Vincenzo buscó a Natalia al terminar la clase, ella pensó que como siempre irían a hacer la fila para acceder al transporte universitario para luego acompañarla hasta su casa. Esta vez, Vincenzo tomó otro rumbo y la invitó a sentarse en un banco de madera colocado debajo de un árbol en las jardinerías de la Facultad.
Una vez sentados, se dirigió a ella dulcemente, la tomó de la mano, manifestándole que ya no quería ser simplemente su amigo, que sentía algo muy especial por ella.
Natalia sintió que flotaba en una nube rosada, ni siquiera había respondido cuando sintió los labios tibios sobre los suyos, una oleada de algo indescriptible la invadió completamente, era un sueño hecho realidad. Su primer beso y por el joven más guapo que hubiera conocido en su vida; le pareció interminable, eterno, se trasladó a otra dimensión. Cuando se separaron, sintió como si salía de un letargo. Pensó que nunca sentiría una felicidad mayor que la vivida en ese momento.
Caminaron juntos tomados de la mano hasta llegar a formarse en la fila del transporte, Natalia se sentía ruborizada y pensando que todos notarían que acababa de ser besada por el chico cuya sonrisa se adornaba con los hoyuelos que se formaban en sus mejillas.
Natalia y Vincenzo se reunían al terminar las clases en el mismo banco, bajo el árbol donde se dieron su primer beso, recreando siempre sus caricias llenas de la ternura y la dulzura del primer amor, hablando la cantidad de cosas que tanto hablan los enamorados.
Ese día, él había estado chateando por tan largo rato que ella le preguntó:
-Con quién hablas tanto?
-Es Mauricio, princesa, estamos acordando la hora a la que nos vamos a encontrar, luego que te deje en tu casa.
Natalia no preguntó más nada.
Se levantaron del asiento para irse a formar la fila para aguardar el transporte.
La acompañó hasta su casa y como todos los días, se despidió con un beso.
Mañana nos encontramos en nuestro sitio, ya sabes, el primero que llegue espera al otro mi princesa.
Editado: 05.10.2021