-Charlotte, tienes que ser mi dama de boda, no me puedo casar por la iglesia porque ya lo hice con Enrique, pero pienso vestir un hermoso traje, quiero un Balenciaga mínimo, y tú estarás allí conmigo, porque has sido mi confidente durante mucho tiempo y me has traído buena suerte, eres mi amuleto.
- ¿Qué sabes tú, si entre los invitados está el verdadero hombre de tu vida?
- ¿Algún amigo de Jean Paul y resulte ser tu destino? ¡Un hombre adinerado!
-Tú y tu imaginación, siempre desbordada.
-Me gustaría estar contigo en esos momentos, pero no creo que pueda lucir un traje de diseñador, está fuera del alcance de mi presupuesto.
-Ni te preocupes por eso, Jean Paul ya me dio una extensión de su tarjeta con la cual iremos a un sitio exclusivo a adquirir nuestros atuendos desde la punta del pie hasta el tocado final de la cabeza.
-Tienes que venirte a mi casa para que nos peinen y maquillen expertas con maestría en estética.
Jean Paul le envió al chofer a Raquel para que la llevara de shopping con su madre; luego pasaron a recoger a su amiga y confidente.
Recorrieron muchos lugares tratando de adquirir lo más espectacular posible.
Charlotte no sabía por cual decidirse porque cada uno que veía era más hermoso que el anterior.
Por fin, Raquel se decidió por un diseño Balenciaga, beige rosáceo con zapatos cerrados en tono cobrizo; Charlotte optó por un tono esmeralda que le destacaba su silueta, sentándole como un guante en su bien proporcionada figura.
Para sus pies, sandalias en delgadas tirillas de fina piel de cabritilla.
La madre de Raquel se llevó el outfit que su hija le seleccionó.
Como era de esperarse, la boda fue el acontecimiento social más brillante de la temporada; todo un derroche de lujo y glamour.
Todas las hermanas lucían orgullosas en la boda de su hermanita menor.
Hicieron un breve viaje de luna de miel debido a las múltiples obligaciones de Jean Paul.
Editado: 05.10.2021