Eran las nueve de la mañana, y Dina y Zameer no podían salir de aquel lugar. Ambos estaban cansados (y hambrientos). Dina había intentado saltar y afianzarse al borde del agujero en el piso superior, pero era demasiado alto como para alcanzarlo, y aún si lo lograba le habrían faltado cuatro pisos más. Zameer, por su parte, había intentado establecer contacto con el resto de su escuadrón, sin éxito obviamente, así que recogió sus armas y se paseó por la sala en busca de una puerta o algo que los pudiera sacar de ahí.
Dina medía cada movimiento de Zameer, lo miraba de reojo y con desconfianza a una distancia prudencial. Había encontrado su rifle y lo mantenía colgado a su espalda, lista para tomarlo al menor indicio de que el sangheili quisiera atacarla. Por otro lado, Zameer se había acostumbrado a la presencia de la spartan, no le prestaba demasiada atención ya que no la consideraba una amenaza seria por lo que actuaba con total libertad cerca de ella.
—Espero que mis soldados nos encuentren pronto —dijo Dina luego de registrar el lugar en busca de alguna puerta sin poder hacer mucho, ya que su vista seguía borrosa y en su estado en la oscuridad no habría podido ver sin una linterna, cosa que no tenía su traje (no la necesitaba al tener una vista tan desarrollada).
—El único acceso está bloqueado por escombros —le informó Zameer, quien había estado revisando el lado opuesto de la habitación.
—¿Sabes algo? —Dina estaba hurdiendo un plan —Los de tu especie saltan muy alto.
—¿Y? —dijo Zameer como si Dina no hubiera podido decir algo más obvio.
—Si saltas y te sostienes del borde del agujero del piso superior podrías subir y, claro, subirme a mí.
—Es demasiado elevado para que pueda alcanzarlo de un salto.
—Entonces yo te daré el impulso que haga falta —sentenció Dina —. Pondré mis manos así —Dina formó un escalón con sus manos entrelazadas —, tú corres desde el extremo de la habitación, saltas y en el momento preciso te empujaré hacia arriba con todas mis fuerzas. Con algo de suerte estando más cerca de la superficie podrás contactar con tu equipo o bien encontraremos una vía despejada para ascender.
—Es una idea lo suficientemente buena —admitió Zameer —para venir de una humana —añadió con desdén. No se permitiría ser demasiado amable con un spartan.
—Veamos si eres ágil para saltar tanto como para hablar, salamandra —le respondió Dina riendo por dentro.
—¿Qué es salamandra? —preguntó Zameer mientras se encaminaba a su puesto.
—Es un pequeño reptil que... ¡Hey, no tiene caso explicarte! —se interrumpió Dina, se estaba exasperando por no poder entablar una conversación normal con el élite, tenía que explicarle lo que cualquier otra persona entendería.
Zameer se despreocupó del asunto y se dispuso a seguir el plan de la spartan. Tomó gran velocidad en el corto trecho que le separaba de Dina y al saltar hacia el apoyo que había formado con sus manos la spartan le empujó hacia el techo con fuerza sobrehumana. Zameer alcanzó a sujetarse del borde, apoyó los codos, subió medio cuerpo y luego las piernas. Había logrado salir.
—¡Vaya, eso estuvo excelente! —exclamó Dina —¿Puedes llamar a tu equipo desde ahí? ¿O ves alguna salida?
Dina esperó unos segundos pero no obtuvo respuesta. Volvió a llamar, no se escuchó otro ruido que el de las fuertes pisadas del sangheili por encima de su cabeza.
—Genial... —gruñó Dina cruzándose de brazos —Ayudé a que un zealot escapara. Y mientras él anda libre por toda la base yo estoy aquí llenándome de polvo en un pozo sin salida, con hambre y una herida sin esterilizar, además de que no alcanzo a ver más allá de un metro por delante de mí. ¿Acaso soy lo suficientemente confiada como para haber hecho semejante...
Una gran caja metálica cayó frente a Dina, proveniente del agujero sobre ella. Estaba por asomarse cuando otra caja pasó a escasos centímetros de su cabeza haciendo un ruido espantoso al tocar el suelo. Cayó una tercera caja que se abrió desperdigando su contenido: documentos, hojas, y demás papeles en exceso.
—Al menos eso ha logrado silenciarte —dijo Zameer asomando la cabeza por el hueco —. Apila esos bloques y úsalos para ganar altura, cuando estés más cerca te sujetaré para subirte.
—Cajas —dijo malhumorada —, se llaman cajas, no bloques. ¿Acaso no hay de estas en Sanghelios?
—Guarda silencio y apresúrate —le ordenó Zameer desapareciendo nuevamente. Unos segundos después arrojó más cajas para que Dina pudiera formar escalones y le fuera más fácil subir.
Dina se quedó boquiabierta. No iba a permitir que un extraterrestre le hablara de esa forma. Pensando en reclamarle más tarde, apiló las cajas (las cuales eran bastante grandes) y subió sobre ellas manteniendo el equilibrio lo mejor que podía.
—Bien, ya está. Puedes subirme.
—Eres demasiado lenta para hacer una tarea sencilla —se quejó Zameer recostándose en el suelo boca abajo, estirando los brazos hacia abajo por el borde del agujero.
Dina solo soltó un gruñido y extendió los brazos hacia Zameer. Viendo que aún no tenía la altura suficiente ni estando sobre las cajas, saltó lo más alto que pudo, derribando la torre de cajas en el proceso. El élite rápidamente le tomó por las muñecas y comenzó a tirar de ella para levantarla.
—Pesas... demasiado... —jadeó Zameer haciendo fuerza con los brazos.
—¿Qué esperabas? —se defendió ella —¿Que fuera ligera como el viento llevando esta cosa puesta? Deja de hablar y súbeme.
Las manos de Dina llegaron hasta el borde. Zameer le soltó las muñecas para que Dina pudiera sujetarse y mientras ella se levantaba a sí misma, Zameer le ayudaba tomándola por la espalda de su armadura. Una vez que estuvo arriba se dejó caer de bruces sobre el piso, feliz de haber salido de ese sitio. Zameer se levantó respirando ruidosamente y se sacudió el polvo que se le había adherido.
—Encontré una puerta que conduce a unas escaleras. Esperaba que fuera un ascensor pero es mejor que nada —le informó Zameer señalando la ruta hallada.