Felina

CAPITULO V

Cierto día Galilea, estando en su casa, recibió un mensaje vía telefónica y la sorprendió agradablemente, éste mensaje era de un hombre a quien veía inalcanzable, en primer lugar porque ocupaba un puesto funcionarial en la Universidad alto y en segundo lugar, porque tenía pareja; sin embargo, fue educada al contestarle sus buenas tardes.

Desde esa vez, todos los días, este apuesto hombre de nombre Poseídon, le escribía a Galilea, y con sus encantos gramaticales, supo tocarle todos sus sentidos, hasta al punto de querer ella tocarle su cuerpo, alma y corazón.

Galilea con el paso del tiempo ha comprendido que antes de enamorarse de la persona, se enamora del cuerpo, es más fuerte la atracción física que cualquier otro aspecto del ser.

Éste agradable caballero, la cautivó con su prosa, y si bien es cierto, ella lo observaba desde los lejos, siempre era agradable a su vista. Una vez, en una conferencia, ese caballero, estuvo en el pódium de invitado y Galilea, lo observaba, lo miraba mientras él fijaba su vista hacia al público en general, y le agradaba lo que veía en él; su tez blanca, de estatura alta, su cabello castaño claro, sus labios finos pero su sonrisa incomparable, ese día estaba vestido de chaqueta de pana color marrón oscuro, camisa blanca y jeans, con zapatos marrones, se veía sencillamente espectacular; sin embargo, solo lo apreció desde la distancia.

Jamás pensó que él se fijaría en ella; sin embargo, cierto día antes que sucedieran los mensajes, estando Galilea en la biblioteca de la Universidad, mientras colocaba sus pertenencias en el respetivo estante, se le acercó y él le indico que le asentaba el color negro, y Galilea sonrió y le agradeció el comentario.

Posteriormente surgieron los mensajes, y Galilea le agradaba, en esos momentos llegaron en el tiempo indicado en el que estaba alejada de Zeus totalmente y ya no quería volverlo a ver.

Esos mensajes, le despertaban sus deseos más intensos; y lo que estimuló el interés en ambos fue la palabra pasión. Poseidon sosegado con  Galilea quería conocerla más y más y le preguntó si ella era apasionada, a lo que ella contestó desde el fondo de sus entrañas: “Si soy apasionada, soy apasionada en cada cosa que hago, en el estudio, en mis labores, en mi casa, pienso que todo eso es pasión si le colocas amor a lo que haces”.

Ésta respuesta le gustó a Poseidon, y citó un extracto del libro “El Principito”: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Casi todos los días a determinada hora, Poseidon le escribía a Galilea, y ella esperaba ansiosamente sus mensajes.

Pasaron los días, y llegó el cumpleaños de Galilea, ella no le avisó nada a Poseidon, a pesar que había hablado con él, el día antes. Sin embargo, Poseidon casi siempre pasaba por los lugares en que Galilea se encontraba en las mañanas en la Universidad y fue así como observó que sus compañeros de clases, en el aula, le estaban celebrando el cumpleaños. Él se acercó sutilmente y Galilea cuando lo vio, se le abalanzó en sus brazos, le dio un fuerte abrazo y él se puso rojo pero le gustó, porque luego en la tarde le escribió y le comentó que el abrazo le había encantado.

Transcurridos los días, Poseidon se fue acercando más a Galilea y ella no lo evitó. Cierto día, Galilea le aceptó una invitación a tomarse algo en una tarde calurosa; Poseidon le preguntó si estaba muy elegante y ella le contestó que no, que estaba vestida casual; le indicó que se vieran fuera de la ciudad, en un sitio de poca afluencia y Galilea aceptó.

Súbitamente ella se acercó al sitio indicado por él y allí al llegar lo observó sentado en una mesa, cerca de un gran ventanal; vestido de camisa blanca y jeans. Ella estaba vestida de pantalón vinotinto, camisa negra, sandalias negras, poseía lentes oscuros y un moño que sujetaba su larga caballera. Él se levantó cuando la avistó, se saludaron y posteriormente se sentaron a conversar. Pasaron las horas, hasta que se oscureció, y necesariamente tenían que regresar a sus casas. Él muy caballerosamente pagó la cuenta y salieron; y estando en el estacionamiento, se besaron apasionadamente. Galilea, le estremeció todo su cuerpo y le gustó muchísimo su olor y la forma de besar. Ese fue el primer beso que se dieron de los muchos que Dios, iba a colocar en sus vidas.

Luego, decidieron encontrarse en el apartamento de él y allí sucedió el encuentro que los marcó para toda la vida; sintieron la necesidad de estar juntos cada vez que podían, porque él, era un hombre que estaba casado y tiene dos hijos. Sin embargo, ésta situación para nada obstaculizó estar cerca sus cuerpos.

Cada vez que se fusionaban, sus cuerpos entraban en un torbellino de pasión desenfrenada, en la cual se querían era sólo tocar y sentir. Galilea no le preguntaba por su vida, porque sabía cuál era su posición. Sabía que ella era la “amante”, pero igual lo aceptó de esa forma y con sus condiciones tácitas que producto de la educación de Galilea consideró necesarias.



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En el texto hay: misticismo, historia amor

Editado: 15.07.2018

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