veces olvidas que está casada
—Y usted que debe respetar ese juramento —rodeo el escritorio y paso a un lado de Bennett
—¿Qué insinúa?
—Sí tiene una nueva relación amorosa y la está manteniendo en secreto trate de ser más ingenioso —salió de la oficina con mala cara
Bennett apretó sus puños, no pensó que fuera tan visible sus marcas ¿acaso Alysa ya sabía o solo estaba sospechando y haciendo insinuaciones?
—Maldita sea —maldijo golpeado el escritorio de la emperatriz
Catalina junto otra dama estaban charlando sobre el periódico, lo que habían leído solo eran falsas noticias que periodistas sin dinero se inventan para ganar un poco más. Las personas ingenuas lo creían, pero otras simplemente se reían.
La habitación tenía una vibra diferente, era alegre, basándose en una elegante que retumbo entre las paredes gracias a su alta voz. Alysa solo podía escuchar sus risas cruzar la puerta, al entrar, ellas pararon su risa caminando hacia ella.
Catalina la tomo de la mano caminando hasta juntarse con las demás.
—Su majestad, ¿Quiere un poco de té?
—Sí, gracias
Se masajeó la sien y soltó un suspiro, se sentó en un sofá con curvatura en su espaldar.
Catalina a su lado estaba angustiada, no faltaba mucho para que los chismes corrieran, le sirvieron su té y bebió un poco para dejarlo nuevamente en la mesa.
—¿Ustedes saben algo de la nueva? —preguntó dirigiéndose a sus damas de compañía
—¿La nueva? ¿Se refiere a la mujer que trajo su majestad el emperador? —una de ellas habló y Catalina suspiro
#8704 en Fantasía
#16706 en Novela romántica
romance drama, poder magia reino celos, divorcio infidelidad intriga
Editado: 24.06.2025