Para sacar a Bennett de su camino necesitaba una buena excusa, por lo que, tapando su rostro, pegó sus manos y las puso contra su frente, hecho un pie para atrás y se inclinó luego observó a Bennett, la capucha le cubría gran parte del rostro por lo que era irreconocible.
—Lamento que no pueda mostrarle mi rostro, pero si desea con gusto hablaré con la emperatriz para que sea ella quien le diga su majestad, estoy seguro que confía en la palabra de su esposa —Alysa solo podía confiar en ese momento de su instinto, todo dependía de un hilo y la desconfianza de Bennett podía poner todo en juego
Pero había algo de lo que estaba segura y eso era que él nunca desconfiaría de una santa iniquidad, la religión era algo muy importante por lo que ellos como emperadores debían respetarlo; sin embargo, haciendo una excepción al asunto, Alysa en esos momentos estaba violando la ley y le estaba viendo la cara al emperador.
A un gobernante que conquista tierras y está lleno de dinero, no solo eso estaba manchando su título como emperatriz de Melione, todo giraba en su contra, pero incluso para mentir se necesita mente.
—¿Usted, de dónde viene reverendo? —Inquirió, con el ceño fruncido
—Vengo de la parte Este del imperio, para ser más específicos del Dorado, tengo mi capilla ahí, y es considerada una de las mejores, por eso la emperatriz solicito mis servicios —Respondió
—¡Claro! la capilla Mayor, como olvidarla; dígame reverendo ¿la emperatriz ya dio el dinero por su servicio? —Preguntó y negando con la cabeza, él afirmó, chasqueo la lengua y toco su hombro, la diferencia de estatura en ese momento era inmensa, su cara estaba relajada y lo observó de forma amable —Una vez termine con su tarea, por favor vaya a mi despacho
Asintió con la cabeza, sujetó las manos de Bennett y las puso contra el libro, sus labios se movían y recitaba una oración en voz baja.
Tan suave era su voz que él apenas pudo escuchar lo que decía, por último, beso su mano y la pegó contra su frente.
Bennett respetando la tradición, sujeta su mano y la apretó sujetando el libro, luego se fue, se aseguraron que pasara la puerta y que su silueta no se viera más, que sus pasos no se escucharan y su voz no fuera oída.
Con todo esto seguro, podían seguir su camino, no era de extrañar que al entrar a las mazmorras se encontraran con un guardia, que para sorpresa y desagrado de Alysa fue él mismo quien lo acusó y corroboro con la versión de Eilleen, por suerte era el único que estaba allí y sería más fácil sacarlo.
Al verlos acercarse le hizo una mirada de triunfo al guardia que la seguía, sonrío y saludo de manera amable sin dejar su puesto o soltar palabra solo, movió la cabeza hacia arriba.
—Muestra algo de respeto al reverendo —Dijo el cautivo cubriendo su rostro y estando en lo más oscuro de la celda
A una esquina donde la luz de la vela no llega a toparse con él
Aunque el palacio tuviera una buena iluminación las celdas subterráneas eran las más olvidadas, se encontró con la mirada del guardia y supo que hacer en ese instante, al igual que su compañero actuó, él también lo haría.
—Por qué no vas y descansas un poco, yo me quedaré a hacer guardia aquí hasta que el reverendo acabe —Su voz sonaba segura y tenía una actitud distinta
—¿Por qué haría eso? Estoy trabajando —Respondió de mala manera haciendo un gesto de discordia
El guardia le siguió insistiendo sin ganar nada, Alysa se estaba impaciente, el sudor poco a poco se estaba apoderando de ella, el peso contra su espalda la estaba matando y la pelea de esos dos era completamente estúpida hasta no dar más.
No le quedó de otra que tomar cartas en el asunto, y haciendo un sonido con la garganta llamó la atención de los dos hombres.
—Disculpe buen hombre, pero me parece que usted tuvo una larga jornada laboral, por favor salga a descansar —Pidió y al momento pareció funcionar
Pues salió observando con una mala cara al guardia, él le devolvió esa mirada, no dejaría que lo intimidaran y por un momento se sintió la tensión de esos dos hombres queriéndose matar como si la vida no importara por una rivalidad.
Alysa se agacho observando al guardia encerrado, su cuerpo apenas y era visible, los barrotes de la celda con su sombra refregaba al hombre, los pasos de quien lo cuidaba se iban alejando permitiéndoles saber cuándo se marchó.
Dejó lo que tenía en la mano a un lado y antes de poderse quitar la capucha un sonido de lamento se escapó de los labios del prisionero.
—Váyase por favor, no quiero que resé por mí, solo ellos saben cuáles fueron mis pecados, y le aseguro que de lo que me acuso esa mujer, no tengo nada que ver —Contestó
—Sí ya lo sé y por eso vengo a sacarte —Mencionó y al escuchar su voz giro rápidamente su cabeza para verla a los ojos —Vamos, salgamos de este lugar —Alysa tenía una mirada comprometedora y fuerte, el guardia abrió su celda, lo desencadenó y lo levantó; la cara de confusión que tenía la dejo con un ligero fresco
Si él no se había dado cuenta que el reverendo encapuchado era la emperatriz del imperio, nadie lo había notado, ¡un punto más por su astucia!
Alysa levantó todo lo que había dejado en el suelo y salieron corriendo por la parte trasera de las mazmorras, que conectaban con el bosque y una estrecha pared hecha con piedras.
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Editado: 24.01.2024