Fayrah

Capítulo once

Jazmín en su vida, había sido requerida para presenciar muchos espectáculos, puesto que su padre era el lord y muchos comerciantes ambiciosos traían los mejores actos y las mejores exhibiciones posibles. En el palacio la palabra “espectáculo” había adquirido un nuevo significado. Cuando Dana se adelantó con una larga vara entre sus manos, Jazmín se preparó para el tipo de exhibición que haría que la delegación se desmayara. En ese momento, Dana acercó cada uno de los extremos del palo a la antorcha colgada en el soporte de la pared, y estos empezaron a arder.

Era una especie de “danza del fuego” en la que la vara era lanzada y vuelta a atrapar; donde las llamas al agitarse y girarse. Creaban sinuosas formas, círculos y patrones en movimiento. El cabello dorado de Dana combinaba con las tonalidades rojas y anaranjadas de las antorchas y ayudaba a crear una estética atractiva. E incluso sin el movimiento hipnótico de la llama, el baile en si mismo era seductor; parecía realizar sin esfuerzo movimientos de gran dificultad, haciendo lucir su físico sutilmente. Jazmín admitió que Dana se estaba ganando su respeto. Aquella actuación requería tanto entrenamiento, disciplina y plasticidad que le llegó a admirar. Era la primera vez que veía las mascotas del palacio de una manera diferente, mostraban las habilidades aparte de exhibirse o trepar encima de sus amos.

El ambiente era relajado, Jazmín volvió a ser enganchada a la correa, y muy posiblemente, estaba siendo usada como sirvienta. Giovanni se movía de manera cuidadosa, tratando de manejar a la difícil pretendiente con gentileza. El sirviente de la mujer observaba con cierto regocijo como la otra sufría debido a sus intrigas. El sirviente trajo un melocotón y un cuchillo, luego cortó una rebanada según instrucciones de su ama y se la ofreció a Giovanni, quien la aceptó con suavidad. Cuando terminó el bocado, el sirviente sacó un retazo de tela de la manga izquierda y la ofreció para que Giovanni limpiara sus dedos inmaculados. La tela era de seda ribeteada en oro. Giovanni la devolvió arrugada.

–Estoy disfrutando de la actuación –Jazmín no pudo resistirse a decir.

–El sirviente de Cyra es mejor que proveedor que tú –Fue todo lo que acotó Giovanni.

–No tengo mangas para llevar pañuelos dentro –añadió Jazmín –. Aunque no me importaría que me dieran un cuchillo.

–¿O un tenedor? –preguntó Giovanni.

Un rumor de aplausos y una pequeña agitación impidieron que respondiera. La danza de fuego había terminado y algo estaba pasando en el otro extremo de la habitación.

Resistiéndose como un potro joven a las riendas, Elliot estaba siendo arrastrado hacia adelante por un supervisor del palacio.

Escuchó la voz de una mujer.

–Dado que tienes cierto interés por los esclavos de Cristal, pensé que podríamos ver la actuación de uno de ellos.

Era Marianne, así que ese era el pequeño asunto del pendiente.

Amar, quien estaba en el otro lado de Giovanni sacudió la cabeza.

–Giovanni –comenzó–. Has sido estafado por el lord de Cristal. Ese no puede ser un esclavo de ahí, en absoluto. No tiene la estampa y no puede quedarse quieto. Creo que Arwen solo vistió a sirvientes jóvenes y los envió. A pesar de que es pasable –

Opinó Amar. Y luego, con una voz un poco diferente–. No es apto.

El era apto. Era excepcional a la vista de Jazmín, incluso entre los esclavos escogidos para ser excepcionales, elegidos para estar al servicio de un príncipe o rey. Excepto que este se comportaba torpe y sin gracia, y no estaba mostrando ninguna señal de tener entrenamiento. Se dejó caer de rodillas solo porque sus miembros se habían paralizado, con las manos apretadas como si tuviera calambres.

–Apto o no, yo no puedo tomar dos docenas de esclavos entrenados conmigo a Candia –

Dijo Amar.

Jazmín tomó a Marianne por la muñeca.

–¿Qué has hecho?

–¡Suéltame! Yo no he hecho nada –dijo Marianne. Se frotó la muñeca cuando Jazmín la soltó mientras se dirigía a Giovanni–: ¿Le dejas hablar con sus superiores de esa manera?

–No a sus superiores –dijo Giovanni.

Marianne se ruborizó inmediatamente ante eso. Dana seguía dando vueltas perezosamente al palo de fuego. El parpadeo de llamas arrojaba una luz anaranjada. El calor, cuando llegaba, era sorprendente. Elliot se había puesto tan blanco que parecía que iba a vomitar enfrente de todos.

–Detén eso –Jazmín le pidió a Giovanni–. Es cruel. El chico sufrió quemaduras graves. Le teme al fuego.

–¿Quemado? –dijo Amar.

Marianne añadió rápidamente:

–No quemado, marcado. Tiene las cicatrices en la pierna. Son feas.

Amar miró fijamente a Elliot, cuyos ojos estaban brillantes y mostraban una especie de extática desesperanza. Sabiendo lo que el esclavo creía estar enfrentando, resultaba difícil de entender que estuviera arrodillado, esperando.

Amar ordenó:

–Que se apague el fuego.

El repentino olor a acre del humo ahogó los perfumes de la multitud. El fuego se había apagado. Convocado al frente, Elliot consiguió una ligera mejor postración y pareció calmarse, aún en presencia de Giovanni, lo cual tuvo poco sentido hasta que Jazmín recordó que le consideraba a Giovanni “amable”.

Amar le hizo varias preguntas, las cuales fueron respondidas por Elliot tímidamente, pero mejorando. Después de eso los dedos del embajador de alguna manera encontraron el camino para descansar en la cabeza del esclavo de forma protectora. Más tarde el embajador Amar solicitó que Elliot se sentara a su lado durante las negociaciones comerciales.

Jazmín miró a Giovanni, quien se había limitado a dejar que aquello se desplegara ante él. Jazmín pudo apreciar las ligeras similitudes que había entre él y Amar. Sin contar el físico y que Amar tenía el cabello perfectamente dorado y la piel blanca sin embargo Giovanni tenía el cabello más oscuro y espeso de la sala quien hacía un balance intrigante con su piel bronceada y dorada. Pero habían otras cosas que los dos tenían similitudes las cuales Jazmín pudo observar a lo largo de su cautiverio: vulnerabilidad, necesidad y anhelo. Si embargo los dos lo tratan de manera diferente e intentan no ser dominados. Aunque en Giovanni existía una frialdad aristocrática que se tragaba todo lo demás; pero si la dignidad de su perfil atraía al ojo, Jazmín tenía cicatrices en la espalda para demostrar que se podía admirar, pero no tocar.



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En el texto hay: romance, drama, aventura

Editado: 22.08.2021

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