Fayrah

Capítulo cuatro

La venda fue quitada de nuevo de su sitio, Jazmín vio a los dos guardias que han estado vigilando desde que llegó. No sabía el nombre del más alto, pero sabía por las conversaciones que había oído por causalidad que el más bajo se llamada Luke. Dos guardias, no sabía por qué era vigilada tan rigurosamente a comparación de los demás esclavos del lugar.  

Las restricciones no le fueron retiradas hasta que estuvo devuelta en su habitación, encadenada del cuello. 

Los hombres no salieron. Luke permaneció cerca mientras el más alto cerraba la puerta dejándolos a ambos en el interior. El primer pensamiento de Jazmín fue que tenían órdenes para golpearla, pero entonces notó que iban a permanecer por su propia voluntad, no bajo órdenes. «Esto podría ser peor»  

—Así que te gusta actuar —comentó el hombre más alto. Al percibir su tono, Jazmín se preparó para la posibilidad de que estaría enfrentando otro problema —. Cuantas personas estuvieron embelesadas por tu actuación después de todo. 

Jazmín se quedó en silencio tratando de actuar calmadamente como si su corazón no estuviera saliéndose de su pecho.  

Eso no cayó bien, no al hombre de mayor altura, en todo caso. Luke lo agarró del brazo deteniéndolo. 

—Déjala —dijo Luke —. Ni siquiera se supone que estemos aquí.  

Luke, aunque más bajo, también se veía más fuerte que el otro. Hubo un breve momento de resistencia, antes de que el hombre más alto dejara la habitación con un fuerte bufido. Luke permaneció, volcando su atención especulativa sobre Jazmín. 

—Gracias —dijo Jazmín neutral. 

Luke le devolvió la mirada, evidentemente sospesando si hablar o no. 

—No soy amigo de Asher —dijo finalmente. Jazmín supuso que “Asher” era el otro guardia —. Debes tener deseos de morir para hacer enojar al matón favorito del duque. 

—¿...El qué del duque? —dijo Jazmín, sintiendo como su estómago se hundía. 

—Asher. Fue expulsado de la Guardia del Rey por ser un verdadero imbécil. El duque lo mantiene a su alrededor. Ni idea de cómo el duque lo mantuvo a su lado, pero igual ese haría todo para joder las cosas —Luego al ver la expresión de la esclava añadió —: ¿Qué, no sabías quién era? 

No. No lo sabía. La opinión de Jazmín se había formado por el duque se volvió a acomodar, a fin de que pudiera despreciarle con mayor precisión. Aparentemente el guardia que acababa de hacer enojar era un matón despreciable del duque. Jazmín se había ganado, sin saberlo, un nuevo enemigo: Asher. No solo eso, sino que al haberlo hecho enojar podría tomarse como un desprecio al duque.  

«Esto es Georgia», Jazmín se recordó. El duque podía hablar como si se hubiera criado en el suelo de un burdel, pero tenía la mente de un estratega de la corte real, acostumbrado al engaño y al juego de hipocresías. Y sus pequeñas trampas podrían ser peligrosas para ella, que estaba debajo de sus garras. 

A media mañana del día siguiente Harper entró, una vez más, para supervisar que Jazmín fuera llevada a los baños. 

—Tuviste éxito en el círculo, e incluso el duque te reverenció. Eso es excelente. Y veo que estás más tranquila esta mañana, bien hecho —elogió Harper. 

Jazmín, mientras dirigía ese cumplido, dijo: 

—¿Cuál es la droga que está en este baño? 

—No hay “drogas” —Explicó Harper, sonando un poco consternado. 

Jazmín no la había notado antes con exactitud, pero sentía que su cuerpo era envuelto en una nube y su cuerpo se relajaba más de lo normal. 

—Hay “algo” —contradijo Jazmín —. Lo pusiste en los braseros. 

—Eso es “majus”, una flor refinada. No hay nada siniestro en ello. El duque sugirió que podría ayudar a relajarte en los baños. 

—¿Y el duque también sugirió la cantidad? —preguntó Jazmín. 

—Si —asintió Harper —. Más de lo usual para la rigidez de las cadenas. Tienes cabeza para los detalles.  

—Si, estoy aprendiendo a tenerla —confirmó Jazmín. 

Pensó que sería lo mismo que el día anterior, que la llevarían a los baños para prepararla para una nueva sorpresa. Pero todo lo que sucedió fue que los tratantes la bañaron, lo devolvieron a la habitación, y le llevaron el almuerzo en una bandeja de plata. El baño fue más agradable que el día anterior, puesto que no estaba la ex sirvienta de su padre. Además, se le dio un masaje corporal de lujo, se comprobó por cualquier lesión o tensión de las cadenas. 

Cuando el día se desvaneció sin ocurrir nada en absoluto, Jazmín se dio cuenta de se sentía con una sensación de contrariedad, casi decepción lo cual era absurdo.  Tal vez solo sentía la necesidad de golpear algo o más bien a alguien. Preferiblemente contra un duque de cabello oscuro y ojos verdes.  

Nada ocurrió tampoco en el segundo día, ni en el tercero, ni en el cuarto o el quinto. 

El paso del tiempo en esa exquisita prisión se estaba convirtiendo poco a poco en su calvario; lo único que interrumpía su día a día eran las visitas para las comidas y las idas al baño. 

Utilizó el tiempo para aprender todo lo que pudo. La distancia que se encontraba entre su habitación a los demás cuartos del harem y los sirvientes. Los pasos que había hasta que se dejaba de escuchar la pipa que tocaba cada día. El cambio de guardia en su puerta cambiaba de forma más habitual, parecía casi intencional. 

Los guardias ya no se comportaban como si fuera un inmueble, y pudo conocer varios de sus nombres; la actuación en el círculo había cambiado algo. Nadie rompería la orden de entrar en su habitación si no estaba autorizado, pero una o dos veces, uno de los pocos hombres más tratables le hablaba un poco; sin embargo, los intercambios fueron breves. Unas pocas palabras aquí y allá. Era algo con lo que tenía que tratar. 

Era atendido por sirvientes que proporcionaban sus comidas, vaciaban la olla de cobre, incendiaban antorchas, apagaban antorchas, desempolvaban los cojines, los cambiaban, fregaban el suelo, aireaban la habitación, pero hasta ahora era imposible construir una conversación con ninguno de ellos. Eran más obedientes que un esclavo y a la orden de no hablar con ella o con los guardias. O tenían más miedo de Jazmín, después de todo muchos de los rumores que circulaban en la casa era sobre la maldición Fayrah. Una vez Jazmín se había intentado cambiar de postura; sentada con una rodilla y la cabeza apoyada contra la pared haciendo que su cabello se notara un poco; tiempo suficiente para que uno de los sirvientes lo notara y se hubiera asustado de ello. Solo el hecho de las ordenes lo detenía de huir del lugar.  



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En el texto hay: romance, drama, aventura

Editado: 22.08.2021

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