Natalia empezó sus actividades profesionales en una empresa ubicada en las afueras de la provincia. No había olvidado a Vincenzo, pero, aun así, mantenía su risa contagiosa y alegre como una castañuela.
Era tan amistosa que, en el sitio laboral, siendo una recién llegada, ya todos le tenían afecto igual que sus compañeros de la universidad, como si la conocieran de toda la vida.
Su padre le regaló un coche para que se trasladara con comodidad a su lugar de trabajo.
Sin embargo, entre el grupo de compañeros, había uno que aparentaba no simpatizar mucho con la adorable pelirroja, de modo que cuando se lo topaba en el pasillo, fuera de las oficinas, le decía:
- “Ojos verdes son traidores”, como dice la letra de la famosa canción lusitana.
Natalia no se daba cuenta que el chico solamente trataba de llamar su atención hacia él; ella creía que era un amargado y él por su parte la consideraba una pequeña burguesa.
Octavio Vieira vivía con varios hermanos, cada uno de distinto padre. Esto lo hacía sentir incómodo; también tuvo una infancia llena de privaciones materiales.
Tenía este empleo, pero también estudiaba para recibirse como profesionista y obtener mayores ingresos y así apoyar a sus hermanos menores.
Su padre lo engendró; estuvo poco tiempo junto a su madre; luego se marchó a su tierra, Portugal.
Editado: 05.10.2021