—Ya llegué familia —dijo un hombre castaño de ojos avellanas.
—Papá, llegaste —dice una alegre castaña, lanzándose a los brazos de su progenitor,
—Bienvenido a casa cariño —saludó una azabache de ojos café.
—Es bueno ser recibido con amor, por parte de mis dos grandes amores —dice feliz, mientras se quita el cubrebocas, para acercarse a darle un beso en la frente a su hija y luego a su esposa.
—Te tenemos que decir algo cariño.
—Esperamos que aceptes padre.
—Que es lo que… ¡achú! ¡achú! ¡achú! ¡achú! P-pero no e-entiendo ¡achú! C-creo q-que ¡achú! A-algo m-me ¡achú! ¡achú!
Ambas se miran y saben el porqué de la razón.
—Creo que no se va a poder después de todo, verdad —mira tristemente a su madre.
—Lo siento mi amor, pero parece que no
Debido a sus alergias, Joe Owens, tiene que utilizar un cubrebocas, al ir a su trabajo y al salir a pasear, pues el pelaje lo puede llevar el viento, solo en casa no lo utiliza, no es necesario ya que no hay peligro, pues no tienen mascota.
—¿Qué es lo que no se va a poder? —pregunta y las mira con detalle, ya se ha controlado, pues se ha vuelto a colocar el cubrebocas.
—Papá, perdóname —dice tristemente.
—Perdónanos cariño.
—¿Qué es? Un perro, un gato o un conejo —pregunta.
—¿Cómo sabes que tenemos a una mascota aquí? —pregunta la castaña.
—Es un gato.
—Ya veo. Respondiendo a tu pregunta princesa, solo el pelaje de algún animal me pone así, y es la primera vez que me sucede aquí en casa, por lo que concluyo que mi alteración y el pedido que me querían hacer encaja en uno solo.
—Pues un gato, lo encontré herido, ya lo curé, pero esta, solito, no tiene collar por lo que es obvio que es callejero, pero muy bonito y educado.
—Es verdad cariño, el pequeño gato es tranquilo, no ha hecho ninguna fechoría. Pero había querido quedárnoslo, pero mejor no, no queremos ponerte así, solo en casa puedes estar sin eso —señalando el cubre.
—Esta bien, podemos quedárnoslo, siempre y cuando no salga de u cuarto. Esa es la condición, ah y que cada ves que lo toques te limpies bien, ya sabes mis abrazos no pueden faltar, mi princesa no puede dejarme abandonado.
—Es verdad, ¡por eso te quiero mucho! —le da un fuerte abrazo.
—Cof, cof, Si, y yo que ¡ah!
—Igual para ti mi amor, si lo tocas a él, tienes que limpiarte, tus besos de bienvenida son los mejores. Ven para acá, que necesito el abrazo de oso de mis dos amores —la jala y también le da un fuerte abrazo.
—¿Y como se llama el nuevo integrante de la casa? Recuerda que todos tenemos derecho a un nombre.
—Cierto, ¿qué nombre le has puesto Gwen?
—Aun no le tengo ninguno, con los nervios de que papá lo aceptara, no se me a ocurrido ninguno —dice tímidamente la castaña.
—Bueno vamos a comer, ya me muero de hambre, solo no olvides las reglas, además que lo tienes que cuidar muy bien, tener una mascota es una responsabilidad grande, dependiendo como cuides al gato, veremos si ya mereces tu propio auto.
—De verdad, lo dices enserio papá.
—Si para cuando cumplas 18, serás ya más responsable.
—Aun falta dos años para eso, me has hecho ilusionarme antes —dice con un leve puchero.
—Ve que tienes al mejor padre del mundo.
—Vete a lavar las manos, ya luego sigue con la plática.
—Ya voy.
—No olvidas a alguien, que debe estar en tu cuarto y no aquí. Recuerda el gato en tu cuarto, mi salud es importante.
—Lo siento padre, ya me lo llevo, no volverá a pasar —Gwen toma al minino y se lo lleva rumbo a su habitación.
Mientras la castaña se perdía su figura ante la vista de los adultos, estos empezaban una pequeña charla.
—¿Por qué?
—Por qué, que
—Sabes a lo que me refiero cariño.
—Sabes te acuerdas que te conté de mi gran amigo Rodolfo, pues cuando te dije que lloré por su partida.
—Él tenía una mascota o algo así, ¿qué tiene que ver él en tu decisión? —pregunta con gran curiosidad.
—No, él fue mi primer amigo, fue un regalo de mis padres, fue en mi séptimo cumpleaños. Pero también fue gracias a él que me enteré de mi alergia, solo un año estuvo a mi lado, en mis próximos cumpleaños, ya no estuvo conmigo, me lo arrebataron, todo por mi bien —decía melancólicamente—. Ver que por mi culpa ustedes no pueden tener mascotas, me rompe el corazón, y ver que hoy Gwen, quería tenerlo, me recordó a mí.
—Oh cariño, eres el hombre mas bondadoso, lo siento, tu infancia no fue muy bonita, pero aquí nos tienes a nosotras. Con lo que has hecho, nuestra querida hija lo ve como un buen acto de amor de tu parte.
—Si, no sé si sea maldición o no, pero siempre por parte de la familia, tenemos una alergia, ya sea los animales o la comida, nos sigue a cualquiera. Ya ves Gwen, también es alérgica a algo. A la canela y al tomate.
—Cierto. Tu crees que esa mujer les halla tirado una maldición. No se supone que después de aquella noche nadie la volvió a ver. Crees que se enteró de tu tátara, tátara, tátara bisabuela.
—No lo sé, se supone que no, nadie en este pueblo sabe de sus descendencias de ella, menos de mis parientes. Tal vez es natural tener o padecer de algo. Mejor vamos a comer me muero de hambre.