La respuesta no la sorprendió, por alguna extraña razón la esperaba, Atíl había sido un gran artista durante muchas generaciones y aunque fue paciente manaba un carácter fuerte, lo que llamó su atención fue el saber que lo había retratado a él.
Se preguntaba cómo quedaría su cuadro, se preguntaba cómo era el rey cuando era un niño, si de adulto le llamaba la atención de pequeño debía ser un gran ángel moreno.
No se comentó nada, se llenaron de un silencio incómodo por unos cuantos segundos los cuales parecían realmente eternos.
Su mirada estaba fija en los ojos de Bennett, los detalles y pinceladas de las pinturas, de todo lo que marcaba el cuadro junto con un recuerdo que era los que adoraba, pero que eran mejor olvidar dada la situación del matrimonio.
—Alysa, te has perdido en el limbo —la voz de Adrián la sacó de su concentración, giro su rostro y la cara del rey tenía una ligera sonrisa en sus labios —¿quieres salir de esta habitación? —preguntó
—¿Tiene un lugar a dónde llevarme? —devolvió la pregunta y lo observó con curiosidad
—No conozco muy bien el palacio, así que me temo que no puedo acompañarla a muchos lugares —contestó con un tono de lastima y desilusión como su expresión
Ella rió levemente
—Venga conmigo —dijo Alysa estirando su mano
Él la tomó sin negarse a su petición y salieron juntos de aquellos pasillos incesantes que lo único que tenían de valor eran aquellos cuadros, el resto era una habitación común y corriente como las demás, aún estaban agarrados de las manos, no se soltaban llamado así la atención del rey que estaba un poco nervioso de que fuera visto por Bennett.
Había organizado varios planes para acercarse a ella sin que lo descubriera, como cuando le enseño Nebrea, para disculparse con ella, era tal el arrepentimiento que sentía la necesidad de hacerla feliz.
Aun así, su nerviosismo no paraba, no le daba miedo Bennett temía que Alysa tuviera problemas con su esposo, de sólo pensar en esa posibilidad, un temblor se apoderaba horriblemente de su cuerpo seguido de la preocupación.
—Alysa, suéltame, ¿qué pasa si alguien nos ve y malinterpreta la situación? —preguntó y ella apretó su mano
—Nadie vendrá, estos pasillos están tan solos como almas en pena —contestó guiada por un impulso
No entendió mucho su comentario, pero logró comprender lo que pasaba por su mente, entraron a una habitación donde la puerta fue cerrada con llave, las cortinas fueron levemente removidas y todo el lugar se llenó de una luz muy ligera.
En las paredes había espadas que eran apoyadas por un sostén, las armaduras estaban tan oxidadas que eran fúnebres de sólo ver, estaba tan sucio que un ligero polvo se levantó y las cucarachas eran un poco reconocibles.
Era aquella parte abandonada del palacio que fue realmente extraña, muy pocos entraban por su aspecto tétrico, pues no faltaba quien pensara que había espíritus de las armaduras que estaban en aquella habitación.
—¿Por qué me trajo aquí? —preguntó analizando el lugar con cuidado
—Quiero pedirle un favor, Adrián, esta es de las pocas habitaciones que son olvidas por ser fúnebres, tenebrosas y las personas del palacio creen que están embrujadas, pero yo sé que no es así, por eso quiero que este lugar fúnebre y tenebroso sea como nuestro escondite —contestó estando en la ventana donde su silueta estaba en contra luz y le daba un aspecto de espíritu paranormal
—¿No quiere que sea otro lugar? Además, qué tipo de escondite sería este, ¿quieres hacer algo que no está alineado con las normas del palacio? Romper el reglamento —se acercó a ella teniendo una ligera idea de que su plan estaba tomando frutos
—Más que el reglamento, sería mi posición como emperatriz —contestó de una manera un tanto seductora para el rey
—¿Qué juego estás intentando jugar conmigo? —inquirió con una sonrisa coqueta
—Uno en el cual usted representa el fuego y yo el hielo —respondió Alysa fijándose en sus ojos
—¿Quiere ver quién se va a quemar? —volvió a preguntar y sus ojos demostraron una superioridad incesante que al mismo tiempo estaba sido mirado de la misma manera por Alysa
El ambiente se llenó de una tensión confusa para ambos, pues pegando sus manos contra su pecho y acercándose a él hasta casi tocar sus labios, sus narices se pegaron rigurosamente, miles de ideas estaban pasando por la mente de Adrián, amaba escucharla, tener su mirada junto con la suya y estando en una posición tan pegada, sus labios tocaron su oído, susurrando.
—Empecemos con esgrima —su voz fue dominantes abrazando a Adrián
—¿Esgrima? —cuestionó alzando una ceja
Ella se separó de él y tenía una sonrisa en sus labios la cual desbordaba una belleza inigualable, lo llenó de curiosidad por saber más, con la palabra Esgrima podía imaginarse cualquier cosa.
Su mente cometía desastres cada que se sobrepasaban ante él, sus mejillas junto con las de la mujer estaban levemente ruborizadas y ese rubor lo hizo sospechar.
«Estoy a punto de completar la primera parte de mi plan» pensó el rey con una sonrisa
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Editado: 24.01.2024