Ra: Dios del sol, del cielo, y del origen de la vida.
Su nombre verdadero es impronunciable, así que decidió autodenominarse «Ra».
Es un monstruo, un ser despiadado que nada sabe de empatía... o eso podrías pensar cuando recién la conoces.
La primera vez que posas tu mirada en ella, la ves inocente y feliz.
La primera vez que escuchas con atención lo que dice, la notas distante y peligrosa.
La primera vez que sientes su verdadera esencia, notas que lo es casi todo.
Que sonríe hipócrita, y que dice no saber lo que pasó, cuando sabe hasta lo que pasará.
Cuando estás cerca de Dios, notas que no tiene por qué ser bueno, y tampoco por qué ser malo.
Cuando estás con él... comprendes que no fue Dios quien nos hizo a su imagen y semejanza, que fuimos nosotros los que lo creamos a él.
Comprendes en lo más profundo de ti, que nosotros creamos a Dios como un homófobo, un machista, un intolerante, pero que a la vez decimos que es puro amor.
Un día, yo lo conocí.
Bueno, la conocí, y como lo hice, sé que no debo contar mucho más de ella.
Fui el primer humano en cruzar palabra con ella.
Y el primero en ver su rostro descubierto.
Y el primero en amarla de verdad.
Así que créanme cuando les digo que ella intentó evitar tener que venir.
Intentó convencerse de no hacernos venir, intentó, pero efectivamente era un farsante.
Dios lo intentó.