Scarlett.
Y ahí estaba yo, con mi semblante serio, caminando por entre la los adolescentes que abarcaba el maldito pasillo por el cual debía pasar para llegar a mi maldita clase de ciencias, pero mi mal humor no es culpa de las ciencias, es culpa del maldito día del cual ya tenía suficiente.
Simplemente quería terminar este día y volver a la que ahora sería mi casa, porqué por su puesto nos habíamos tenido que mudar a este curioso y pequeño pueblo llamado Forks en el estado de Washington.
¿Qué? Estoy encabronada!
El motivo de esta tragedia es culpa de mi padre y un poco de mi madre; nos mudamos aquí porqué mi padre, Thomas, es dueño de una empresa de construcción y ingeniería por lo que como por deducción, le ofrecieron un proyecto aquí, así que luego de convencer a mi madre Stacy, la cual es una famosa diseñadora de moda, me convenció a mi.
Claro que no por los medios tradicionales, pero esa mujer siempre sabia de donde agarrarme para que hiciese lo que ella quisiera, y no fue ni más ni menos que con mi preciada colección de libros favoritos, sería un desperdicio decir que no le desee la muerte por obligarme a marchar de Inglaterra para venir a este sombrío pueblo; no tengo nada contra el frío o la lluvia constante, es más me encanta la lluvia y mi estación favorita es el invierno, pero ya estaba adaptada a Inglaterra y aunque no viene al caso me gustaba la vista a la cuidad que se veía desde mi habitación; y el estar cada periodo de tiempo mudándome no me era satisfactorio, en absoluto.
Dejando todo esto de lado, afirmó y no soy muy consciente pero creo que hemos llegado el sábado por la tarde a Forks, y hoy era un maldito lunes, tuve suerte de que me gusta leer y me di una repasada a lo que andaban dando en este instituto, es obvio que no me sorprendió y gratamente me pareció que iba a la par o más adelantada, pero eso no importa.
Lo que importa es toda la maldita gente que me mira como si fuera lo más interesante que haya pasado en un buen tiempo, y yo como amo ser el centro de atención, nótese el sarcasmo.
Tal vez lo que me puso de mal humor no sea solo la atención que estaba teniendo ya que eso tendría una explicación, pero lo que no tiene una es porqué todos quieren sociabilizar conmigo.
Se me escapa un bufido irritado. En este momento debería estar en mi preciada clase de literatura en Inglaterra y preparándome para mi clase de lectura.
Carajo, extraño mucho la normalidad de una cuidad no tan pequeña.
Sabia que al entrar en la instancia las miradas se pasarían sobre mi por inercia, pero dios, porqué todos me miran como bicho raro.
—Supongo que usted es la señorita Scarlett McQuaid. —dijo el profesor Curry con expresión interesada mirándome sobre sus gafas.
—Así es. —respondí aún sería y me encogí de hombros despreocupada.
Tal vez si hacia como que no me importara, esto se reduciría a solo los chismosos y terminaría por desaparecer la gran noticia de que yo soy "la nueva".
—Tome asiento — me indicó aún mirándome por encima de sus gafas.
Que irritable. Me gustan las ciencias, pero soy más de la literatura y las letras. Ahora tendría que bancarme tener clases aburridas y encima ser el centro de atención.
Sin mirar a nadie en específico, tomé asiento en una mesa libre, esta se veía apartada del resto, así que agradecí no tener que compartir mesa con nadie.
—Bueno alumnos, abran sus libros en la pag...—la clase se vio interrumpida por alguien.
—Lamento interrumpir profesor Curry, no volverá a ocurrir —al parecer era un chico, su voz era suave y al mismo tiempo fuerte y aterciopelada; eso llamó mi atención, pero no quise despegar la mirada de mi libro y preferí que lo mejor era ignorar mi curiosidad, pues solo se trataba de otro adolescente más en este instituto del demoño; así que haciendo caso omiso no le di mucha interés, total poco me importaba quien interrumpiera.
—Si, eso mismo dijo la semana pasada señor Cullen.— contestó con irritación el profesor.
Luego de eso la clase siguió tranquila, el profesor hablaba y hablaba, mientras yo solo leí la información que me brindaba el libro de ciencias avanzadas, todo esto que estábamos dando ya lo había dado, por lo que en vez de comprar un libro de ciencias comunes, compré uno avanzado.
Al pasar los cuarenta y cinco minutos de la clase de ciencias, ya tenía todo junto para salir de allí, me di cuenta de que alguien ocupaba el otro extremo de la mesa, simplemente lo rodee y salí del salón directo a mi próxima clase.
Iba sin preocupaciones, hasta que alguien me tocó el brazo
Jessica Stanley, maldita Jessica Stanley.
¿Cómo lo sé? Porqué Mike Newton vino a mi recién yo haber bajado del coche, me acompaño dentro mientras se presentaba y con una seña señalaba a su grupo mientras íbamos pasando de ellos, aunque no le di importancia, esta chica me quiso asesinar con los ojos en cuanto me vio, no la quiero muy cerca la verdad.
—Oh, tú debes ser la nueva, ¿no? Yo soy Jessica Stanley, como te habías enterado.— la verdad es que me importa muy poco lo que tenga que decir, como no se calla y me sigue hasta la cafetería no me queda de otra que tratar de ignorarla.
Al estar en la fila para comprar, lo único que pensaba es...
~Maldita cafetería, maldito instituto, maldita gente, malditos profesores, maldita Jessica Stanley!~
La verdad si soy sincera conmigo misma, solo quería que se callara de una vez por todas.
—Scar, te estoy hablando. Ah ya los vistes no?—había empezado un nuevo monólogo, yo solo los miré de repaso, ni idea quienes eran pero en este momento me daba recontra igual, solo pensaba que quería salir o explotaría, eso quedaba claro al ver mis manos al rededor de la bandeja, mis nudillos estaban blancos por la fuerza ejercida en ella, hasta podría pensar que se rompería.—Bueno te pongo al tanto, ellos son los Cullen, pero no cre...—
—Oh, ya cállate Stanley, solo te voy a decir tres cosas, la primera; no me importa quien te haya rechazado ni mucho menos a quien odies para que uses ese tono despectivo y prejuicioso. Lo segundo es que nunca te he preguntado quienes eran ni mucho menos quisiera seguirte escuchando.— la cafetería tenía todos sus ojos sobre nosotras y estaba todo en silencio. Mierda! Maldita Stanley. — Ah y la última cosa, nunca te di permiso de llamarme como lo has hecho.—terminé de comprar y me volé de ahí.