Familia de Alquiler

CAPÍTULO 23

Día agitado

Elizabeth

Conduje a toda velocidad hacia el apartamento de Shaun, ya que acordamos con Scarlett encontrarnos allí.

Durante todo el trayecto me recriminé por tonta.

Si bien él nunca había llegado tarde al hospital, y ni siquiera había faltado jamás, bien podría ser la primera vez, y heme aquí haciendo un revuelo familiar por nada.

El hombre tenía derecho a pasar la noche con quien quisiera y quedarse dormido a la mañana siguiente por tanta actividad nocturna, ¿o no?

Al llegar Scarlett, unos minutos después de mí y con expresión de intensa preocupación, abrió apresuradamente y subimos al elevador.

En cuanto entramos al apartamento ella corrió al cuarto de su hermano. Antes de seguirla, me detuve en la sala porque llamó mi atención una caja de Hidroxizina y, a su lado, la tableta con tres comprimidos faltantes. Esperando que no los hubiera tomado todos juntos, corrí al cuarto.

Allí estaba él, tendido en medio de una cama enorme, con el torso desnudo y un pantalón jogger, tan pálido como sus sábanas.

—¡Shaun! ¡Shaun! -le gritaba Scarlett, sacudiéndolo-. Despierta.

—Golpea sus mejillas -le ordené mientras le tomaba el pulso.

Su corazón latía en desorden pero sin fuerza y la piel estaba sumamente fría. Evidentemente era una sobredosis de hidroxizina y seguramente la presión arterial había caído.

Mientras Scarlet lo abofeteaba para despertarlo, corrí a la cocina y tomé una botella de agua del refrigerador.

—¡Ay! -sonó la voz de Shaun arrastrando las palabras- ¡Deja ya de golpearme!

Busqué apresuradamente una toalla en el cuarto de baño y la coloqué en la cama; entre las dos logramos que se sentara e inmediatamente presioné su cabeza hacia abajo y derramé agua fría en su nuca.

—¡Está helada! ¿Qué te pasa, Scarlett?

—Esa fue Elizabeth -respondió ella.

Entonces Shaun levantó la cabeza y me miró confundido.

—¿Elizabeth? -inquirió con el ceño fruncido.

—¿Qué pasó entre ustedes? -preguntó Scarlett preocupada.

—Entre nosotros, nada. El tema es con su “ex”.

››Explícame esto, Shaun -agregué dirigiéndome a él y mostrándole la tableta de Hidroxizina.

—¿Qué tengo que explicar? No podía dormir.

—¡Eres médico, por dios! ¡¿Por qué tomaste tres comprimidos?!

Sólo me miró con tristeza, lo que de ninguna manera me inspiró lástima, y no respondió.

—¿Dónde tienes un tensiómetro?

—Allí -me indicó señalando una puerta de su closet.

Lo busqué, le medí la presión arterial y viendo que estaba sumamente baja volví a la cocina y le serví un vaso con agua al que le agregué sal, y al no encontrar miel, se lo llevé así obligándolo a beberlo.

Scarlett, arrodillada al lado de su hermano, lo observaba en silencio y con expresión angustiada. Esa escena me conmovió profundamente, pero me obligué a recordar que yo no era parte de esa familia, para que más tarde no doliera tanto.

Al cabo de media hora volví a tomarle la presión, y observando que evolucionaba bien, me preparé para marcharme.

—Reprogramaré los turnos de hoy. Dejaré todo organizado -le dije a Shaun ante su mirada confundida-. Descansa.

Me despedí de ambos y regresé al hospital.

Todo ese asunto con Shaun, aunque había acrecentado la fuerte angustia que tenía instalada en mi pecho desde el domingo, no sería el único acontecimiento extraordinario del día.

Antes de entrar al Ala de Pediatría, me encontré con la figura siniestra de Craig en la acera. Se lo veía muy enojado.

—Busco a Shaun -me dijo sin saludar.

—Hola, Craig -lo saludé con una sonrisa.

—Hola, Elizabeth -respondió suavizando su voz y su gesto-. ¿Podré hablar con Shaun?

—Lo siento. Hoy no vino a trabajar, tenía algunos compromisos. ¿Quieres dejarle un mensaje?

—No, es personal. Pero me gustaría invitarte a un café para informarte sobre un asunto -agregó siempre sonriendo de manera intrigante.

—Cuánto lo siento, Craig. Ahora debo terminar un trabajo urgente y al salir llevaré a Noah al médico.

—¿Está enfermo?

—No, es sólo para un control de rutina, pero ya tengo concertado el turno.

—Entonces mañana. Te aseguro que el asunto te interesará y… supongo que no me temes… ¿o sí?

“Tú deberías temerme”, pensé, pero le respondí con una sonrisa:

—Mañana estará bien. Podemos ir al Café que está junto al hospital. No puedo tardar mucho por Noah.

—Perfecto. Mañana será. ¿A qué hora?

—A las cuatro te veo en el Café.

Debía asegurarme de que no me viera salir de otro sector que no fuera Pediatría, de esa forma no podría sacar conclusiones.




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