fascinación

La seducción de Vincenzo

Elizabeth recogió a Vincenzo en el lugar convenido y fueron juntos a seleccionar el nuevo coche para ella.

-Ese modelo es bonito, pero no me agrada el color.

-Señorita está este otro modelo en el color que usted lo quiere, sugirió el vendedor.

-No, definitivamente los asientos no combinan.

-Ese material del volante no es el apropiado para mis manos, yo conduzco sin guantes.

-La inclinación del vidrio delantero no está en armonía con el resto del diseño del coche.

-Ese modelo es muy corriente, quiero uno más exclusivo.

Recorrieron treinta agencias de ventas de coches, hasta que, al fin, el vendedor le mostró un modelo importado de un catálogo que se lo traerían la semana siguiente a la que estaba corriendo, en el color que la satisfizo al fin.

Vincenzo se sentía agotado de tanto recorrido viendo coches.

Entraron a una nevería.

-Sí que eres exigente en tus gustos.

Papá me compra lo que yo deseo y como lo deseo; si no es de mi agrado, no tengo porque aceptarlo, para eso él puede pagar la cantidad que valga. Llamaré a la señora de servicio, de aquí nos vamos al piso a celebrar mi nuevo coche que mañana llega.

Avisó a la señora para que se retirara ya de sus labores y que se tomara el resto del día libre.

Al llegar al piso, Elizabeth destapó una botella de Veuve Clicquot y dijo a Vincenzo: “Saca dos copas y tráelas para que brindemos mientras tomamos un baño tibio de espumas en el jacuzzi”.

-Sus deseos son órdenes para mí, su majestad. La siguió al cuarto de baño y se sumergieron los dos entre las espumas con el aroma de las sales y las copas llenas de burbujas.

Realmente ella sabía muy bien cómo seducir; lograba emocionar a Vincenzo hasta llegar al summum de pasión y sucumbir ante tanta lujuria. Sentía las oleadas del deseo y ella sabía muy bien como recorrer en su cuerpo sus puntos clave y qué hacer en ellos para lograr su satisfacción completa. Nuevamente sintieron hasta el tope máximo del placer.

Luego de tomar una frugal cena, Vincenzo se empezó a vestir para marcharse.

- ¿Por qué no te quedas a dormir esta noche aquí?

Vincenzo pensó: “de nuevo la misma pregunta”

No respondió nada; la besó y se marchó. 




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