NARRA. FABI
Me encontraba sentada en el jardín junto a Nadir, sumergidos en un pesado silencio, pues ninguno decía nada, solo mirábamos al frente y ya. ¿Acaso me trajo aquí solo para mirar el verde césped?
— Nadir, ¿si no tienes nad...?
— Necesito hacerte una pregunta y quiero la verdad — me interrumpió, mientras dirigía su mirada hacia mí. — Hay cosas que no salen de mi cabeza y necesito que me las aclares — tragué fuertemente y desvié mi mirada, evitando la suya.
— ¿De qué se trata? —pregunté, en un tono casi inaudible.
— No quiero incomodarte, pero necesito saberlo, necesito saber qué pasó.
— Suéltalo ya — insistí algo impaciente.
— ¿Quién te golpeó? — preguntó, logrando helarme la sangre. Ya había pasado tiempo, los hematomas habían sanado y nadie había preguntado, por lo que tenía la esperanza de que nadie lo hiciera. — Desde el día que apareciste por primera vez en el club, toda llena de golpes, llevo preguntándome lo mismo, ¿quién es el desgraciado que se atrevió a hacerte eso?
¿Quién? ¿Qué se supone que le tenga que decir? Que fue un malnacido que conocí un día, lo dejé entrar en mi vida, y sin verlo venir se volvió en mi peor tormento. ¡Ah! Y para rematar, a día de hoy temo por mi vida ¡porque el muy psicópata escapo, no sé cómo, de la cárcel!
Era una verdad que deseaba gritar a los cuatro vientos, para sacármelo de dentro y así librarme del dolor que me causaba, pero dudo mucho poder hablar con este hombre, el cual me hizo sentir tan mal. Tampoco estoy dispuesta a contarle algo tan personal para que a los días o a los minutos vuelva a cambiar su actitud y me trate mal.
— Eso ya pasó Nadir —dije sin más.
— Basta de mentiras, sé sincera y dime qué pasó —dijo, casi exigiendo, mientras se acercaba más a mí, cosa que me puso nerviosa. — ¿Quién te hizo todo eso?
— Nadir, ya basta. Eso es algo que no te incumbe —dije mientras me ponía en pie. No quería más preguntas ni más insistencias, solo quería que se callara de una vez.
— Bien, ¿pues qué tal si me cuentas mejor qué es lo que hay realmente entre tú y Luca? —preguntó, dejándome nuevamente helada. — Mi cabeza no para, me quedo por horas analizando todo lo que dijisteis, y no hay forma coherente para pillar la falsa que tenéis montada. — Acaso él... ¿sabía algo y por eso insistía tanto?
Una de las razones por las cuales quise acabar con la mentira, es para no pasar por este momento, para evitar este tipo de preguntas.
— Nadir...
— Deja de mentir Fabiola —exigió, interrumpió mis palabras, mientras notaba su cercanía tras de mí. —Dime la verdad.
Su voz dio un cambio a una más pacífica... más dulce, una que hacía que mi corazón latiera a mil por hora. Cuando giré a confrontarlo, lo miré a los ojos y por un momento quise contarle toda la verdad, pero algo en él me hizo recordar a Paul, y sin desearlo, los recuerdos me bombardean; como cuando en el comienzo de la relación me trataba bien, como cuando me regalaba hermosas palabras o como cuando me ilusionaba pensando en un futuro lleno de colores... pero nada fue cierto. Su verdadero rostro no tardó en dejarse ver y desde entonces todo se tornó de negro. Por eso mismo me negaba a creer en el extraño cambio de Nadir.
— ¡Basta Nadir! — exclamé, mientras me alejaba de él. — Si no te crees mi historia con Luca, ese es problema tuyo, no mío —terminé de decir con intensión de irme de inmediato, pero se me hizo imposible ya que Nadir agarró mi brazo.
— Por última vez —dijo con un tono más severo, aproximándose más hacia mí, quedando así en apenas unos centímetros de distancia. — ¡¿Qué es lo que hay realmente entre Luca y tú?! — exigió saber.
— ¿Qué cambiaría si te digo otra cosa? —pregunté, queriendo saber con ansias el por qué insistía tanto.
— ¡TODO JODER, TODO CAMBIARÍA! —gritó, mientras me soltaba para agarrarse fuertemente del cabello. No entendía lo que pasaba, pero menos entendía por qué mi corazón latía como loco.
— Nadir... — este me calló, volviendo a acercarse hacia mí, quedando esta vez más cerca. Su mirada se clavó en mis labios y por instinto dirigí mi mirada hacia los suyos. El nudo en mi pecho crecía por cada segundo que pasaba cerca de él y la sensación que sentía de desfallecer, se hacía más grande.
— Lo cambiaría todo Fabiola —susurró, logrando que todo mi cuerpo se erizara...
— ¿Interrumpo? — una voz a nuestra espalda hizo que alejara a Nadir de un empujón. Al girar encontré a Ian parado frente a nosotros con una expresión neutral.
— No... no, claro que no. —me apresuré en responder ya que Nadir no lo veía con la labor de hablar.
— Te estaba buscando Fabi —dijo Ian, acercándose un poco más hacia mí, pero Nadir se interpuso en su camino, colocándose frente a él.
— ¿Para que la buscabas? —preguntó, cambiando radicalmente su tono. Ya no era suave ni dulce, ahora era imponente y grave. — ¡Responde! — alzó la voz, mientras seguía acortando la distancia entre ellos.
Es entonces cuando bajo de las nubes, y me percato de la incómoda situación que nos rodeaba. Lo peor fue ver como toda las palabra bonita de Nadir quedaron en el aire una vez volvió a su verdadero ser.
— No te buscaba a ti Nadir, asique no te metas —respondió Ian con el mismo tono imponente.
— Por tu bien... lárgate — respondió Nadir, con tono bastante amenazante.
Ver a Nadir con esa actitud tan chulesca no me gustaba nada, por lo que agradecía que Ian hubiese apareciera en el momento exacto, antes de que hubiera hecho alguna tontería...
— ¡Ya basta los dos! — exclamé, interponiéndome entre ambos. No puedo más con las discusiones, ni mi cabeza ni mi cuerpo podían soportar más estas situaciones de estrés. — La que se larga de aquí soy yo — terminé de decir para dar media vuelta y dirigirme al interior de la casa.
Ni dos días han pasado y esos dos ya me daban ganas de volver a largarme. No tengo ni idea de cómo eran las cosas antes de mi llegada, pero yo por lo menos ya estoy hasta la coronilla de sus discusiones.