Fatum

CAPÍTULO CINCO (Parte dos) - Una chica no puede tenerlo todo, pero una chica puede decir no

Llegué al edificio de la biblioteca, en la entrada, había una enorme figura de un libro abierto. Cuando entre, el lugar se veía enorme, desde el piso donde yo estaba, se veía el piso de arriba, y lo que supongo, miles de libros en las paredes. Se sentía demasiado solitario. Un poco de atención al lugar, y vi que no había nadie.

—¿Hola? —hablé alto para que alguien me escuchara. Nadie respondió. —Soy Lenna Andrews, vengo por una…

—¡Por aquí!

Me dirigí de donde creí, venia la voz. Cuando llegué, había un muchacho detrás de un mostrador, de espalda a mí.

—Hola, vengo por una tarjeta para… —el chico se volteó, y sus ojos azul de hielo me saludaron con diversión— ¿La biblioteca? ¿Pero qué estás haciendo aquí? —Puede o no, que mi pregunta se haya escuchado, sorpresiva, o como una agresión, depende a quien se le pregunte.

—Bueno, ricitos, yo asisto a esta escuela, es normal que yo, este aquí —sonrió con la esquina de su boca elevada.

—Lo que sea, ¿estas atendiendo aquí? Vine por una tarjeta, me dijeron que habría alguien esperándome. —La forma en la que rio, no era la respuesta que esperaba—. ¿Qué? —pregunté después de que no contestó y solo se quedó sonriéndome durante unos minutos.

—Nada, bueno, es solo que eres… muy refrescante.

—Oh, bien, entonces… ¿sabes con quien voy para lo de la tarjeta?

—Si es aquí conmigo. Párate justo aquí —señaló— para tomarte la foto.

Hice lo que me indicó, y esperé. —Entonces, ¿trabajas aquí?

—No, no lo hago. —Se acomodó detrás de una cámara—. Solo fue un, pedido especial, ahora, Ricitos, sonríe un poco.

Rodeé mis ojos, pero obedecí. Acomodé mi cabello, y pensé en algo alegre, el tío Luca y Raffaele huyendo de la cocina, cuando vieron a la tía Eleanor preparando el almuerzo, entonces, forcé una sonrisa. El sonido del obturador fue lo único que se escuchó. Un momento después, los ojos del chico de la colina se conectaron con los míos. —Eres tan hermosa, Lenna.

Su voz, sonaba como una caricia. El. Sabia. Mi. Nombre. Dios, empezó a hacer mucho calor aquí. —Por lo general, es bien conocido que, a las novias, no les gusta que se le llame hermosa a nadie más que a ellas.

—¿Qué? —preguntó.

—Olvídalo.

—No te veía como cobarde, di lo que tengas que decir —me incitó, con la mirada llena de desafío.

—No me llames hermosa cuando tienes novia —expliqué.

—No tengo novia, entonces te seguiré diciendo hermosa —sonrió, con la esquina derecha de su boca elevada. Tan, tan sexy.

—Si bueno, seguro que rubia piernas delgadas no lo sabe —murmuré por lo bajo, las palabras saliendo antes de que me diera cuenta.

El ruido pesado de una maquina imprimiendo sonó, y el chico de la colina me hizo una señal para acercarme. —Todo listo, aquí tienes tu tarjeta de la biblioteca, hermosa.

Rodeé los ojos, y estiré mi mano para tomarla, entonces nuestros dedos se tocaron. Debió ser algo inocente, pero no se sintió así. Fue eléctrico.

La sensación me provocó un jadeó, y corrí.

Ya sé, que cobarde, pero lo que sea.

Las clases terminaron y no pude identificar ninguna aliada. No las llamaba amigas, no me quedaba el tiempo suficiente para eso. Pero como un ser humano con algo de cordura, necesitaba compañía en la escuela. Aunque en esta y por lo que pude ver, no encontraría nada. Podría darle unos días, hoy fue solo el primero. Un grupo de estudiantes se me acercó entre clase, para preguntarme que hacían mis padres. No un hola ni nada, solo, “¿qué hacen tus padres?”.

No había muchas esperanzas.

Ahora, mientras que, dentro de las paredes de la Preparatoria Lancaster todo era delicado y elegante, en el estacionamiento era un mundo salvaje y diferente. Había una pareja llegando al +18 recargados en un auto, unos chicos estaban fumando lo que parecía, no eran cigarrillos, una rubia con un distorsionado uniforme escolar, estaba encima del capo de un auto, y tenía un megáfono en una mano. —¡Fiesta anual de regreso a clases en mi casa a las ocho!

Pasé de largo y me dirigí a mi auto, solo había otro auto estacionado en ese espacio. Un jeep negro con las ventanas tintadas. Cuando estaba por abrir la puerta de mi escarabajo, una de las ventanas del jeep bajo. —Lindo auto ricitos, no es tu estilo, pero, lindo.

Me tensé al escuchar su voz, pero me recompuse con rapidez. —Disculpa, no hablo con extraños.

—Estas disculpada, no te preocupes.

—No lo hago, no era una disculpa sincera. —Abrí la puerta, entré y arranqué el auto.

 

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Cuando llegué a la casa, el auto de Frank estaba estacionado.

Mierda.

Adelantó su regreso. El temblor en mi cuerpo fue tan fuerte que no pude controlarlo hasta que llegué a la puerta.

Yo no hice nada malo.



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En el texto hay: drama, primer amor, youngadult

Editado: 01.04.2024

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