Esperaba verla así, tenía razón.
Ya habíamos empezado con nuestra mentira, ahora debíamos seguir.
Esa madrugada escondimos a la esclava, Oriana se vistió como ella, yo le ayudé a vestirse, a arreglar su cabello y a asegurarme de que todo estuviera tal cual para los médicos.
No tardaron mucho, solo cinco minutos. Yo había explicado que quería traer a la bebé al mundo con mis propias manos, me creyeron.
Ellos solamente llegaron cuando se suponía que yo estaba bañando al bebé, una de las parteras se acercó a mí y terminó con el trabajo.
—Su majestad, bien hecho —la partera tenía cargada a la bebé mientras la arrullaba
—Emperatriz es una bebé hermosa
—Es usted una mujer muy fuerte
Las escuchaba decir y ella solo acepta los cumplidos con familiaridad, siento repudio de solo verla tan cómoda, tan relajada y tan tranquila.
Me sentí culpable, nunca debí aceptar aquella estúpida idea, la bebé se quedó dormida en los brazos de la partera y sonriéndome me la entregó.
Lucía un pequeño vestido blanco, su cabello era más oscuro que el de su madre, su piel blanca era delicada, sus labios rosados estaban llamando mi atención, sus mejillas con un leve rubor y aquel pequeño cuerpo que se acomodaba a mis brazos y se mantenía seguro bajo mi regazo.
Era una bebé hermosa, y por la que Oriana y yo habíamos pagado.
—¿Cómo la llamará, su majestad? —me preguntó una de las mujeres
Pensé en un nombre, un hermoso nombre basándose en el mío, en la belleza de un campo y en la de su madre, la biológica.
—Alysa
Ella no tendría segundo nombre, tercero o cuarto, solo uno, me parecía una bebé hermosa como para nombrarla de tal manera.
—¿Te gusta el nombre? —le pregunté a Orina que tenía una sonrisa en sus labios
—Sí, es hermosos —afirmó
Solo fue su sonrisa lo que me lo dijo, tuve que fingir alegría al tenerla en mis brazos, Orina estaba feliz y cuando dejé a la bebé en la cuna, no dejé de contemplarla.
Atrapado por su belleza, por la de su madre y por el futuro.
Me agobié, me sumergí en una desgracia que se veía hermosa.
Tal como lo esperaba, la esclava no se interesó en Alysa, se quedó una semana en el palacio y no sé si fue el rechazo de su madre durante el embarazo, pero cuando la esclava la cargó por primera vez lloro.
Lloraba como nunca, incluso quiso alimentarla, pero Alysa no se dejaba, la rechazaba y la única manera de calmar a la bebé era con Oriana o conmigo, era la única forma para mantenerla calmada.
Le dimos su libertad a la semana, escapó de hecho.
Orina estaba feliz de tener a la pequeña Alysa y yo, solo fingía felicidad.
Observaba a mi hija crecer tan rápido como deseaba, cuando Alysa cumplió su primer año hice una fiesta.
Asistieron prestigiosos miembros de la corte, amigos y los emperadores del imperio de Melione, Rodolfo II y Marie Eleonore, junto con su pequeño hijo, creo que se llamaba Bennett o algo así.
Me junté con Rodolfo mientras las mujeres conversaban, Rodolfo me decía lo maravillado que estaba con mi hija, que era bebé hermosa y que seguro sería muy inteligente.
No me pareció, apenas tenían un año, lo poco que sabía era hablar, caminar y reconocer pinturas, nada más.
—Aiden, créeme amigo mío cuando te digo que tu hija me interesa —me tomó del hombro con suma confianza mientras hablaba
—¿Te parece? Me has hablado de mi hija todo el tiempo, me preocupas —respondí y él se hecho a reír
—No me malinterprete, solo creo que Alysa puede ser un excelente partido para Bennett —sus palabras me sorprendieron y lo observé con determinación
No me gustó lo que dijo, ni siquiera tenía tres años y ahora quería comprometerla, que estúpido.
—Creo que no me parece, Alysa es muy joven aun, no puedo comprometerla siendo tan pequeña —le explique mientras bebí un poco de vino
—Entonces vendré cada año, podemos formar una gran alianza, tu hija, mi hijo, esposos, capital, vez, es una buena inversión —me dijo convencido
Bufé ante su explicación.
Era evidente que no observaba a mi hija, observaba mi capital.
No respondí, cambié de tema.
Cuando Alysa cumplió seis años, se había vuelto una gran amiga de Bennett, cada cumpleaños venían a visitarla y Rodolfo insistía.
En una ocasión estábamos en el jardín, Alysa, Bennett y Catalina, la hija de una rama débil de nobles jugaban a nuestros alrededores.
Bennett en ese momento tenía nueve años, ambos se veían tiernos juntos como una joven pareja y la idea de juntarla con él se me hizo la mejor opción.
Estaba analizando detalladamente mientras el viento soplaba delicadamente y me daba frescura.
—¿Ves lo que yo veo? —me preguntó Rodolfo haciendo alusión a ellos dos
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Editado: 24.01.2024