Olía a humo y drenaje, el sabor del vodka la inundaba en cada suspiro.
El ruido del entorno la obligó a regresar a la realidad, dirigió su mirada a la lejanía, temerosa de mostrar su dolor.
Estaba rota, su alma fría y esencia perdida.
En su embriaguez lloraba sin control y se lamentó repetidas veces, ¿con quién? ¿Qué la había llevado hasta ahí? ¿Existía modo de evitarlo?
Sus manos dejaron de aferrarse al barandal, bailó hasta que abandonó la plataforma que la ataba a la vida.
Lo último que vio fue los autos a toda velocidad, al tiempo que ella caía al asfalto cual muñeca.